martes, 31 de julio de 2012

¿Que no son sólo 2 jefes? Me timaron...


Siempre pensé que, si tengo un objetivo claro, el medio puede resultar llevadero, que no es ni tan grave ni terrible y que vale la pena. Obvio, lo pensaba, pero en muchas ocasiones ni lo he sentido así, ni he querido llegar a cierta meta, porque el camino/medio no me gusta. Y es que no es fácil, sobre todo en ciertos asuntos; es fácil hacer ejercicio y dejar de comer si quieres estar en forma y sana, al principio cuesta trabajo, pero ya después el medio se convierte en el fin y no hay problema; pero tener un trabajo y “hacerlo” todos los días, porque es el único medio que tienes para estudiar y después vivir de lo que sí quieres hacer, no es cosa sencilla. Y tampoco es que me tire al drama porque tengo que trabajar 14 horas diarias en condiciones paupérrimas y lejos de mi casa, no, sé dimensionar, aunque no por esto resulta más sencillo.

No puedo decir que mi trabajo es terrible o que me la paso mal, sí tienes sus contras, pero sobre todo es la ironía de trabajar como asistente y ADEMÁS, tener 2 jefes más porque hay muchas cosas por hacer, porque tienes tantas cualidades que deben aprovecharlas, bla bla bla. Al final resultan sólo excusas y yo, con 4 jefes diferentes, que esperan ser complacidos y obedecidas sus órdenes como si se me fuera la vida en ello. Y no, me niego categóricamente a ser el objeto fantasía de todos ellos, porque es la solución rápida: aprovecha al personal que ya tienes y ponlo a hacer trabajo que no le corresponde, porque sale más barato que contratar a alguien más. Claro, bola de pendejos, eso siempre sale más barato pero es también la ruta para la infelicidad del trabajo y una razón para que busque otra opción, para deje de rendir y ya no le guste trabajar en tu empresa.

Entiendo, pero me parece súper triste, que sin importar el tipo de empresa o el ramo al que pertenecen, al final a todos los miembros y dueños lo que les interesa es hacer dinero y no les importa que a ti, por necesidad o por erróneo gusto (es decir, creer que haces lo que quieres, cuando en realidad es sólo la fantasía de que eso es lo que te gusta, el trabajo, más no la forma), se te consuma la vida en ello.

Pero eso sí, al final, todos creen que sus trabajadores viven poca madre y son bien felices y ellos son súper jefes porque te dan un buen espacio de trabajo y las herramientas para que te desarrolles al máximo y cumplas tus objetivos… ja ja ja.

viernes, 27 de julio de 2012

¿Te pusiste bilé?


De repente tuve una epifanía: debía saber qué demonios significa la palabra bilé y por qué ya no se usa.

Ja ja j aja. Yo también me reí nada más de pensar que eso ni es una epifanía, ni es algo importante; pero vamos, que a veces la curiosidad va a donde ni el aburrimiento, así que, investigué:
Según el DRAE, es sinónimo de pintalabio en México (y ya todos sabemos qué es un pintalabios y no tiene ningún chiste).

Y esa es toda la información que pude obtener...

¿Pero qué si quieres algo que no planeaste?


Me parece que el martes, después de comer en el trabajo, platicaba con mis compañeritos sobre la planeación financiera en mi vida, cómo llevo todas mis cuentas impecables y al día, que no tengo deudas y no sufro con el dinero. Obvio, preguntaron cómo le hacía, y les dije que el truco está en presupuestar y ser objetivo y honesto al presupuestar, es decir, si vas a planear tus gastos, debes considerar lo que te gastas en el súper (por poner un ejemplo), sumar que te gusta comprar queso de cabra y vino y papas y no fantasear con que no los comprarás, porque entonces sí, no salen las cuentas. Claro, ser honesto no significa decir que vas a dejar dinero porque tal vez, la siguiente semana quieras comprar medio kilo de jamón serrano… si no es real, no lo contemples.

Entonces, se el dinero se gasta hacia adelante, no hacia atrás, no puedes recibir tu sueldo el día 30 de julio y usarlo para pagar lo que gastaste en julio, es para mantenerte en agosto. Así debe ser, siempre hacia adelante, si lo haces al revés, estás mal, porque estás consumiendo con dinero que NO tienes, sin importar si lo “tendrás a fin de mes”.

Al principio se mostraron interesados, pero después las preguntas surgieron:
¿Pero cómo puedo planear lo que voy a gastar con la novia?
¿Pero qué pasa si un día encuentro algo en oferta y no lo presupuesté?
¿Qué pasa si se me antoja algo, no lo compro?

Obvio, mis respuestas fueron:
Se puede planear lo que vas a gastar con la novia, sólo es cuestión de hacer un recorrido a los gastos pasados para saber que le dedicas (por ejemplo) en promedio $1,000 a la semana, así que los presupuestas: $1,000 por semana para novia. (Tan fácil que es).
Si encontraste algo en oferta y no está presupuestado, debes preguntarte dos cosas: 1) lo necesito, 2) de verdad lo voy a usar. Si respondes un “bueeeeno, o tal vez, es que está barato y bonito”, entonces no debes comprarlo.
Si se antoja algo y no está presupuestado, no se compra porque, en sentido estricto, no hay dinero para eso.

Claro, igual que con la novia, uno debe presupuestar dinero para lo “impredecible”, lo que en algún momento puede hacernos falta (se rompió la licuadora, o se descompuso el coche, o se rompieron mis pantalones), yo destino cada mes dinero para el médico, para el coche (servicio, verificación, tenencia, seguro y eso que siempre le pasa y no puedo preverlo), del aguinaldo pago la renovación de lo necesario de ropa (calzones, calcetines, pantalones, lo que sea que haya “muerto” y necesito reponer, obvio, lo que necesito). Y así sucesivamente, planeo y planeo y si algún día ocurre una desgracia o algo así, tengo dinero ahorrado (que destino cada mes) y puedo  hacerle frente.

Les expliqué todo esto y estaban anonadados, parecía que les hablara de gustos sexuales con frutas y animales muertos, como si planear la economía y prever fuera algo completamente extraño; y continuaban con sus preguntas: ¿qué pasa si te quieres dar un lujo? ¿Qué haces si quieres comprarte algo porque después te vas a arrepentir? ¿qué no el dinero es justo para eso, para gastarlo si se te antoja?

