No puede pasar mucho más tiempo
sin que abordemos el tema, porque vamos, es muy importante, y no porque sea
algo, en sí, importante, sino porque ocupa suficiente tiempo en mi mente y
estado de ánimo como para ser importante. Así de fácil.
La gordura. Sí sí, cansado y
triste, pero es impresionante lo mucho que importa y afecta, cómo delimita y
guía muchísimas de mis acciones y emociones. Y no, no soy una persona obesa, ni
siquiera muy gorda (sólo unos 6 kilos de más), pero de todas formas me
mortifica… justo porque no quiero un día bajar la vista y darme cuenta que soy
un tonel de 90 kilos (la distancia entre la llantita-no importa-y soy un tinaco,
es pequeñísima, sólo un paso).
Cuando fui joven y bella (ja ja),
pesaba 50-52 kg. No solía subir de peso, comía mucho y de todo, sin importar la
grasa. Era feliz. Después, a los 25, algo cambió en mi cuerpo, y comencé a
subir y subir. De repente, en año y medio, había subido 14.6 Kg. Y estaba
GORDA, me creció todo, desde los tobillos hasta los cachetes, haciendo énfasis
en las piernas, caderas, cintura y pechos. Todo mi cuerpo creció,
afortunadamente, de forma proporcional, lo que hacía que me viera más bien
voluptuosa que obesa (pero eso no quiere decir que no fuera yo un cerdo, por lo
menos para mí). Claro, llegó el momento en que decidí regresar a mi volumen (no
es tanto el kilaje como el volumen, hay mucha gente en el mundo como para
ocupar mucho espacio en él) y me puse a dieta. Bajé más de 10 kilos, estaba
delgada y me sentía muy bien. Pero…
El tiempo pasó, y entre unos
tacos, unas quesadillas y demás, volví a subir. No lo podía controlar, subía
poco, pero constante, y bajarlo me resultaba muy difícil, cuando no casi
imposible (épocas en las que por más que hacía dieta y ejercicios, no pasaba
nada de nada). Afortunadamente, ya vamos otra vez de bajada, y justo por eso,
me puse a pensar con más objetividad en la obesidad y la gordura.
Claro, es un problema nuevo,
antes no sucedía tanto, era diferente, la forma de vida y alimentación eran
otros, y todo eso afecta. Estoy de acuerdo, pero creo que hay más. Antes, uno
caminaba más, hacías más cosas, salías, ibas, venías, comías sólo lo necesario
(para quitarte el hambre, así fuera a cada rato), bebías, disfrutabas la vida.
Ahora, con tantas horas sentada en una oficina, cansada el resto del tiempo,
esclavos del automóvil (yo procuro no esclavizarme y utilizar el transporte
público tanto como me sea posible), es todo más difícil.
Después de toda esta meditación y
desvarío, me puse a pensar cómo es que hay tantísimas personas pasadas de peso,
cómo es posible que tanta gente relegue su salud de esa manera. No puedo
siquiera entender cómo, en tu fuero interno, puedes decidir que la salud no es
importante, que hay cosas más importantes: comer, vestir, pasear. ¿No debería
ser al revés? O es que el sobrepeso ya no es cuestión de salud, sino de
estética y, como manifestación en contra, engordas y no te importa, porque es
más importante la necesidad voraz de meterte cosas grasosas o dulces a la boca, de no tener autocontrol, de no analizar y crear una escala de valores, en la que la salud (física y mental) debe ser siempre una prioridad. Yo, por lo menos, si estoy gorda me siento mal, afecta mi estado de ánimo completamente, me deprime y, honestamente, me provoca una obsesión de dedicar cantidades insanas de mi tiempo a pensar en esto, en mi gordura.
Igual y es eso, preferimos tener una razón para sufrir y sentirnos tristes, volcar en eso (la gordura) toda la responsabilidad de nuestra infelicidad y depresión; porque, si yo estuviera delgada y ejercitada, y aún así no logro lo que me propongo, o no tengo novio o alguien con quien compartir mi vida, o mis amigos no me quieren, o lo que sea, entonces soy yo, mi interior, lo que está mal y necesita arrego. Y con eso, definitivamente, no se puede vivir...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Soy sólo yo?