Sí, soy bien cuadrada, me gusta que el mundo, principalmente el mío, funcione como YO considero que es la mejor opción. PERO, también soy una persona tolerante, mucho más de lo que puedan creer los que me conocen (aunque, si me conocieran, lo sabrían), y entiendo que cada quien tiene inconsciente, deseos, necesidades y demás. El problema empieza cuando queremos que los demas hagan lo que uno quiere, o cuando emitimos juicios sobre su actuar en función de nuestras necesidades.
Claro, aquí viene el ejemplo.
Por varias situaciones (algunas ya escritas aquí), he pasado unas semanas de muchísimo estrés, angustia y pánico. No han sido días normales, aunque yo he sido más yo que en los últimos años (cosa extraña, lo sé). El único gran síntoma que he presentado es la falta de hambre. El último mes prácticamente no he tenido hambre (y yo no perdonaba una comida, así como los hobbits) y he comido muy poco. Como buena estudiante de psicoanálisis, lo veo como un síntoma y decido dejarlo hablar, no callarlo ni negarlo; si está aquí y se presenta es porque mi inconsciente habla y mi única respuesta debe ser escucharlo, no hay ciencia oculta. Por supuesto, una cosa es que escuche el síntoma y otra que sea bien pendeja, y no.
Esa es la razón por la que decidí comprar suplementos alimenticios y desayunar uno, así por lo menos sé que una gran cantidad de nutrientes y vitaminas entran en mi cuerpo, y no me desnutro. Además, todos los días procuro comer un poco de carne, pollo, algo con proteínas.
Lo que me enoja es que cuando he comentado mi falta de hambre, quien escucha suele contestarme con un diarréico: cuídate, por favor, no te descuides, no te puedes enfermar ni tener anemia ni nada parecido. ¿Pero qué no ven la diferencia? ¿No es claro que si estoy tomando suplementos alimenticios y comiendo cárnicos, me estoy cuidando? ¿En qué mundo sería mejor que comiera como cerdo? O, peor aún ¿que negara que algo me está pasando y que afecta, que no logro verbalizar del todo, que escapa de mi conciencia?
Y, al final, mi pregunta es ¿no es mi vida? ¿no he mostrado que puedo hacerme responsable de ella y de mis decisiones? ¿dónde queda la confianza? (aunque esas sean tres preguntas, no una).