Qué alienada me siento del mundo (y no porque se a-lienado de gente), qué difícil es vivir rodeada de consumistas cuando yo me alejo cada vez más de eso, cuando yo no quiero gastar mi dinero en pendejadas, cuando no quiero darme “lujos o caprichos” sólo por hacerlo. Me gusta usar el dinero para satisfacer mis necesidades básicas, pero no para “llenar mí vacío con objetos”, de hecho, me he dado cuenta de que comprar objetos con esa expectativa sólo aumenta más mi vacío y frustración, y me ancla a los objetos, me hace esclava de ellos y no al revés…

¿Pero cómo le explicas eso a la gente que trabaja sólo para poder consumir?

jueves, 26 de julio de 2012

Es que los reggaetoneros...


Inspirada en un diálogo/debate/algo que tuve hace rato con un amigo (y sus amigos) en el Facebook, decidí escribir este post, que había pensado antes pero, para ser honesta, no quería entrar en detalles de derecho y política aquí, porque eso siempre se presta a problemas. Ni modo, ante lo inevitable: nada.

Durante el tiempo que estudié derecho y trabajé en la investigación de su teoría y filosofía, tuve la oportunidad ociosa de pensar mucho sobre discriminación. Después, entre el psicoanálisis y mi personalidad, me di cuenta de lo importante que es el respeto ante todo. Pero, en cuanto a la discriminación, no puedo sino confesar que me parece un poco pendejo crear generalizaciones y tratar mal o despreciar (o cualquier actividad considerada como discriminatoria) a la gente porque está en el “grupo” que no nos gusta. Lo siento, pero me resulta una pendejada. Puedo entender que uno diga “odio a los violadores”, porque ése grupo en particular ha realizado una acción que afecta, en términos reales, legales y objetivos a una persona/s o grupo o lo que sea. Y lo entiendo, pero la verdad es que no lo comparto; puedes odiarlos, pero en realidad lo que tratas de verbalizar y “odiar” es el miedo que tienes a que sus actividades (de violadores) recaigan sobre ti, no es abstracto sino todo lo contrario.

Entonces, si me parece una tontería discriminar, es evidente que no lo hago… en principio… (y he aquí el tema del post), puedo decir que no discrimino porque de manera consciente no emito expresiones discriminatorias, ni le brindo un trato diferente a alguien sólo porque forma parte de un grupo social que a mí no me gusta. P E R O, a veces, sin siquiera darnos cuenta, decimos frases que son completa, total y absolutamente discriminatorias:
No seas indiorante
Ahora sí andas como pata rajada
Me hacen trabajar como negro
Pinche indio
Es que las nacas…
Vestida así parece puta de esquina.

No se me ocurren más por el momento, pero creo que todos entendemos el punto. Esas frases forman parte de nuestro vocabulario, de la forma en que nuestra sociedad se expresa y las usamos sin siquiera darnos cuenta de que son discriminadoras.

Dejemos de lado esta parte cultural-discriminatoria, y regresemos a mi afirmación de que no discrimino, que soy una persona que tolera al otro, sin importar cuán diferente a mí sea, y que considera que todas las personas merecen respeto. Esto quiere decir que trato y espero que los demás traten con respeto al peor de los violadores, al más sangriento y despiadado asesino, a quien viola niños, a los neo nazis, a los gringos que odian a los mexicanos y los cazan en la frontera… todos ellos merecen respeto, porque son, antes que otra cosa, humanos. No quiere decir que por eso no se les aplique todo el peso de la ley a quienes la violan, o no me aleje de personas que tienden a discriminar (tanto los grupos a los que pertenezco, como a los que no), pero son cuestiones diferentes: respeto: sí, libertad: quién sabe.

Expuesta ya mi filosofía sobre la discriminación, leí hoy en el Facebook un comentario de un amigo que afirmaba que ciertos grupos sociales (principalmente de clase baja, clase media-baja) que integran tribus urbanas (emos, reggaetoneros) tienen pésima ortografía, simple y sencillamente por el tipo de música que escuchan. Es decir, generalizó a quienes tienen pésima ortografía en el mismo grupo de quienes escuchan reggaetón, sólo porque gustan de escuchar esta música.

Eso, señores y señoras, es discriminatorio y no debería suceder (ja, podría caer en discriminar al discriminador, pero ¡no pasará!), sobre todo porque las generalizaciones tienden a ser falsas o falacias y, ante eso, uno sólo queda como un tontín.

martes, 24 de julio de 2012

Es que me dio diarrea


Este es un tema que va más allá de lo evidente, podrían pensar que es sólo un post tonto y escatológico y, aunque sí lo es, tiene un objetivo invaluable.

A todos nos ha pasado, a veces necesitas una excusa, porque no quieres ir a la fiesta/compromiso/reunión (presente y pasado), o no tienes ánimos para ir a trabajar, o lo que sea; y, en esas ocasiones, es difícil echar mano de una excusa que no resulte, al final, más compleja y molesta que haber dicho la verdad (o haber cumplido con lo que se esperaba de uno). Así pues, yo he descubierto que la mejor excusa del mundo es decir:
Es que me dio diarrea.

Así, fácil, sencilla y concisa y, sobre todo, es algo que da por terminada cualquier conversación. No sé por qué será, pero es un hecho que, en cuanto mencionas la diarrea, a la gente se le quitan las ganas de hablar o de meterse en tu vida. Pareciera que es la actividad que más incomoda.

Por supuesto, a mí me parece súper curioso esto, porque a TODAS las personas en este mundo, en algún momento de su vida, les ha dado diarrea, es más, todos hacemos caca de manera regular y periódica (algunas personas ni periódica ni regular, pero sin duda les ocurre, es una condición sine qua non del humano); pero, por algo todo lo relacionado con esto es tabú e incómodo. Y, sobre todo, cuando se refiere a la diarrea. Uno puede decir que se siente mal de mil cosas y la gente te pregunta, pero de eso, ¡jamás! Recuerdo que mi hermanito, el primer año de hacer “del baño” en el baño, solía hacer un resumen de sus actividades, salía del baño y te decía: hice caca zafada; hice caca verde; hice caca aguada; y así sucesivamente. Tenía una capacidad descriptiva asombrosa para un niño tan pequeño (y tan bien encausada). Esta situación, que no respetaba escuchas, era incómoda para todos, pero entendíamos que el niño consideraba importante en su vida hacer dicha descripción, pues es, al final del día, un proceso biológico y natural.

