Hay ciertos gustos o costumbres que tenemos y nos hacen felices, causan satisfacción y sonrisas y, como es lógico, las compartes con personas importantes. Este compartir impregna a la actividad u objeto una relación con ese otro, los asocias, vuelcas emociones y recuerdos en ella.
Por eso, después de que termina la relación, y te ves frente a ese objeto/actividad, aunque sea sólo en la mente, te das cuenta de que es imposible separarla de la persona, no podrá volver a ser sin esa carga o asociación, quedó marcada para siempre.
En algunas ocasiones podemos crear otro vínculo a partir del que había, cargarlo de nostalgia y esperanza; pero no siempre funciona, o sí, pero resulta insoportable, no hay forma de sobrellevarlo sin que implique dolor, tristeza, angustia, así que lo aceptas y lo guardas en el cajón de Perdidos para siempre. En ese cajón se queda, y puedes visitarlo, aunque no cambiará.
Es tan doloroso perder todo eso, tener un cajón lleno de objetos, actividades, frases, palabras, que ya están marcados, que no te pertenecen a ti sino a un nosotros que ya no existe; y es doloroso porque las compartiste, al principio, porque eran importantes y esa persona también.
Se supone que uno debe compartir lo importante con quien es especial e importante... Y, después, te quedad vacía de presente, y llena de objetos perdidos para siempre.
Sí que es cierto que hay objetos y actividades que siempre nos van a recordar a alguien. Pero no creo que sea necesario dejarlas en el cajón para siempre. Llega un momento en el que a lo mejor recuerdas pero ya no duele. Un besote.
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