Para mí, la hora de comida
durante la jornada laboral es un lapso para descansar, comer y hacer lo que
quieras, vamos, que es un momento en el que eres libre de tus obligaciones
laborales. No hay más, no es complejo, es así de sencillo.
En los trabajos anteriores en que
he estado, sin importar el tamaño de la empresa, cada quien hace de y con su
hora de comida lo que le viene en gana, que para eso es. En la empresa pasada
en que trabajé, comía con dos chicas, con una de ellas todos los días, pero no
era una obligación hacerlo, es más, yo bajaba más temprano que ella para encontrar
un buen lugar, y ella bajaba a la hora que podía. Así era, comíamos juntas
siempre que tuviéramos ganas de hacerlo y, si no, no pasaba nada. Recuerdo un
día que decidí no comer ahí, porque no me sentía de humor, simplemente no me
aguantaba yo sola y sabía que sería una pésima compañía para comer, y que no
debía hacerle eso a mi amiga.
Ahora, en el nuevo trabajo, todo
funciona diferente. El viernes salimos temprano, así que cada quien come donde
quiere. El resto de los días, es un poco más complejo. El día que entré me dijeron
que lunes y martes cada quien traía su comida o pedía y comían en la oficina, y
que miércoles y jueves salían a comer.
Yo, que soy una mujer avara y
controladora, siempre hago de comer para los días de trabajo, y lo prefiero
porque es, además, más fácil hacer dieta así (por no mencionar que es más
barato). SI hago un análisis a conciencia, creo que no me gusta salir a comer,
entre el tránsito y el estrés de la ciudad, siento que me canso más, en vez de
descansar y distraerme. Así que, soy completamente partícipe de comer en el
trabajo sola o acompañada.
Ahora, llegado el momento de
relatar los sucesos de hoy, puedo contar que bajo la insistencia de los
compañeros de trabajo, acepté salir hoy con ellos a comer sushi (hágase nota de
que no como sushi, odio la sensación del masacote en mi boca), me di cuenta que
sólo puedes decir que no un número delimitado de veces, y que ahorita, que
estoy empezando aquí, no era bueno alejarme. Así las cosas, estábamos todos
hambrientos y listos para salir a comer, cuando uno de ellos menciona que habrá
semifinal de futbol y que deberíamos ir a verla. NI MADRES, pensé yo a gritos
dentro de mi cabeza: sushi y futbol juntos, pero ni si me ofrecieran baro de
por medio. Y no sólo eso, además se les ocurre que deberían de ir mejor a la
cantina del Camino Real (hotel), porque ahí seguro hay lugar y pueden ver el
partido. HÁGANME EL PUTÍSIMO FAVOR: futbol-caro-todos juntos. Bueno, que ni que
fuera parte del trabajo.
Sí, nadie entendió que yo
simplemente no quería ir, que no me gustan ni el futbol ni el ambiente que
genera en el espectador. Que además me caga la madre pagar un montón de dinero
por una comida que no quiero comer, sólo para estar con ellos, para formar
parte del grupo. Es que lo escribo y vuelvo a molestarme, está mal, simplemente
mal que esas sean las condiciones: alguien más decide qué hago yo con mi
dinero, en qué tipo de comida y lugar lo gasto, pues son requisitos para ser
aceptado en un grupo…
No, no, no, por donde lo vea me
indigna. Es que es el colmo que en todos los grupos sociales es indispensable
que uno se sacrifique, se ponga en situaciones incómodas o deba dar más de lo
que le resulta lógico y sano dar. ¿Por qué? ¿Es justo esta la razón por la cual
las relaciones de todo tipo terminan tan mal?
¿Qué nadie se ha dado cuenta?
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¿Soy sólo yo?