Aun así, es decir, de saber que es un proceso natural y que le pasa a todos, no lo vemos de esta forma, existe un enorme tabú sobre lo que hace uno en el baño y, sobre todo, de las cacas (como si qué… no lo entiendo).

Obvio, no me voy a poner a hacer toda una descripción sobre el tabú, sus causas y consecuencias; en realidad, el propósito de mi post es hacer una recomendación, cuando quieran una excelente excusa, que no dé entrada a ninguna réplica, digan que tuvieron diarrea. Eso garantiza que nadie querrá saber ni el más mínimo detalle…

P.D. No tiene nada que ver, pero hace un rato en la oficina (bueno, en la oficina de abajo) prendieron un taladro y uno de los chicos del trabajo creyó que era el estómago de alguien… increíble…

jueves, 19 de julio de 2012

Es que estás joven, después seguro cambias de parecer


He pensado muchas veces que debería escribir este post, pero siempre pasa algo que me hace dejarlo “para después”. No sé si influye que es un tema delicado para mucha gente, o que tengo mis reservas porque podría salirme particularmente agresivo. Claro, ya sabemos que soy bastante agresiva en mi escribir, así que creo que podemos pasar esto por alto y escribirlo/leerlo con la mejor intención, a sabiendas de hablo de mí y sólo de mí, no pretendo evangelizar.

Entonces, el tema que trataré hoy es mi deseo de NO TENER HIJOS. Sí, sí, sí, uno empieza a pensar y pensar un montón de cosas que podrías afectar esta afirmación, cambiarla, o lo que sea. Así que, no quiero tener hijos y las razones son las siguientes:
  • ·         Los hijos son para siempre, no es algo que puedes querer un día y al siguiente decir que mejor ya no, que son una lata, que te arrepientes. Son para toda la vida y TE CHINGAS.
  • ·         Ser padre es una labor de tiempo completo, no de un ratito en la noche y los fines de semana, es de todos los días, debes dedicarles tiempo, estar con ellos, acompañarlos, satisfacer sus necesidades básicas (dentro de lo sano, obvio). Es estúpido decir que quieres ser padre/madre y que lo seas sólo por las noches, porque “no vas a dejar de trabajar”, y que los fines de semana estés tan cansado y hastiado de la semana, que no quieras ni levantarte temprano con los hijos, ni jugar o hacer algo con ellos. Ellos no son un trabajo que si no quieres hacer te puedas hacer pendejo.
  • ·         SI tienes un hijo, tu escala de necesidades básica cambia completamente, ya no es importante lo que tú quieres, necesitas, deseas o planeas; los primeros años del niño, lo importante será lo que él necesita, desea, quiere. Sí, también dentro de lo sano y no de o simbiótico.
  • ·         No puedes echarle en cara o reclamarle lo que has hecho por él. Eso TÚ lo decidiste, él no, y ni modo. Ser padre implica dar, y las consecuencias emocionales de decirle que es culpable o la causa o responsable de tús actos, además de ser una canallada, es traumático.
  • ·         No me gustan los niños, me desesperan la mitad del tiempo.
  • ·         Me da miedo que la genética se organice de tal forma que salga con las peores combinaciones, en cuando a salud, fisiología, desarrollo mental, emocional, carácter, y todas las demás cosas que no pueden preverse, pero que si pasan, son terribles.
  • ·         Me parece absolutamente patológica la idea de que los hijos son una forma de trascender, de dejar algo mío. Es asqueroso y narcisista, los hijos SON individuos independientes, separados de nosotros, con su propia vida y necesidades y decisiones, no son una extensión de nosotros.


Por supuesto, mucha gente me ha dicho que es cuestión de tiempo, que seguro después sí voy a querer hijos, que es sólo una etapa, bla bla bla bla bla. A todos ellos les contesto:
  • ·         No, nunca voy a cambiar de idea, no he querido tener hijos en 16 años, no creo que esa decisión cambie.
  • ·         Así como yo respeto que tengan hijos, los traumen y maleduquen, respeten la forma en que yo quiero llevar mi vida.
  • ·         Parece un impulso o idea no pensada, pero es todo lo contrario, si hay algo que yo hago es analizar hasta lo aterrador las decisiones y tomar la que, después del análisis y el balance de costo-beneficio, proyecciones a futuro y demás, sea la mejor. No quiero tener hijos porque no quiero ser madre y es una decisión, no un capricho.
  • ·         Aunque digan que luego cambiaré de parecer, ¿no les parece que es mucho más aterrador que cambie de parecer? ¿Qué tal que después lo haga otra vez y ya tenga al hijo?

En vez de juzgarme a mí por no querer hijos, deberían pensar en qué hay en ustedes que los tuvieron pero “no cuadra”…

miércoles, 18 de julio de 2012

Rápido o lento


Si uno me ve, podría pensar que ando por la vida con prisa y velocidad, como si algo se me estuviera escapando, o no hubiera tiempo suficiente para hacer todo lo que necesito. La verdad, así hago muchas cosas, pero no es por lo pensado anteriormente, sino todo lo contrario: voy de prisa en ciertas cosas para poder tomarme el tiempo en otras.

Por ejemplo, no veo razón alguna para designar 3 horas a limpiar la casa cuando puedo, si lo hago rápido, reducir ese tiempo a la mitad. Lo mismo con arreglarme en la mañana (no sé por qué, últimamente esto no me ha sido posible, me tardo que da miedo, una lata), acomodar y demás, si son cosas “transitorias” entonces no merecen más tiempo que el indispensable según nuestra capacidad.

