lunes, 24 de agosto de 2009

Boris


Hace tres años mi papá adoptó un bulldog, curiosamente los dueños ya no lo soportaban, y mi papá, que siempre quiso uno paraa usar de taburete, decidió adoptarlo. Digo curiosamente porque son perros muy caros y difíciles de conseguir, por lo que, cuando uno los compra, se sabe que son enfermizos, babosos, toscos, hacen mucho ruido (mucho), y otros pormenores.
Feliz era mi papá con Boris, su bulldog que hablaba (es decir, respondía con gruñidos cuando se le hablaba), se sentaba en una silla a la mesa para jugar rummy, y era feliz. Desgraciadamente, su salud no era muy buena, se enfermó varias veces, tuvo una gingivitis complicada que se le pasó al cráneo o al cerebro, perdió varios dientes, muchos kilos, pero seguía vivo, dando lata y haciendo ruido.
El sábado, se murió. Yo me enteré hace rato, y me quedé pensando mucho en esto, en lo triste que es cuando una mascota se muere. Sé que no es igual que la muerte de una persona, más cuando es alguien querido, pero como nadie que yo quiero se ha muerto, no sé cómo se siente. Sin embargo, he perdido varias mascotas queridas. Es muy triste y difícil, sobre todo cuando creamos lazos "humanos" con el animal, cuando lo concebimos no sólo como un animalito o una cosa (legalmente, son cosas), sino como un ser vivo, que siente, piensa, quiere, necesita y da. Sobre todo la última parte, le dan a su dueño muchas cosas alegrías, compañía incondicional, una sensación de maternidad (en mi caso).
Todos estos lazos hacen que la pérdida sea muy difícil, sin duda. Yo todavía recuerdo con nostalgia a varias mascotas que quise mucho, y murieron. Sin embargo, algo curioso me pasa: me duele, pero lo supero relativamente pronto. No sé si porque bloqueo la realidad, pero en cuanto muere una mascota, comienzo a pensar en cuál será la siguiente que la sustituirá, qué perro, raza, sexo, y cómo va a ser. Qué le voy a enseñar, y cómo nos vamos a acompañar. Tal vez, esta sea la gran ventaja de las mascotas, que pueden ser reemplazables sin gran dificultad, a diferencia de las personas, que una vez perdidas, dejan un agujero en nosotros que nada, nadie ni el tiempo podrán tapar.

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¿Soy sólo yo?