lunes, 27 de abril de 2009

La limpieza ya no sera problema


Hoy estoy imaginativa, no sé si es el poder que tiene en mi el casco de la motocicleta (es decir, el casco que utilizo cuando me subo a la motocicleta), o la paranoia, o qué, pero lo importante es mi capacidad sublimatoria (licencia poética). Entonces, escribía yo, que tuve una epifanía: iniciaré un negocio maravilloso. (Importante es decir lo mucho que esta idea está influenciada por el cortometraje de Pedro Almodóvar, la Concejala antropófaga). Mi negocio se llamará: La limpieza ya no será problema.
Descripción del negocio: Una compañía encargada en prestar el servicio de limpieza de casa u oficinas, en el cual, los prestadores de servicio serán muchachos guapos y bien torneados (sus madres sí tomaron ácido fólico).
Sé que para los hombres esto no tendrá ningún atratictivo, pero para toda ama de casa, o mujer independiente, será un placer inigualable tener a un chico coquetón haciendo la limpieza... qué imagen más emocionante verlo fregar los pisos a la Cenicienta. Exquisito, pienso yo. Además, podremos promocionarnos con una publicidad comparativa: trabajamos en cualquier lugar en que la Vitacilina debe estar. ¡Ah, qué buena medicina!

Adivinanza


Antes de escribirla, confieso que soy pésima inventando chistes y adivinanzas, pero éste me pareció creativo y culto, pues implica un conocimiento en dos áreas de la ciencia.
¿Cuál es el ácido del chile?
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¡¡¡¡¡El ÁCIDO FÁLICO!!!!!

Ácido folico

Han estado pasando un montón de comerciales que promueven el consumo de ácido fólico, para evitar las malformaciones en los hijos (para cuando uno los tenga, antes no hay riesgo de malformación). Los comerciales, son muy ... no sé, supongo que raros, porque me hacen pensar cosas raras. Toda la temática es, que el niño(a) es bueno haciendo algo, pero querría hacer otra cosa y no puede porque su mamá no tomó ácido fólico antes y durante el embarazo.
Todas las respuestas a mis llimitaciones se encuentran en la falta de consumo de ácido fólico, por mi madre. Tantos años en análisis (tantos que el otro psicólogo con el que la mía comparte consultorio, se burla porque llevo TODA la vida yendo) tratando de entender qué puedo hacer, qué me gusta hacer, qué me ancla y delimita, para que la respuesta sea: ácido fólico. Así, tan sencillo. Si alguien conoce a quien hace estos comerciales, por favor pídale que me invite a actuar en uno de ellos. El guión podría ser algo así: Ariadna, le encanta leer, y es muy buena escribiendo (después, las siguientes escenas: yo cantando, yo tratando de resolver un problema matemático, yo corriendo un maratón, yo siendo amable con la gente), pero le encantaría saber cantar, entender la geometría analítica, correr un maratón, ser amable con la gente. Toma ácido fólico.
¡Maravilloso! JA JA JA. Está mal elaborado el discurso de ese comercial. Si todo lo que no podemos hacer es por el ácido fólico, en unos años, cuando la campaña funcione y todas las mujeres lo consuman, el mundo se llenará de genios y humanos capaces de hacer lo que sea; me aterra la posibilidad. Por supuesto que no estoy en contra del consumo de ácido fólico, todo lo contrario; pero tal vez deberían especificar que un niño tiene limitaciones por varias razones, no sólo porque su mamá no se lo tomaba; y bueno, al final, le fue bien, una de ellas sabe tocar el piano, el otro es bueno en ajedrez, podrían haber nacido con problemas en músculos y extremidades, y además, ser unos reverendos pendejos...