Si haces eso rápido, te queda mucho tiempo para todo lo demás, y eso es lo mejor, porque con mucho tiempo, puedes hacer lo que sí te gusta, importa, hace feliz, etc. con toda la calma y el tiempo que quieras, puedes hacerlo lento, o hacerlo rápido y varias veces. En realidad, eres amo y señor de tus satisfacciones.  Sí, sé que cada vez sueno más a algo raro, pero es que la vida no está para perderla en pendejadas o estupideces; y tampoco digo que hay que dejar todo lo que no nos gusta de lado y hacer sólo lo que nos causa satisfacción. Pero, si como yo, sólo trabajas para comer y no porque lo que hagas es lo que ansia y enaltece tu alma, entonces no le dedicas más tiempo del indispensable y te vas, pronta y veloz, a hacer lo que sí importa. Si no, en un descuido eres un anciano lleno de frustraciones que nunca hizo lo que quería y ahora vive con esas consecuencias. Como si lo importante fuera llegar a viejo y no haber disfrutado todo lo que había.

Chale, me leo y me doy vergüenza, pero ni qué decir, estoy dejando el melodrama afuera… a veces rápido y a veces lento…

martes, 17 de julio de 2012

Pero me hacen taaaan feliz...


Como era de esperarse, el día de ayer siguió en el mismo sentido. Afortunadamente, al final pude darle la vueltecilla y no pasármela tan del asco. Es parte inalienable mía la necesidad de quejarme y de hablar y hablar hasta entender las causas hechos y consecuencias de lo que me molesta. Por eso ayer me di cuenta de que la vida resulta en su mayoría absurda (sí, además estoy inspirada por haber leído a Freud, que les digo), de que una gran parte de lo que nos importa o delimita o dirige es pura pendejada, y no porque yo lo diga, sino porque en vez de hacernos la vida más feliz o práctica o mejor, sale al revés.

Un ejemplo de esto es el arreglo personal o, más bien, la forma en que lo vivimos: vemos o imaginamos un cierto artículo, digamos zapatos y, a partir de allí, los deseamos, hacemos planes para comprarlos (o, como mucha gente lo hace, simplemente los compras y a la chingada lo demás), destinamos un porcentaje de nuestro ingreso para esto, sacrificamos otras cosas… y, al fin, los tenemos, son nuestros y los podremos usar, si tienes suerte (que casi nunca es mi caso) te quedan bien y puedes usarlos sin problema, pero si no (que es mi caso), sufres cuando te los pones, o resulta que te quedan grandes, o te lastiman, o no son para caminar más de media cuadra por puesta… la lista de inconvenientes puede ser infinita igual que la estúpida necesidad de repetirlo todo: ver unos zapatos, desearlos, comprarlos, sufrirlos, y vuelta a empezar.

Seguro que no soy la primera persona en el mundo que lo piensa, pero como soy la única que escribe aquí, puedo darme el lujo de “descubrir el agua tibia”. Decía yo, que esto me pasa a mí, pero también sé que le pasa a otras personas, que compran objetos y éstos les cambian la vida (y no como ellos creen). Ahora, cuando tienes un gusto repetitivo (te gusta comprar bolsas o zapatos) destinas muchísimo dinero a ello, porque “te hacen tan feliz” y cualquier otra excusa pendeja que podamos decir. Lo que no nos damos cuenta es que al escoger eso, al comprar eso, dejamos de hacer y comprar otras cosas, y a veces lo que NO tendremos es mucho más importante que lo que nos gusta comprar. Si yo compro zapatos porque me hacen feliz, y cada año gasto en eso, por decir, $10,000, quiere decir que NO compré $10,000 de otras cosas; es fácil, si yo me la paso comprando cosas caras o finas o de moda porque fantaseo con que eso me va a hacer feliz, dejo atrás lo otro, y no es que esté mal que uno busque ser feliz, lo que está mal es que no somos conscientes de que no es ése objeto lo que nos hace felices, es más, ni siquiera nos satisface, pues si así fuera, al tenerlo agotaríamos las necesidades y no compraríamos más. Pero no pasa así, ¿o sí? Tal vez llenemos de expectativas al objeto y éste, como objeto, es incapaz de satisfacerlas; tal vez sólo nos gusta la sensación de comprar y poseer, pues esto nos llena; tal vez es mejor tener bonitos adornos afuera y dedicarles toda nuestra energía, porque si no, tendríamos que poner atención al interior, y eso no es ni fácil ni grato…

Tal vez, estamos tan ahogados en capitalismo y consumismo que ni siquiera nos hemos dado cuenta de que nos vaciamos cuando lo que más deseamos es sentirnos llenos.

Ja, otra vez me desvié... me parece que más bien mi intención era escribir sobre cómo sufrimos como consecuencia directa de tener el objeto. En mi caso, si no comprara esos zapatos, no me molestaría, y esto tal vez me haría mucho más feliz que comprarlos y tenerlos. Tal vez si sólo comprara lo cómodo y útil sería mucho más feliz, tendría más dinero y podría hacer con él algo útil. Porque, ¿no les encanta la gente que todo el tiempo dice que le hace falta dinero pero en realidad se lo gastan en un montón de pendejadas?

lunes, 16 de julio de 2012

Mejor me hubiera quedado en casa.


Hoy es uno de esos días que todos hemos tenido que, desde que te levantas piensas “hoy es un mal día, hoy debería fingir una enfermedad y quedarme en cama”. Así estoy hoy, es terrible, un pinche día en que varios detallitos, desparramados en diferentes momentos del día (afortunadamente, si no, ya estaría de vuelta en mi cama, fingiendo enfermedad y negándome a hacer cualquier cosa que no fuese quejarme), me han hecho sentir de la chingada y desear mi casa y su posibilidad de soledad y aislamiento. Es que, de verdad, a veces la vida es tan pinche difícil que me dan ganas de llorar hasta que se me baje el coraje (sí, así como la ven, los corajes o el enojo excesivo me hacen llorar y esas lágrimas sí que no puedo contenerlas).

