miércoles, 31 de octubre de 2018

Push-ups, o masculinidades enclenques

Por diversas cuestiones, hace 5 años comencé a hacer ejercicio; como nunca me gustó el esfuerzo físico, tomó algo de tiempo que encontrara qué me gustaba (o, por lo menos, no padecía demasiado) hacer. Comencé con pesas y natación, me encanta el agua, la sensación de estar dentro del agua, el olor a alberca me hace sonreír, así que fue un buen comienzo. Hasta que me metí al agua. Tenía 20 años de no hacer natación, no sólo no tenía condición física, con pulmones de fumador y dificultades para entender las indicaciones (ya había tomado clases, sabía la técnica de todos los tipos de nado, pero no fue como con la bicicleta, esto sí lo olvidas) fue toda una odisea. Pero me gustó, salía agotada y feliz, emocionada.

Poco a poco, mi cuerpo se fue convirtiendo en otro: fuerte, marcado, resistente al esfuerzo. Poco a poco, dejé de ser sólo un ratón de biblioteca chupa-libros, y me convertí en otra mujer, aunque no supiera aún en cuál o de qué tipo.

Hace cuatro años comencé con las clases de TRX, mi fascinación absoluta. Es mucho ejercicio, en todos ejercitas la espalda media (muy importante para alguien que, como yo, tiene problemas de espalda), y los resultados son bastante rápidos de percibir. Tres horas a la semana y, en unos meses, tenía los brazos y la espalda marcadas. Además, tenía más fuerza, más resistencia, comenzaba a gustarme poder hacer ejercicio y la mujer en la que me estaba convirtiendo.

Un año después, decidí combinar TRX con entrenamiento funcional (el primero por las noches, el segundo por las mañanas), y me sentí aún más feliz. Podía hacer tantas cosas, cargar pesos que jamás pensé que podría. Maravilloso.

Pero, esto no se trata tanto de mi amor al ejercicio como de las masculinidades, así que retomemos el camino.

En ambos entrenamientos haces ejercicios para las piernas, para el abdomen, y para la parte superior (brazos, espalda, pecho). Como era de esperarse, los hombres hacían con mayor enjundia los ejercicios de la parte superior, eso es "lo suyo". No sé por qué o cómo (más bien, si es cierto) pero me entró en la cabeza que una forma de evitar que mis pechos lleguen al ombligo es tener fuerte el músculo que les sostiene (porque sí, los pechos son pura grasa, tejidos y glándulas, nada de músculo), además, una espalda fuerte aminora el dolor de espalda y mejora la postura. Así que ahí estaba yo, dándole duro a los ejercicios de espalda y pecho, de hombro, de brazos; con mi amigo/compañero de TRX retándonos y picándonos para hacer los ejercicios, fui metiéndole más fuerza, más intensidad (no recomiendo, nadita, escoger como compañero de ejercicio un ex-jugador de americano, le meten a lo superior con gusto y, si además les gusta el reto, es una dinámica dolorosa), haciendo los ejercicios al nivel de él, más repeticiones, más enjundia.

(Por supuesto, él tenía 20 años de delantera respecto de mi, había ejercitado esa parte de su cuerpo desde niño y, por más que yo quisiera superarle, era imposible.)

Un día, a media clase de TRX, el entrenador dijo que haríamos power-push-ups y una chica, muy asustada, gritó "esos son ejercicios para hombres". CASI ME MUERO Y ME LA LLEVO DE CORBATA. "Esos son ejercicios para hombre", ¿qué es eso? hasta donde sé, los únicos ejercicios "para hombres" son de pene, porque el resto de los ejercicios, en tanto implican músculos que TODOS tenemos, no son exclusivos de un sexo. Después de quejarme con mi amigo, caí en cuenta que esa es la creencia generalizada: las lagartijas SON para hombres, las mujeres no hacemos esos ejercicios. Habrá quien diga que es porque no tenemos fuerza para hacerlas, habrá quien diga que si haces muchas te bajan los pechos.

Después, me fijé que esto era tan cierto, que muchos hombres se juegan toda su masculinidad en unas lagartijas. Es muy divertido verles cómo se frustran y enojan cuando una mujer hace más que ellos, cuando una mujer no se cansa y ellos sí. Hacer lagartijas se convirtió en una demostración de quién es y debe ser el hombre (para ellos) y, en esa demostración se les va la vida. No quieren aflojar, no quieren parar, no quieren utilizar menos peso, quieren seguir sosteniendo esa bella masculinidad, aunque esté un poco magullada.

Pobres machitos, pobres hombres, pobres masculinidades, expulsados de su espacio (el gimnasio), sus ejercicios (las lagartijas), su lugar en el mundo. Pobres.

