El amor se entrelaza con el deseo y el
goce, no se presenta en el sujeto de forma independiente, no puede ser colocado
sólo en uno de los tres registros, no es una etapa en la vida, o sólo un
momento fugaz que puede o no presentarse. El amor se encuentra inmerso en el
sujeto y todo lo que de él deviene.
Podríamos
decir que todo sujeto es consecuencia de deseo y/o goce, pero no todos lo son
del amor, es más, no todos viven el amor desde que nacen. Al hablar de
necesidad-demanda-deseo, se plantea que la primera es fisiológica, la segunda
implica no sólo la satisfacción de una necesidad, sino “algo” más: deseo. No
existe demanda alguna que no sea eso,
pero no sólo eso, algo más. Se dice que a partir del segundo llanto de un bebé,
lo que demanda no es ya el alimento, sino lo que lo acompaña: el abrazo de la
madre, la mirada, la voz. No puedo pasar por alto que hay niños que nacen y no
lo reciben, son alimentados por alguien que no tiene lazos con ellos (una
enfermera en el hospital), o por una madre que no muestra amor o deseo por él
y, aún así, el niño llora y pide algo más; más allá de la satisfacción de una
necesidad, ése niño llora y, por ponerlo en palabras, demanda amor. Pareciera
que esta demanda de amor se encuentra incrustada en el sujeto y no responde a
una experiencia anterior, no es repetición (o tal vez lo sea, de ese momento
mítico de completud) y, sin embargo, es a partir de la repetición que se
presenta. Freud escribió que uno siempre vuelve a los primeros amores, y tiene
razón en tanto que el primer amor está relacionado con la completud, con la
no-falta, con un Otro que está completo, que el sujeto mismo completa.
Si bien es cierto que
ese algo que está más allá y al mismo tiempo inmerso entre la necesidad y la
demanda, es deseo, me parece que no es sólo deseo, sino amor. Amor que se
entrelaza con el deseo.
El amor falla, y falla
siempre, se coloca como velo de Das Ding, pero es sólo un señuelo, porque el
vacío permanece y, mientras más se oculta, más se evidencia, tal vez en otro
lugar. Es a partir del registro simbólico que uno trata de acercarse a Das
Ding, encontrar un significante que pueda significarlo, pero no puede más que
bordearlo, dar cuenta de él a partir de la imposibilidad del lenguaje de
nombrarlo todo; y es también ahí donde lo real se manifiesta, porque el amor se
manifiesta el cuerpo, y el sujeto nada puede decir de ello, lo atraviesa, es
verdad que escapa al saber. Es a partir del amor que algo de la verdad del
sujeto se le presenta, la posibilidad de una respuesta a la pregunta ¿quién soy
yo? Aunque la respuesta sea insoportable.
Para
mí, el amor es complejo e insostenible, implica hacer lazo con otro (tal vez
con el gran Otro) en los tres registros: imaginario, porque no es cualquiera,
es ése, es mirada; real, porque implica al goce, esa forma particular en que
cada sujeto goza, escapa a las palabras, al saber, porque no tiene respuesta,
va siempre “más allá”; es simbólico porque debe nombrarse, engancharlo en una
cadena que pueda bordearlo, que pueda tocar al otro, que sea voz. Finalmente,
en este lazo que implica al otro, algo debe regresarle al sujeto, algo que vaya
más allá deese amor narcisista que el sujeto lanza al otro y recibe de vuelta;
se le llama ser amado, ¿pero qué es eso? ¿dónde se siente? ¿qué le da
existencia que no sean sólo las palabras? ¿cómo es que puede uno “sentirse
amado”? ¿O será que la única respuesta me resulta insuficiente: es a partir de
la voz, de la mirada?
Tal
vez el amor falla porque el otro amado hace semblante de objeto a, obtura la
falta y, al mismo tiempo, la evidencia en ambos. Después de que ha pasado el
enamoramiento, y el objeto a ha caído
como resto, no queda más que levantarlo, sacudirlo y acomodarlo en otro lugar,
que permita al sujeto sostenerse en el deseo, en la soledad que éste implica, y
crear algo que sea nuevo y pueda hacer signo en el sujeto. Me gusta pensar que es justo el amor, lo que
hace posible que el sujeto decida sostenerse en el deseo.
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¿Soy sólo yo?