                Afortunadamente, no describiré todo el día, que ya con haberlo vivido fue más que suficiente, como para además escribir todos y cada uno de los eventos. No, no, no. Así que, contemos el primero que es, además, una de las causas más comunes en mi mal humor:
  
              Por cuestiones de lluvia, no lavamos la ropa el fin de semana, razón por la cual mis posibilidades de vestimenta el día de hoy estaba reducidas. Uno pensaría que entonces no habría problema el resto de los días, pero todos sabemos que una cosa y la otra no tienen nada que ver. Yo, en cuanto a vestimenta para trabajar, apoyo completamente el uniforme, pues no sólo reduce los gastos destinados a la ropa, sino que además nos hace la vida más sencilla. Cuando ya sabes qué chingados ponerte, no hay pierde, te pones eso y ¡listo! a sonreír por la vida. Es que, con el paso del tiempo, he dejado de tener interés por la ropa; no es que ya no me guste, es sólo que me parece estúpido destinarle tanta energía y atención a algo que te pones sólo un día, y al siguiente dejas en la ropa sucia y no vuelves a ponértelo en no sé cuánto tiempo. Claro, hay días en que estoy inspirada o tengo antojo de ponerme una prenda en particular, pero para ser completamente honesta, prefiero enfocarme en los accesorios del cuello (bufada, reboso, pico, esas cosas que me fascinan). Me parece que destinamos demasiado tiempo a los objetos que nos rodean y mucho menos a lo de adentro, lo que es verdaderamente importante. Y sí, me vale madres, pero lo tengo que decir, ser feliz en función de lo que compras es una estupidez, te conviertes en esclavo del capitalismo y los objetos (y no, como ingenuamente cree la gente que consume, dueño de ellos). La felicidad y el dinero están íntimamente relacionadas porque uno no puede ser feliz si no tiene sus necesidades básicas satisfechas, y para esto necesitamos, casi que a huevo, de dinero.

                Regresemos al tema que nos atañe antes de que me desvíe por algún otro de mis caminos filosóficos nuevos (porque qué miedo con lo mucho que he replanteado mis valores y filosofías últimamente). Así pues, en la mañana iba a ponerme la ropa que escogí ayer (porque eso hago yo, escoger la ropa el día anterior para evitar el drama en la mañana… por qué lo vivo bastante seguido, no lo sabemos, pero tampoco importa): una falda gris, un suéter con manga ¾ azul cielo, medias y zapatos negros.  (Será importante hacer mención que los lunes llego a trabajar en transporte público.

Primer error: decidí que podría cambiarme la falda por la roja y ponerme las botas camello, así no tendría que cargar otro par de zapatos (no puedo andar con mis tacones por las calles, me mata el dolor).

Segundo error: Pensar que tenía una blusa disponible que combinara con la falda y las botas. Porque no era así, pero claro, me di cuenta de eso cuando ya me había vestido. Así que, vamos otra vez a cambiarnos la ropa.

Tercer error: Los zapatos negros que quería ponerme no cabían en la bolsa que uso el lunes para traer mis cosas (porque, el lunes siempre escojo los zapatos sin tacón, así que no me había dado cuenta del detalle).

Cuarto error: Mejor me cambio la falda y todo y me pongo algo más… Como si hubiera ropa o posibilidades disponibles.

Quinto error: Está bien, para poder ponerme los zapatos sin tacón, puedo dejarme la blusa azul y ponerme un pantalón café… el pantalón café me queda zancón, así que no fue opción (por esa razón nunca me lo pongo, pero claro, lo olvidé).

Sexto error: ¿¡Qué demonios me pongo?! Ya sé, los otros zapatos de piso que tengo, con una falda negra, medias negras, el suéter que traigo puesto y asunto arreglado. Obvio, con esos zapatos, que fueron un capricho y falda me veo fatal, se me nota más el sobrepeso y eso me hace sentir fea y gorda TODO EL DÍA, así que no es opción. Aunque, obvio, me di cuenta de eso ya que me había puesto la ropa.

SOLUCIÓN: Ponte el pinche pantalón negro que siempre usas y no te gusta porque te queda grande y ya está gastado, pero que te saca de todos los problemas, y las botas negras de tacón y así no cargas zapatos en la bolsa y dejas de estar chingando.

CONSECUENCIA: Salí de casa 20 minutos tarde, molesta porque no me dio tiempo de desayunar ni de tender la cama ni de nada. Y, obvio, llegué tarde a trabajar (sólo 10 minutos y nadie se dio cuenta, pero la verdad es que me gusta llegar 20 o 30 minutos antes para tomarme una taza de café y leer un rato, entrar en sintonía y andar de buen humor todo el día, porque si no, los días resultan como hoy).

Y claro, como se imaginan todos ustedes, además siento que me veo fatal.
Por eso, si por mí fuera, usaría la misma blusa que me queda cómoda TODOS los días (bueno, el mismo modelo pero en diferentes colores) y adiós problemas.

viernes, 13 de julio de 2012

Ahora sí, vamos a tener que apetarnos el cinturón

NOTA: Me quedé picada con el post anterior, así que decidí escribir sobre otro fenómeno bastante similar:

Otra frase de esas, típicas, que escuchas siempre en este tipo de familias (es decir, familias que tienen este tipo de padres) es “ahora sí va a haber que apretarse el cinturón”, que en este caso la timba o panza es sinónimo de la forma de gastar y el cinturón es, en ambos casos, lo que contiene tremenda grandeza. Entonces, si te aprietas el cinturón, vas a dejar de gastar mucho, es más, vas a tratar de acomodar tu economía de tal forma que puedas salir de un bache. También se utiliza cuando ocurre un gasto no planificado o un recorte en el ingreso; en esta situación, te abrochas el cinturón porque el dinero será menor por el momento.

Como pueden imaginarse, esta es una frase temporal, que se refiere a un periodo específico y no a una forma de vida (aunque haya gente que todos los días de su vida se aprieta el cinturón, porque le quedan grandes los pantalones, o porque quiere negar su panza), aunque, como todas las ironías y crueldades, se repite con mucha frecuencia.

Otra vez lo mismo, ¿si no tienes dinero, por qué no dejas de gastar a lo pendejo? Si, porque crees que todo lo que consumes responde a necesidades básicas, creer que tener el refrigerador a tope con productos de primera calidad es lo más lógico y racional y que, si terminas tirando comida que se echó a perder, es porque el resto de la familia es una desobligada y no porque tú eres un obsesivo consumista que no sabe cuánto o cómo comprar. Porque claro, esta gente que se aprieta el cinturón gastan madrales en el “súper”, en gasolina, cambian y cambian de coche, compran nuevos productos electrónicos inclusive si no los necesitan, van al cine, salen a comer a restaurantes, compran ropa. Todo lo que NO ES un análisis concienzudo de sus necesidades y una jerarquía de las mismas. Otra cosa importante es que, cuando uno tiene el presupuesto apretado o justo, debes someter tus necesidades al dinero, no el dinero a tus necesidades.

