Si uno me ve, podría pensar que
ando por la vida con prisa y velocidad, como si algo se me estuviera escapando,
o no hubiera tiempo suficiente para hacer todo lo que necesito. La verdad, así
hago muchas cosas, pero no es por lo pensado anteriormente, sino todo lo
contrario: voy de prisa en ciertas cosas para poder tomarme el tiempo en otras.
Por ejemplo, no veo razón alguna
para designar 3 horas a limpiar la casa cuando puedo, si lo hago rápido,
reducir ese tiempo a la mitad. Lo mismo con arreglarme en la mañana (no sé por
qué, últimamente esto no me ha sido posible, me tardo que da miedo, una lata),
acomodar y demás, si son cosas “transitorias” entonces no merecen más tiempo que
el indispensable según nuestra capacidad.
Si haces eso rápido, te queda
mucho tiempo para todo lo demás, y eso es lo mejor, porque con mucho tiempo,
puedes hacer lo que sí te gusta, importa, hace feliz, etc. con toda la calma y
el tiempo que quieras, puedes hacerlo lento, o hacerlo rápido y varias veces.
En realidad, eres amo y señor de tus satisfacciones. Sí, sé que cada vez sueno más a algo raro,
pero es que la vida no está para perderla en pendejadas o estupideces; y
tampoco digo que hay que dejar todo lo que no nos gusta de lado y hacer sólo lo
que nos causa satisfacción. Pero, si como yo, sólo trabajas para comer y no
porque lo que hagas es lo que ansia y enaltece tu alma, entonces no le dedicas
más tiempo del indispensable y te vas, pronta y veloz, a hacer lo que sí
importa. Si no, en un descuido eres un anciano lleno de frustraciones que nunca
hizo lo que quería y ahora vive con esas consecuencias. Como si lo importante
fuera llegar a viejo y no haber disfrutado todo lo que había.
Chale, me leo y me doy vergüenza,
pero ni qué decir, estoy dejando el melodrama afuera… a veces rápido y a veces
lento…
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¿Soy sólo yo?