jueves, 20 de septiembre de 2018

Mujeres leyendo a Marx

En mayo, por pura casualidad, descubrí que un grupo de mujeres se reunirían para estudiar a Marx, específicamente El capital. Me emocionó muchísimo, llevaba varios años con antojo de leerlo, pero no era una lectura que quisiera hacer sola. La verdad, no me emocionaba el hecho de que era un grupo de mujeres (sólo mujeres), me parecía algo padre pero no era, ni remotamente, la razón por la cual me interesó el grupo.
Emocionada y ñoña, envié un mensaje expresando mi interés, compré el primer volumen del primer tomo del primer libro de El capital, y me dispuse a leerlo, a estudiarlo con otras y a aprender mucho.
Las primeras dos sesiones no pude acudir, pero llegué la tercera con mis lecturas al día. 
Como es común en mi, llegué antes de la hora al café donde era la reunión, pedí un café y miré de soslayo a una chica que tenía el libro sobre la mesa; me daba un poco de pena acercarme, no estaba segura de qué iba a suceder (Nota: no me da miedo hacer cosas sola, estoy bastante acostumbrada... me daba un poco de pena/incertidumbre haber llegado tarde al "conocerse", desconocer cuáles eran las costumbres ya adoptabas por el grupo) y justo llegó otra chica, se sentó en la misma mesa y comenzaron a platicar. Así que yo, agarrando todo el valor y echando fuera la pena, me acerqué a ellas y les dije que venía a leer con ellas, nos presentamos y se portaron súper lindas, algunas preguntas sobre quiénes éramos, y comenzaron a llegar las demás. En poco tiempo, la mesa estaba rodeada de mujeres y libros de Marx.
Fue un buen estudio, interesante, una gran experiencia, pero no mucho más que eso; aunque sí lo suficiente como para ya haber decidido que regresaría cada sábado.
Al despedirnos, resultó que dos de ellas irían caminando "hacia mi casa", así que me decidí a caminar con ellas. Platicamos en el camino, sobre hombres, amor, corazones rotos, decisiones y soledad. ¿Se han dado cuenta de que esos temas son reincidentes en las conversaciones? ¿Cómo, cómo no hablar de amor, de compañía, del otro? Me gustó la plática, me cayeron bien.

Semana a semana, comencé a conocerles, dejé que me conocieran, nos reímos, compartimos comida (una de ellas siempre lleva galletas o algo de comer para compartir) y tiempo. Poco a poco, lo que se empezó a compartir fue mucho más que eso: nosotras completas, amor, contención, apapachos, compañía, historias, lágrimas. De repente, me encontré en, formando parte de, un grupo de mujeres hermosas e increíbles; y no lo digo por compromiso, ni siquiera porque creo que son perfectas. 

Al contrario. 

Nuestra belleza radica en que somos imperfectas, en que nos queremos de formas imperfectas, en que no negamos los errores, las fallas, las pendejadas, y que esto nos permite no fingir, estar seguras para compartir también lo hermoso, lo acertado, lo suave, lo cómico. Somos un grupo que puede respirar, aunque sea un par de horas a la semana, porque somos comunidad, porque hemos creado un vínculo y construido lazos, porque no es necesario mentir para estar seguras, porque las otras están ahí y dan espacio para que cada una sea quien es, haga lo que hace, diga lo que diga, porque la expectativa es que cada una sea quien es o quien quiere ser o quien necesita ser, nadie más. Sin exigencias.

Al mismo tiempo, es un espacio donde ponemos límites, donde se puede decir "no quiero hablar de eso", "huevos", "cállate". No es un lugar en el que tenemos que dejarnos porque las otras nos quieren mucho. NO.

Y eso es lo mágico, lo maravilloso, lo perfecto, lo que me hace sentir bien afortunada por haberles conocido, me hace sentir querida y apapachada, contenida y acompañada, ñoña e intensa. 

Y yo pensaba que el aprendizaje sería sobre el capitalismo y Marx. Y no. Pero sí. Porque justo aquí, en este mundo capitalista, es que una comunidad como esta, resulta indispensable para vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Soy sólo yo?