Porque sí, irás por la calle sintiéndote un chingón porque usas tus tarjetas de crédito y te das una vida bomba, pero sabemos que no eres más que un pendejo que vive de prestado y que no es dueño de lo que tiene (porque si no lo has pagado, no es tuyo), que prefiere vivir de prestado que aceptar su realidad y, como consecuencia, denigra a quien no tiene tarjetas o decide ser amo de sus gastos (y no al revés, como el pendejo), cuando, al final, sabemos quién es el pendejo, ¿ o no?


jueves, 12 de julio de 2012

En la quincena te lo compro.


No sé si sea un fenómeno humano, tercermundista, de wannabe capitalista, latino, mexicano, chilango o qué, pero sin duda alguna lo he visto en varias familias (lo he visto quiere decir que he adquirido esa experiencia de primera mano, para que no parezca poco científico).

Pongamos, por ejemplo, una bella mujer de 15 años que quiere unos jeans, o necesita un libro, o calzones, o anteojos, o ir al ortopedista, esa mujer vive con su padre y la esposa de él (obviamente) y, cuando pide dicho objeto (o necesidad) la respuesta es:
Te lo compro en la quincena
O
Ahora que tenga dinero, te lo compro

No sé ustedes, pero a esa mujer, esa frase le hace pensar (pendeja ella) que sí van a comprarle/pagarle lo que pidió, así que deja pasar los días hasta que llega la quincena, ahora está ansiosa y espera el día en que sus necesidades sean satisfechas… pero no pasa nada… los días van y pasan y ninguno de los dos adultos ha cumplido su promesa (declaración unilateral de voluntad, vaya, que es que te obligas por expresarlo) y, no sólo eso, la mujer ha escuchado todos esos días comentarios sobre la falta de dinero, los mil gastos, las preocupaciones, los cinturones apretados (ya hablaremos de esta frase, calma), etc. Así que, frustrada y triste se da cuenta de que no se lo van a comprar, no importa si lo necesita o lo quiere, es algo que no va a tener.

Ejemplos como estos, seguro que todos tenemos varios, no creo que sea una situación que escape del conocimiento de cualquier clasemediero. Lo que sin duda alguna escapa de nuestro conocimiento es
¿por qué chingados, si no te van a comprar las cosas, te dicen que sí, pero que esperes a la quincena?
No creo que sea muy difícil de discernir, entender, comprender, interiorizar, es fácil: si no lo vas a hacer, no digas lo contrario. Porque, y he aquí lo importante, los hijos confían en ti, creen que cuando dices algo es por una razón y que no vas a dejar de cumplir tu palabra. Obvio, después de dos o tres “en la quincena te lo compro”, dejan de confiar en ti y se dan cuenta de que tu palabra no es más que eso: palabras vacías.

Claro, dudo que los padres alguna vez se hayan puesto a analizar esto, que crean que las intenciones son lo único que importa y nos marca, y no los hechos. Porque no dudo que te lo dicen así porque su intención es comprarte lo que pides, pero que los gastos los rebasan y por eso ni modo, esta quincena no se pudo. Ahora bien, más allá del terrible trauma emocional que nos provoca la falta de congruencia, honestidad, responsabilidad y honor que tienes nuestros padres, yo me pregunto ¿por qué lo dicen?¿por qué no mejor te dicen que no hay dinero para eso y que si quieres algo vas a tener que trabajar para poder comprarlo. O, mejor aún, que uno no puede ir por la vida deseando objetos que rebasan tu condición económica, que es mucho mejor aceptar que no tienes dinero para eso y, que si en verdad quieres algo, debes comenzar por trabajar y satisfacer tus necesidades básicas.

Esto en el caso de la gente cuya economía no es laxa, pero en el caso de quienes ganan bien pero por más que ganan “no les alcanza”, deberían priorizar, en el ejemplo de la hermosa mujer, en su familia sí había dinero suficiente, se compraban varios productos considerados (por quien quieras, menos los que son consumistas y pendejos, al mismo tiempo o sobre las mismas cosas) de lujo. ¿Cómo es que no hay dinero para unos calzones o anteojos o médico, pero sí hay dinero para que los hermanos de ella traigan tenis caros, o se vayan al cine, o el padre y la madrastra salgan de viaje? Seamos sinceros, si no hay dinero, es porque son unos irresponsables. (Nota: los hijos cuestan y un chingo, si no quieres gastar en ellos no los tengas, y si ya los tuviste, te chingas).

miércoles, 11 de julio de 2012

Como mujerzuela barata


No soy un fulano con la lágrima fácil, como dice Sabina, aguanto vara y no suelo mostrar mis emociones en público, esa no soy yo. Tengo una tía que antes que otra cosa, ante un accidente o tragedia o lo que sea, se suelta a llorar y ya, no hay cómo hacer que reaccione, se apendeja completamente porque está llorando. Mi prima, su hija, es igual, un pinche mar de lágrimas. Una lata.

Por otro lado, mi mamá casi no llora, es macha y fuerte y no se anda con esas sensibilerías de cuento de Jane Austen (o de peli de Disney). A mi abuela materna (esa que tanto tanto quise y me cuidó y murió hace poco) sólo la vi llorar dos veces, cuando murió un sobrino que ella había cuidado como si fuera su hijo, y en otra ocasión, cuyo motivo no recuerdo, pero sí a ella llorando.

En cambio, mi papá, es un sensible. Quesque no llora y se aguanta para lo físico, pero en lo emocional, llora como Mujerzuela barata (frase que escuchó de un amigo suyo, un personajazo, de nombre Roberto Salcedo, de quien, tal vez, un día escribiremos algo); llora con las películas, con las muertes (obvio, que tampoco es un insensible sin lagrimales), con esas causas que repercuten en las emociones.

Yo, como ya dije, no soy emocional en público, odio llorar en lugares públicos, y odio hacerlo frente a mis amigos; si estoy llorando y me abrazan, inmediatamente paro de llorar, no puedo lagrimear a gusto, nada más no se me da. En cambio, y he aquí lo patético, lloro SIEMPRE con las películas sentimentales en los finales felices, cuando los amados no terminan juntos, cuando alguien muere, cuando todo es tristeza, cuando dicen cosas que me son familiares, cuando algo de mi pasado es casi igual a la película… y lo peor es que no puedo evitarlo, lo hago en el cine, en casa sola o con amigos, no hay amo ni señor que pueda ayudarme en ese asunto, simplemente me pongo a llorar y no paro. Igual me pasa en el teatro, lloro si la escena lo amerita.