Tal vez, en unos años, puedan ser tan fuertes como una mujer. Ya casi.

martes, 30 de octubre de 2018

Morralla: la cosificación de la vergüenza

No sé si pasa en todas partes del mundo, pero en mi bello país (México), la morralla (es decir, las monedas, "el cambio") y los billetes de baja denominación (como el billete de $20) son motivo de vergüenza; pagar con cambio resulta, casi siempre, algo que da pena y que se hace sin que el otro se dé cuenta.

Podríamos decir que, en términos de dinero, también existen jerarquías, y no sólo en el sentido de que más dinero te hace más, sino que la denominación del billete con el que pagas dice algo de ti. A veces, uno paga con un billete de $500 y, por eso mismo, el trato recibido es diferente, como si el simple hecho de tener uno de ellos significara que tienes muchos más (si no, ¿cómo es que tienes por lo menos uno? no es lógico, es obvio, ja); algunas de esas ocasiones, uno paga con un billete de $500 porque es el que te dio el cajero y, para ser honestos, es todo el dinero que tienes para la semana.

Tal vez sea cierto que la morralla se gasta más fácil, que es mucho más difícil llevar un control de cuánto se ha gastado si lo que tenemos es cambio,  porque saberlo implicaría contar monedas (varias) y más billetes (que si fuera de alta denominación) cada-vez-que-compras-algo. Mucho trabajo, mucho esfuerzo. Como consecuencia, solemos guardar los billetes (de $100 para arriba) y ser más prudentes a la hora de gastarlos, porque "romperlos" significa que gastaremos tooooodo ese dinero más rápido y sin control.

Para mi, el dinero es dinero y lo que importa no es en qué forma (moneda, billete) lo tienes, sino que lo tienes (o, como bien sabemos, que NO lo tienes), que puedes pagar algo con eso. Recuerdo que, cuando saqué mi coche (hace ya 15 años) pagué el enganche con el dinero que había ahorrado de propinas (trabajaba de mesera) y otros ingresos y ahorros; como una parte eran propinas, podrán imaginar cómo llegué a pagar $30,000 con un señor fajo de billetes bien grandote, porque eran billetes de todas las denominaciones, y la pobre cajera me miró como si estuviera loca, me lo dijo y reprochó que llegara "con tanto dinero" (no entiendo de qué otra forma pensaba que iba a pagar $30,000 ¿con billetes de 5,000 del Turista?¿con cheque de caja? tenía 21 años...).

Irónicamente, un billete de $500 es tanto una bendición como una maldición. Hay pocas situaciones más frustrantes que tener sólo un billete de $500 y necesitar pagar algo. En la tienda, no te cambian el billete, ni tampoco "tienen cambio" si quieres comprar algo de menos de $100; en el transporte, no puedes pagar con él; en la papelería; la vida de a pie y de a diario no es compatible con los billetes de altas denominaciones, porque nadie quiere/puede cambiártelos, o porque creemos que son falsos (¿por qué no harán billetes de $100, $20 y $50 falsos? sí, sí, sí, es más difícil con los "nuevos billetes", pero de todas formas me lo pregunto, porque creo que esos pasan más fácilmente de mano en mano, y pocas personas se cuestionan siquiera que puedan ser falsos, en cambio, los de $500 pasan por un examen y estudio bastante más riguroso, aunque no por ello infalible).

Tal vez, al final del día, el dinero contante y sonante tiene un lugar tan indispensable y complejo en nuestras vidas bajo el capitalismo, que no puede estar exento de prejuicios, juicios y tratos diferenciados. Porque, y eso lo sabemos todos (aunque no lo sepamos), los ricos o cargan muchos billetotes (pero muchos muchos, cual fajo de gasolinero) o sólo tarjeta, porque tienen tanto, que ni siquiera se molestan en esas nimiedades. Y nosotros, los proletarios, tenemos que hacérnoslas con los billetitos, con las monedas, con la morralla y la vergüenza que implica no ser parte de los otros.

viernes, 19 de octubre de 2018

Son machos, y son muchos

Recuerdo mucho una frase/broma de mi papá, que solía decir para referirse a un grupo de hombres (del que él, en ese momento y/o contexto formaba parte) que no cumplía con los estándares de masculinidad "no seremos machos, pero somos muchos". Me daba mucha risa, una frase que, ante la evidencia de una falta apelara a la cantidad, además, mi papá le aplicaba una inflexión que la hacía muy cotorra.
Pero dejemos atrás el machismo de mi padre, que lo tiene, un poco por quién lo educó, otro poco por su época, otro poco porque el patriarcado es un sistema, no una situación aislada y, por lo mismo, nos chinga a todos en el camino. Sólo diré que, ahora, a sus 65 años, se cuestiona mucho esas actitudes y procura cambiarlas, pararlas, relacionarse con las mujeres desde otro lugar; y eso, también tiene su mérito.