Leido y escribeido

Ambos padres míos leen ávidamente y buena literatura, y esto ha influido mucho en mi vida, pues yo leo mucho y me parece algo absolutamente necesario para vivir. Podría decir, que la mayor parte de la gente con la que me relaciono lee, mis amigas leen, Ángel lee mucho (no tanto como yo, jijiji), y esto es importante. Podría parecer algo insignificante cuando se trata de amistades, pero para mí es mucho más que eso, pues leer en general, y en particular lo que se lee, influye en la vida de quien lo hace, define su manera de hablar y en parte, de ver el mundo; por esto, creo que los lectores pueden dividirse en dos conjuntos diferentes, que tienen a su vez, dos subconjuntos, que pueden conjugarse con los otros conjuntos o subconjuntos.
Existen, primero, los que tienen un hábito de lectura, que siempre están leyendo un libro, y los que sólo leen de vez en cuando, o por moda. En el segundo conjunto, están los que leen literatura comercial, y los que leen "buena literatura".
Ahora, sobre el primer conjunto, evidentemente, consideramos reprobables a aquellos que sólo leen de vez en cuando. Del segundo conjunto, a los que leen literatura comercial. Lo siento, pero leer sólo Harry Potter, Crepúsculo, Paulo Cohelo, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Caldo de pollo para el alma, y cosas así, es vergonzoso, no todos ellos están bien escritos y son famosos no porque sean buenos, sino porque su publicidad es buena.
Reconozco que mis prejuicios literarios son grandes, me gusta leer premios Nobel, clásicos de la literatura, y también algunos muy reconocidos (con premios y reconocimientos internacionales), y otros que no son ni tan famosos ni tan reconocidos, pero cuyo estilo y temas me apasionan. Pero, no creo que mis prejuicios sean malos, es decir, tenemos una vida limitada, con tiempo para leer aún más limitado, y hay muchísimos libros que DEBO leer antes de morir (que, como esto es incierto, uno tiene que apurarse a hacerlo), y no es opción desperdiciar tan poco y preciado tiempo, en malos libros, o en pésimos autores.
Retomando la afirmación de que leer te brinda un nivel cultural y de lenguaje, tengo que escribir que esto está relacionado con la calidad del libro, la manera en que se lee, así como del tema (Me encanta leer las obras de Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, pero sé que esto no me brinda un mejor vocabulario, en términos culturales). En la escuela siempre nos dijeron que leer mejoraba la ortografía, pero son pocas las personas que conozco que leen y tienen una muy buena ortografía o redacción, y mi explicación es que su manera de leer no es a conciencia.
Me parece indecente no reconocer, de entre mis conocidos, a una persona que lee excelentes libros, para ella leer es una necesidad existencial sin la que estaría incompleta, le dedica tiempo, dinero y todo su ser a los libros, y me hace sentir que no soy la única persona que se siente así cuando lee. Siempre recuerdo a quien ya no está, que también era así, pero ahora, sólo quedamos dos.
Propongo que todos nosotros dediquemos por lo menos dos horas a la semana a la lectura, a los buenos libros, y a sentir lo que otros escriben, esto engrandece el espíritu (¿?) y brinda muchas ideas, palabras y pensamientos que son imposibles conseguir de otra manera. Leo, luego escribo.

jueves, 23 de abril de 2009

No somos pobres, somos nacos


En palabras de mi padre, la naquez es un valor universal, así como la libertad y la vida, puesto que no respeta raza, religión, estado civil, condición social o económica, nadie está exento a ella y puede presentarse en cualquier situación. Así las cosas, deberíamos respetar y demandar el respeto a nuestra naquez en cada momento de nuestras vidas. Pero, antes, tal vez, deberíamos estar seguro de que entendemos el concepto, puesto que, para mí, es bastante ambiguo. La Real Academia de la Lengua Española define la palabra "naco(ca)" como indio, para los fines de nuestro país (divertido que en Uruguay signifique excremento sólido, especialmente el humano). En todoarquitectura.com tienen un diccionario de modismos que lo define como ignorante, pobre, mal educado. Finalmente, en el portaldemexico.com, lo definen como palabra despectiva, para denostar a quien se considera ordinario o de poca cultura. (y ponen, una maravillosa cita: pareces tambora de pueblo, hasta los nacos te tocan).

Con estas tres definiciones, podríamos generalizar que un naco en nuestro país es aquella persona pobre, de mal gusto, ordinario y con poca cultura. Yo, me atrevería a definir naco, en la actualidad, como aquella persona que no cumple los estándares sociales en determinadas situaciones, como son la vestimenta, la manera de expresarse y finalmente, de comportarse ante los demás. En dicho caso, me pregunto, quién define los estándares sociales (mi cabeza, en este momento, contesta: ¡el Manual de Carreño! dah...). Creo que esta pregunta no tiene una respuesta (sólo una, pues), por lo que daremos por sentado que los estándares sociales se basan en el Manual de Carreño y otros de buenas costumbres.