Si sólo fuera una cuestión de películas, no habría tanto problema, finalmente puedo argumentar que las hacen con ese objetivo, así que yo simplemente me comporto como se espera (o como se debe, que es más mi asunto), el problema surge cuando lloro con los COMERCIALES, así es si pasan un comercial con ridiculeces, o ese del niño que mueve la boca todo el tiempo y al final se sienta con el abuelo que también lo hace… agárrense que yo ya inundé el cuarto, porque no puedo dejar de llorar.

Una de las situaciones más extrañas en las que lloro es al leer, obvio no todo el tiempo, pero sí a veces, cuando el libro es particularmente triste o cuando a mis personajes principales les ocurren tragedias: lloro. Lloré medio libro 7 de Harry Potter (aunque me pareció, todo el tiempo que lloraba, que era una estupidez hacerlo), en el Diario de una buena vecina de Doris Lessing, el Barón Rampante ni siquiera lo pude terminar de tanto que lloraba y lo mucho que el final me entristecía, o me entristecía lo que yo creía que sería el final, que no conozco, porque no lo terminé.

(Claro, así como lloro con los libros, río a carcajas o me enojo o les contesto o les grito, ahí sí no puedo contenerme)

En estos asuntos lagrimosos, a veces me gustaría ser más discreta, a veces me gustaría llorar cuando las emociones me lo piden y no cuando mi ridiculísimo ser lo decide ante algo que es ficción. Ari no llora con la vida, pero qué tal con las telenovelas o el cine o los comerciales…
Ahí sí, soy toda una mujerzuela barata.

martes, 10 de julio de 2012

Parece que va a llover, el cielo se está nublando


Ahora, en época de lluvia, veo mucha gente con paraguas y demás elementos indispensables para no andar mojado cual sopa por la vida. Hasta hace 5 años, yo ni siquiera pensaba en comprar, tener o usar un paraguas, me parecían molestos y estorbosos. No hay nada peor que ir caminando por la calle, en plena lluvia, y que todos los pinches paraguas estorben y no te dejen pasar, o te peguen en la cara con ellos (porque la gente bajita los usa a una altura menor). Así que no tenía, pero después me di cuenta de que tal vez, y sólo tal vez, tener un paraguas podría tener consecuencias positivas: no mojarme, no andar corriendo por todos lados preocupada porque me estoy empapando. Vaya, que resultaba más funcional y práctico traerlo. Entonces me compré uno chiquito, para una sola persona, bien barato, y vaya si lo utilicé. Hasta que se perdió.

A partir de mi compra, comencé a ver los paraguas desde otra perspectiva, como una herramienta práctica, y por eso los veía en las tiendas. ¡Qué pedo con el precio! He encontrado muchos bien bonitos, algunos inclusive con obras de arte impresas, pequeños, prácticos, resistentes… ¡pero nunca por menos de $250! ¿Cómo es posible que cuesten eso? Me escandaliza, absoluta y completamente. No es que yo suela descuidar las cosas, que las pierda o rompa, y sé que podría durarme años, pero la simple idea de pagar, de entrada, esa cantidad, me escandaliza. Sobre todo cuando no hay garantía alguna de que él, el paraguas, vaya a ser de calidad y resistencia que su precio infiere.

Sí, soy bien avara para ciertas cosas, y no lo puedo evitar ni negar. Afortunadamente, no es la única situación que me parece terrible de los paraguas, ¿se han fijado la cantidad de gente que trae un paraguas tamaño “normal” de esos que miden 80 cm. (o algo así, nunca los he medido tal cual, pero todos sabemos a cuales me refiero) y cuánto les estorba? Deja tú que ya usados anden goteando por todos lados, mojando cualquier cosa que los toca y molestando a todo el mundo, el problema es que ESTORBAN, la persona que los carga, si se sienta, digamos, en un restaurante o café, no tiene dónde ponerlo, o se le cae; cuando caminan van golpeando su propia pierna o la de quien pase. No me importa lo que digan, es una estupidez traer uno de esos, sobre todo cuando es un artículo personal y los venden en presentaciones chiquitas y bonitas.
Además, por alguna extraña razón, es un artículo bastante más femenino que masculino. Para mujeres, existen en muchas presentaciones: grandes, chicos, transparentes, de rayitas, estampados, lo que se te ocurra. Pero, para hombres, sólo el tamaño convencional, y si quieren algún estampado se deben conformar con rayas o cuadritos. Nada más.
La conclusión o el subtexto es muy clara, si quieres un paraguas chingón, debe ser afeminado y, si no, te chingas y usas uno a todas luces estorboso.

Ya son tardes, ¿verdad?


Me fascina cómo, sin importar el lugar o la persona, cuando se saluda a alguien entre las 11:30 A.M. y las 12:50-1:00 P.M., se dice “buenos días… no, ya son tardes”, o  algo similar. Se hace muchísimo hincapié en poder decir, acertadamente, si son buenos los días o las tardes, como si en realidad hubiese diferencia. Es una cuestión de educación, ¿no? Y lo importante es que le deseas al otro un buen día, no más. Aún así, es típico que hagamos esa especificación, que busquemos decir, de forma certera, si son tardes o mañanas o noches o qué. De hecho, también sucede que cuando alguien dice “buenas tardes”  y todavía son mañanas, es corregido, pareciera un error que no debe pasarse por alto.
La verdad, yo también lo hago y, hasta hace poco que decidí escribir sobre esto, se me hacía lo más normal del mundo que uno quisiera ser exacto y asertivo, y ahora, después de pensarlo, no puede más que darme risa, mucha risa que nosotros seamos tan exigentes en algo tan nimio… ¿ o será justo que es bien importante y trascendental? ¿Qué debemos respetar el tiempo conforme pasa, y no permitir que nadie nos lo robe, porque haremos de él lo mejor posible?
Ja.