Así las cosas, volvemos a los machos. Hoy me cayó el veinte (y me cayó como cuando te pegas en el codo y el nervio y sientes que vas a morir de dolor) de que casi todos los hombres que me rodean SON MACHOS y, como es evidente, SON MUCHOS. No es que no lo supiera, no es que no lo hubiese criticado, es más bien que de alguna forma lo dejaba pasar porque "no me pegaba a mi" (porque el machismo no te pasa, te pega, son golpes sólidos y con todo, incluso los más nimios) directamente, y porque como amiga de ellos podría estar ahí dando zapes para que ellos fueran la amiga que se da cuenta. 

Pero no, no era así, el machismo de mis amigos me da de lleno y en la cara, constantemente y lo dejo pasar, principalmente, porque no sé cómo poner límites sin que impliquen emascular o castrar al otro (ya sé, si es un macho y me trata mal, no debería importarme quedar como la loca culera súper violenta, pero qué les digo, me sigue pesando terminar por ser esa mujer).

Para muestra, dos botones:
1. Tengo un amigo que un día dijo "yo, la verdad, sí agradezco que las mujeres se vayan sexys al gimnasio, porque me gusta verles mientras estoy en la caminadora". (sí, sí, sí, FOCOS ROJOS, a esos hombres se les da un madrazo y se les manda a chingar a mi madre). Obvio, en ese momento le dije que su comentario era súper macho y ofensivo, que eso está del asco y que no debía hacerlo... pero no me estaba pasando a mi... hasta que, la última vez que nos vimos para comer, me dijo "yo esperaba que vinieras en vestido, quería verte las piernas". ¿¡QUÉ PEDO!? ¿POR QUÉ CREE QUE PUEDE 1. VERME LAS PIERNAS, 2. EXPRESAR QUE ESO QUIERE? Asco, asco, asco. 
Claro, no le dije nada cercano a que se fuera a rechingar a mi madre ni le arranqué los tanates. OTRA VEZ, me quedé pasmada, no podía creer que pudiera decir esas cosas y CONSIDERAR QUE ESTABA BIEN, QUE NO ERA INVASIVO, QUE TENÍA DERECHO DE HACERLO.

2. Me escribió un amigo, hace rato, porque quería verme hoy, le dije que no podía, así, sólo "no puedo". No di explicaciones ni razones ni nada. Simplemente eso, porque ahora que tengo un grupo de amigas, las más hermosas mujeres feministas y cariñosas, he entendido que no, que buenos modales no puede ser sinónimo de permisión de violencia machista. Como era de esperarse, el caballero contestó: "¿No puedes cambiar tus planes? yo quiero verte ¿o qué, vas a ver a un galán? tú di rana y yo salto". Me tomó un par de minutos dejar que me permeara lo que estaba pasando, pero ya que lo sentí, no hubo vuelta de hoja. El pendejo fue ofensivo, pretensioso y machista. PUNTO. Ofensivo porque cree que cambiaría mis planes (sin importar cuáles sean) porque él quiere verme, porque mi respuesta "no puedo", no fue razón suficiente para entender que no iba a pasar, porque él quería verme, que es lo importante; pretensioso, porque se cree prioritario y más importante que cualquier otra cosa que tuviera que hacer, cualquier otra persona con quien yo ya hubiera hecho un plan... todo eso vale nada cuando él quiere verme y, por lo mismo, puedo cancelarles sin pedos, vamos, él quiere verme; machista, porque el único motivo que podría ser razón suficiente para no verle es OTRO HOMBRE, ¡háganme en pinche favor! sólo si hay otro hombre en el asunto está bien que no le vea, porque mis planes, mi vida, mis decisiones NO SON RAZÓN SUFICIENTE PARA NO DEJARLO TODO POR ÉL [nota al pie, es un pendejo a quien he visto sólo tres veces en seis años, quien nada sabe de mi día a día, ni de las cosas importantes, ni nada... nos conocemos desde hace veinte años, pero no hemos sido amigos en casi diez años... pero él quiere verme hoy].
Respondí, simplemente: 😂😂.
Obviamente, no entendió y preguntó por qué eso. Contesté que porque sus mensajes habían sido ofensivos, pretensiosos y machistas.
¿Y cuál fue su respuesta? "Quitando eso, el mensaje es que quiero verte". ¡Quitando eso! ¡QUITANDO ESO! OTRA VEZ, ofensivo y machista, "quitando lo que yo digo, quitando lo que yo siento, quitado lo que yo opino, lo que importa y queda es que ÉL QUIERE VERME. NO MAMAAAAAAAR, es demasiado. D E M A S I A D O. Haciendo acopio de un poco de decencia, contesté que sin importar su mensaje, lo que había pasado era un mensaje ofensivo, pretensioso y machista que tenía como resultado que su mensaje original dejara de importar, y que yo no quisiera verle más nunca.

Y así, después de esto, decidí que ni uno más, ni un comentario, ni una opinión, ni sobre mi ni sobre ninguna otra mujer, jamás. NO MÁS.