Antes, cuando mi abuelita era joven (y otras mujeres mucho más jóvenes que ellas), andar por la vida con minifaldas que exponen el código postal y la honra de toda una familia, estaba mal visto, pues sólo las señoritas de la vida alegre se vestían así (podemos catalogarlas como personas pobres, con poca cultura y demás, sin ánimo de ofender, por supuesto); pero ahora las mujeres, inclusive de buena familia, se visten así, porque está de moda. ¿Cómo poder llamarle a eso? ¿Son nacas? ¿O los estándares sociales han cambiado? Así sucede con muchas situaciones, ahora se utilizan palabras que antes sólo usaban los nacos; leer "literatura" (porque yo no creo que lo sea) sin calidad, y que no brinda una mayor cultura, es de nacos. Todo parece indicar que ser naco es el estándar social. ¿Esto quiere decir que los que respetamos los antiguos estándares somos los nacos?

Una amiga el otro día me comentó que sus primos decían sobre ellos mismos, que no es que fueran pobres, que eran nacos. Así de simple: ser naco es una forma de ser que, como valor universal, debemos respetar...

Y, ¿entonces qué seré yo?

lunes, 20 de abril de 2009

El Mundo de Toti

Jesús Andrés, mi hermano menor (de 12 años), es el mejor hermano que uno pueda desear, es cariñoso, divertido, inteligente, platicador, apapachador, sarcástico, un tipazo, pues. Sin duda, tiene muchas virtudes, pero la mejor de ellas es su capacidad de inventar cosas maravillosas, algunas de las cuales, han trascendido su existencia. Una de ellas, es el Mundo de Toti, el mejor y más maravilloso lugar del mundo.

Todo comenzó una tarde de domingo, hace 8 o 9 años, cuando viajábamos en el automóvil a casa de los abuelos putativos (míos, de él, sólo abuelos), mi hermano venía diciendo un montó de cosas sin sentido, cuando, de repente, una luz lo iluminó, se escuchó música celestial, y él abrió la boca para decir: En el mundo de Toti, se diría Toti Twan Tetoti. Nada más, así de genial fue todo... se creó un mundo solo para poder decir Obi Wan Kenobi de otra manera... el mundo de Toti. Escucharlo fue increíble, reí y reí hasta que mi estómago dolió, y después, me dí cuenta que mi hermano era una criatura especial, y que era un honor para mí estar tan cerca de él y poder vivirlo. Constaté la creación de un mundo mágico, utópico, en el que todas las situaciones imposibles de este mundo, eran posibles y bellas. Así, no más, el mundo de Toti es el lugar creado por Jesús para todas las necesidades que podamos tener.

Con el paso de tiempo, el concepto del mundo de Toti se ha expandido. Mis amigos, y toda la familia lo conoce, y desearian poder vivir ahí, o por lo menos, eso es lo que yo deseo. Si yo pudiera vivir en el mundo de Toti, además de hacer mi voluntad y someter al mundo a ella, correría por los campos cual Heidi, cantaría con una melodiosa voz (como la de la Sirenita, o de menos la de Billy Holiday), y podría dedicarme de lleno al ocio y los placeres... si yo pudiera vivir en el Mundo de Toti, jugaría todas las tardes Rummy con Jesús, y platicaríamos sobre los deseos que nos quitan el sueño, para incluirnos en su mundo. Algo así, si existiera el mundo de Toti, probablemente, yo no sería yo, o tal vez, sería capaz de trascender mi existencia y encontrar sufrimiento en un mundo perfecto, con la mejor compañía, pues al final, ésa es mi mejor virtud (¡¡y eso que tengo varias!!). Pero, me pregunto, qué haría su gran Creador en él, sería tan sarcástico y cariñoso como hasta ahora, o lo habríamos perdido todo...