miércoles, 4 de julio de 2012

No digas que se va a morir


-Pero no digas que se va a morir, por favor.
¿No les encanta que la gente les diga eso? Te preguntan cómo está tu perro, abuelo, o quien sea, y uno dice:
-Muy mal, tiene cáncer/vejez/parvovirus/disentería, yo creo que va a morir.
Y entonces, la respuesta con toda la indignación posible:
-Pero no digas que se va a morir/no digas eso, por favor.
Como si los seres vivos, animales y humanos, NO murieran. Tal vez no todo el mundo lo sepa, así que lo diré: TODOS SOMOS MORTALES, ergo, vamos a morir. Todos y cada uno de nosotros moriremos y no hay de otra, es así de fácil. No está cargado de malas intenciones, de nada que no sea verdad. Pero a mucha gente le molesta que digas eso, como si decir que alguien va a morir fuera desearle la muerte, o maldecirlos, o no sé qué pendejadas.
Obvio, yo no quiero que mis seres queridos tengan muertes trágicas, lentas, dolorosas y a una corta edad, pero eso no quiere decir que no van a morir, porque puedo poner mi dinero y honra a que todos y cada uno de ellos morirá.
¿Por qué la gente piensa así? ¿Por qué a nadie le gusta hablar de la muerte? ¿Es tan difícil saber que no somos eternos, que la vida del otro (y, por ende, la nuestra) es limitada?
Yo no tengo miedo de morir. Para nada. No tengo miedo de morir joven o vieja (que no quiere decir que quiera morir joven, son cosas diferentes), porque tengo consciente mi mortalidad y por lo mismo, procuro tener una vida en congruencia con mis deseos y necesidades, procuro hacer de cada día algo que valga la pena o que me encamine cada vez más a donde quiero ir. No me arrepiento de lo pasado, siento que estoy en el camino adecuado y que si me muero, no habrá asuntos pendientes, porque de mí no quedó (pero de ustedes…).
 Como consecuencia de todo este pensar, surge en mi cabeza el problema del camino a la muerte, de las enfermedades y dolor que en muchas ocasiones son preludio de la muerte. Eso sí es feo, lo he visto (obvio no vivido en carne propia) y me ha dolido ver a mis seres queridos en esas circunstancias, pero eso es justo lo que me duele: que vivan en esas circunstancias. Que la muerte no llegue (o la traiga alguien) antes, que no se termine con el dolor, sufrimiento, con la terrible agonía. Todo porque nos da culpa tomar decisiones, ser amos y dueños de nuestras vidas y decidir de qué forma debemos vivirla para, después, poder otorgarle al ser amado un poco de dignidad y amor, dando por terminado el sufrimiento.
¡Pero no! Nada más de escribirlo me doy cuenta de qué tan difícil es este tema, del tabú tan grande que implica la vida (porque no se trata de la muerte, sino de la vida, porque la muerte ya que llega, da igual lo que pase) y lo poco que queremos responsabilizarnos. Seguro nuestra educación cristiana/guadalupana/mocha/llena de dobles mensajes y criterios, es la causante de esto, “no vaya a ser que Dios nos castigue por desearle a alguien una muerte digna (o por dársela, como eutanasia)” como si hubiera un Dios o, si lo hubiera, lo que él piense sea más importante que la vida tangible en un momento determinado, de una persona que se supone que queremos.
Pura mamada. Espero que cuando yo esté bien enferma, o vieja y jodida, haya quien pueda decir con decencia y orgullo:
Uy, Ariadna está bien mal/enferma/jodida, esperemos que muera pronto.
Y yo, se los agradeceré eternamente, porque la muerte me tiene sin cuidados y las culpas, prefiero pasármelas por el arco del triunfo.

martes, 3 de julio de 2012

Obvio soy ecoamigable


Todos estamos preocupados por el ambiente, por el futuro del planeta y de las generaciones venideras. Si le preguntas a cualquiera, es muy probable que te contesten que sí. Obvio, a quién puede valerle madres el futuro o la naturaleza, o no pensar que sea feo que el último ejemplar de las tortugas de las Galápagos haya muerto y la especie extinguido.

Claro que es terrible, claro que la gente se preocupa y hace un montón de actividades encaminadas a mejorar el ambiente y frenar el cambio climático. Ni que fueran unos pinches capitalistas utilitarios insensibles. Faltaría más.

Y así, todos dicen que separan la basura, que no contaminan, que no tiran basura en la calle, que se bañan rápido para no desperdiciar agua, etc. Cuando te adentras en el tema, o los ves comportarse, te das cuenta de que: sí, separan la basura pero a medias, si algún recipiente desechable tiene comida, tiran ambos en la basura orgánica; no enjuagan los envases de refresco, cátsup, bolsas que tuvieron alimentos, etc. Está bien, concederemos en que no conozco a alguien que tire basura en la calle (salvo colillas, porque a esos sí los conozco).

Lo mejor comienza cuando hablas del resto de las acciones sociales: dejar de usar el coche. Eso sí que no, les preocupará mucho el ambiente y el futuro, pero ni pendejos se van a ir caminando 10 cuadras o van a hacer uso del transporte público en vez del automóvil (el transporte público es para los pobres, no para ellos). Tampoco van a hacer compras responsables, de productos provenientes de empresas socialmente responsables (o que NO contratan menores de edad o tienen a sus trabajadores en condiciones infrahumanas), no se detienen a pensar si lo que van a comprar es sólo un capricho o una necesidad, si vale la pena, si no tienen algo en su casa “igual”, o si el producto que quieren sustituir (como computadoras, automóviles, televisores, etc.) está aún en buenas condiciones. No, claro que no, porque el consumismo es más que sólo comprar, es el medio dirigido a un fin clarísimo: yo soy lo que tengo. Y obvio, si yo soy lo mejor, quiero tener lo mejor, cueste lo que cueste y tenga las consecuencias que tenga (y no, no me haré responsable de ellas).

¿Irónico, no? Hay cualquier cantidad de personas que se comportan así. Y sí, yo considero que está mal, que el consumismo está mal, que nos conduzcamos por la vida sin conciencia o respeto hacia el otro (persona, animal, cosa, naturaleza, lo que sea) es preocupante y triste. Sobre todo, porque uno no puede sentir hacia los demás lo que no siente primero en sí, y esto me hace preguntarme si todas esas personas se comportan así porque en realidad ni se aprecian, ni respetan, ni consideran importantes. Y, entonces, estamos jodidos.