No soy un fulano con la lágrima
fácil, como dice Sabina, aguanto vara y no suelo mostrar mis emociones en
público, esa no soy yo. Tengo una tía que antes que otra cosa, ante un
accidente o tragedia o lo que sea, se suelta a llorar y ya, no hay cómo hacer
que reaccione, se apendeja completamente porque está llorando. Mi prima, su
hija, es igual, un pinche mar de lágrimas. Una lata.
Por otro lado, mi mamá casi no
llora, es macha y fuerte y no se anda con esas sensibilerías de cuento de Jane
Austen (o de peli de Disney). A mi abuela materna (esa que tanto tanto quise y
me cuidó y murió hace poco) sólo la vi llorar dos veces, cuando murió un
sobrino que ella había cuidado como si fuera su hijo, y en otra ocasión, cuyo
motivo no recuerdo, pero sí a ella llorando.
En cambio, mi papá, es un
sensible. Quesque no llora y se aguanta para lo físico, pero en lo emocional,
llora como Mujerzuela barata (frase
que escuchó de un amigo suyo, un personajazo, de nombre Roberto Salcedo, de
quien, tal vez, un día escribiremos algo); llora con las películas, con las
muertes (obvio, que tampoco es un insensible sin lagrimales), con esas causas
que repercuten en las emociones.
Yo, como ya dije, no soy
emocional en público, odio llorar en lugares públicos, y odio hacerlo frente a
mis amigos; si estoy llorando y me abrazan, inmediatamente paro de llorar, no
puedo lagrimear a gusto, nada más no se me da. En cambio, y he aquí lo
patético, lloro SIEMPRE con las películas sentimentales en los finales felices,
cuando los amados no terminan juntos, cuando alguien muere, cuando todo es
tristeza, cuando dicen cosas que me son familiares, cuando algo de mi pasado es
casi igual a la película… y lo peor es que no puedo evitarlo, lo hago en el
cine, en casa sola o con amigos, no hay amo ni señor que pueda ayudarme en ese
asunto, simplemente me pongo a llorar y no paro. Igual me pasa en el teatro,
lloro si la escena lo amerita.
Si sólo fuera una cuestión de
películas, no habría tanto problema, finalmente puedo argumentar que las hacen
con ese objetivo, así que yo simplemente me comporto como se espera (o como se
debe, que es más mi asunto), el problema surge cuando lloro con los
COMERCIALES, así es si pasan un comercial con ridiculeces, o ese del niño que
mueve la boca todo el tiempo y al final se sienta con el abuelo que también lo
hace… agárrense que yo ya inundé el cuarto, porque no puedo dejar de llorar.
Una de las situaciones más extrañas
en las que lloro es al leer, obvio no todo el tiempo, pero sí a veces, cuando
el libro es particularmente triste o cuando a mis personajes principales les
ocurren tragedias: lloro. Lloré medio libro 7 de Harry Potter (aunque me pareció, todo el tiempo que lloraba, que
era una estupidez hacerlo), en el Diario
de una buena vecina de Doris Lessing, el Barón Rampante ni siquiera lo pude terminar de tanto que lloraba y
lo mucho que el final me entristecía, o me entristecía lo que yo creía que
sería el final, que no conozco, porque no lo terminé.
(Claro, así como lloro con los
libros, río a carcajas o me enojo o les contesto o les grito, ahí sí no puedo
contenerme)
En estos asuntos lagrimosos, a
veces me gustaría ser más discreta, a veces me gustaría llorar cuando las
emociones me lo piden y no cuando mi ridiculísimo ser lo decide ante algo que es
ficción. Ari no llora con la vida, pero qué tal con las telenovelas o el cine o
los comerciales…
Ahí sí, soy toda una mujerzuela
barata.
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¿Soy sólo yo?