Hoy es uno de esos días que todos
hemos tenido que, desde que te levantas piensas “hoy es un mal día, hoy debería
fingir una enfermedad y quedarme en cama”. Así estoy hoy, es terrible, un
pinche día en que varios detallitos, desparramados en diferentes momentos del
día (afortunadamente, si no, ya estaría de vuelta en mi cama, fingiendo
enfermedad y negándome a hacer cualquier cosa que no fuese quejarme), me han
hecho sentir de la chingada y desear mi casa y su posibilidad de soledad y
aislamiento. Es que, de verdad, a veces la vida es tan pinche difícil que me
dan ganas de llorar hasta que se me baje el coraje (sí, así como la ven, los
corajes o el enojo excesivo me hacen llorar y esas lágrimas sí que no puedo contenerlas).
Afortunadamente,
no describiré todo el día, que ya con haberlo vivido fue más que suficiente,
como para además escribir todos y cada uno de los eventos. No, no, no. Así que,
contemos el primero que es, además, una de las causas más comunes en mi mal
humor:
Por
cuestiones de lluvia, no lavamos la ropa el fin de semana, razón por la cual
mis posibilidades de vestimenta el día de hoy estaba reducidas. Uno pensaría
que entonces no habría problema el resto de los días, pero todos sabemos que
una cosa y la otra no tienen nada que ver. Yo, en cuanto a vestimenta para
trabajar, apoyo completamente el uniforme, pues no sólo reduce los gastos
destinados a la ropa, sino que además nos hace la vida más sencilla. Cuando ya
sabes qué chingados ponerte, no hay pierde, te pones eso y ¡listo! a sonreír
por la vida. Es que, con el paso del tiempo, he dejado de tener interés por la
ropa; no es que ya no me guste, es sólo que me parece estúpido destinarle tanta
energía y atención a algo que te pones sólo un día, y al siguiente dejas en la
ropa sucia y no vuelves a ponértelo en no sé cuánto tiempo. Claro, hay días en
que estoy inspirada o tengo antojo de ponerme una prenda en particular, pero
para ser completamente honesta, prefiero enfocarme en los accesorios del cuello
(bufada, reboso, pico, esas cosas que me fascinan). Me parece que destinamos
demasiado tiempo a los objetos que nos rodean y mucho menos a lo de adentro, lo
que es verdaderamente importante. Y sí, me vale madres, pero lo tengo que
decir, ser feliz en función de lo que compras es una estupidez, te conviertes
en esclavo del capitalismo y los objetos (y no, como ingenuamente cree la gente
que consume, dueño de ellos). La felicidad y el dinero están íntimamente
relacionadas porque uno no puede ser feliz si no tiene sus necesidades básicas
satisfechas, y para esto necesitamos, casi que a huevo, de dinero.
Regresemos
al tema que nos atañe antes de que me desvíe por algún otro de mis caminos
filosóficos nuevos (porque qué miedo con lo mucho que he replanteado mis
valores y filosofías últimamente). Así pues, en la mañana iba a ponerme la ropa
que escogí ayer (porque eso hago yo, escoger la ropa el día anterior para
evitar el drama en la mañana… por qué lo vivo bastante seguido, no lo sabemos,
pero tampoco importa): una falda gris, un suéter con manga ¾ azul cielo, medias
y zapatos negros. (Será importante hacer
mención que los lunes llego a trabajar en transporte público.
Primer error: decidí que podría
cambiarme la falda por la roja y ponerme las botas camello, así no tendría que
cargar otro par de zapatos (no puedo andar con mis tacones por las calles, me
mata el dolor).
Segundo error: Pensar que tenía
una blusa disponible que combinara con la falda y las botas. Porque no era así,
pero claro, me di cuenta de eso cuando ya me había vestido. Así que, vamos otra
vez a cambiarnos la ropa.
Tercer error: Los zapatos negros
que quería ponerme no cabían en la bolsa que uso el lunes para traer mis cosas
(porque, el lunes siempre escojo los zapatos sin tacón, así que no me había
dado cuenta del detalle).
Cuarto error: Mejor me cambio la
falda y todo y me pongo algo más… Como si hubiera ropa o posibilidades
disponibles.
Quinto error: Está bien, para
poder ponerme los zapatos sin tacón, puedo dejarme la blusa azul y ponerme un
pantalón café… el pantalón café me queda zancón, así que no fue opción (por esa
razón nunca me lo pongo, pero claro, lo olvidé).
Sexto error: ¿¡Qué demonios me
pongo?! Ya sé, los otros zapatos de piso que tengo, con una falda negra, medias
negras, el suéter que traigo puesto y asunto arreglado. Obvio, con esos
zapatos, que fueron un capricho y falda me veo fatal, se me nota más el
sobrepeso y eso me hace sentir fea y gorda TODO EL DÍA, así que no es opción.
Aunque, obvio, me di cuenta de eso ya que me había puesto la ropa.
SOLUCIÓN: Ponte el pinche
pantalón negro que siempre usas y no te gusta porque te queda grande y ya está
gastado, pero que te saca de todos los problemas, y las botas negras de tacón y
así no cargas zapatos en la bolsa y dejas de estar chingando.
CONSECUENCIA: Salí de casa 20
minutos tarde, molesta porque no me dio tiempo de desayunar ni de tender la
cama ni de nada. Y, obvio, llegué tarde a trabajar (sólo 10 minutos y nadie se
dio cuenta, pero la verdad es que me gusta llegar 20 o 30 minutos antes para
tomarme una taza de café y leer un rato, entrar en sintonía y andar de buen
humor todo el día, porque si no, los días resultan como hoy).
Y claro, como se imaginan todos
ustedes, además siento que me veo fatal.
Por eso, si por mí fuera, usaría
la misma blusa que me queda cómoda TODOS los días (bueno, el mismo modelo pero
en diferentes colores) y adiós problemas.
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¿Soy sólo yo?