Cuando sea grande quiero ser policia


El viernes por la tarde, disfrutaba yo de mi lectura y la vida pueblerina de Tlalpan, cuando una señorita me regaló la edición vespertina del periódico Crónica. Al principio, no le hice caso, pues estaba yo muy interesada leyendo la caza de ballenas (seguía leyendo Moby Dick), pero despues algo me distrajo en la plaza (la necesidad latente de estar enterada de los chismes) y decidí aprovechar esa distracción y hojear el periódico. Fue una excelente decisión, sin duda alguna, uno de los artículos comentaba la propuesta que existe de las compañías farmacéuticas (no estoy segura si de ellas tal cual) de regalar o "donar" liposucciones y medicamentos para los policías obesos y con sobrepeso. No pude contener las carcajadas, ni el movimiento piesero de felicidad, era simplemente ¡maravilloso! ¡Una propuesta para regalar liposucciones! Esta es la clase de cosas que me hacen amar a mi patria, estos pequeños detalles que me hacen sentir orgullosa del país en el que vivo; ahora, en plena crisis mundial, con problemas económicos en todos los niveles y posibilidades, alguien quiere regalar liposucciones.
Uno de mis tíos es cirujano plástico estético, y cada vez que lo veo cotizo alguna opción cuchillera para mejorar mi belleza, tristemente, siempre recibo por respuesta una negativa, ningún procedimiento médico para mí, no no no, que así estoy bella y no necesito nada más, que no sea exagerada, y cosas así, que por un lado me frustran, pero por el otro me levantan el ego. Ahora, con esta nueva propuesta policiaca, decidí que siempre escogí el camino incorrecto: la familia. Lo que yo deberia hacer es convertirme en policía, engordar mucho, y después esperar una liposucción gratis.
Antes de desarrollar todo el plan macabro para hacerme bella, delgada y gracil (sí, también creo que soy una señorita casadera, como las Hermanastras de Cenicienta), pensé que era el colmo de los colmos y una verdadera vergüenza esta propuesta, no por quien la propuso, sino por lo que implica. Uno no nace obeso (bueno, algunos si, pero no es de a gratis), y si los policías están obesos, es porque ellos mismos así lo han decidido, inconsciente o conscientemente, pero su decisión al fin y al cabo. Nadie puede tener una mala alimentación y una manera poco sana de vivir y pretender un cuerpo como el de Brad Pitt; si esto fuera posible, estaría yo aún mas feliz de vivir aquí, y por supuesto, cometería cuanta infracción me fuera posible para pasar por lo menos unos segundos admirando al poli-Bradpittense. Pero no, no pasa, ni en el mejor de los sueños o película de Disney, eso no pasa. Si uno vive de manera poco sana, los resultados serán iguales, poco sanos.
Por supuesto, muchas veces me pregunto cómo es posible que no exista un control sobre la salud de los policías, exámenes, horarios de ejercicio, no sé, alguna opción para que tremendos toneles no anden por la vida con nuestra seguridad en las manos. ¿No sería esto mucho más sencillo y congruente? Además, si la salud es una responsabilidad del Estado, entonces las liposucciones y los bypass gástricos deberían poderse incluir en los seguros sociales y de gastos médicos. Por que, si para un policía es indispensable esto, y solucionarlo vía liposucción es el único camino, debemos promover (supongo, que en el Mundo de Toti, seria el Partido Verde quien lo promovería) una ley que obligue al Estado a pagar a quien por salud lo necesite, un bypass o una lipo, ¡Sí que sí! Que no se diga que no somos un Estado Benefactor.
Si esta propuesta se concreta, me veré en la terrible necesidad de convertirme en policía, enlistarme para la liposucción, y después, con mi cuerpazo cual Olga Breeski en sus buenos tiempos, pararme en un semáforo de Insurgentes a organizar el tránsito, deseando escuchar los mejores piropos existentes (y por existir) y, literalmente, parar el tránsito; y cuando mi horario de trabajo terminara, subirme a mi motocicleta policial BMW. Sí, cuando sea grande, voy a ser policía...

lunes, 13 de abril de 2009

La bella durmiente


Todo parecía indicar que la noche de mi domingo sería maravillosa, finalmente iban a pasar La Bella Durmiente en el canal de Disney y, como deberán saber, ya que es mi película favorita, la emoción que corría en mí era prácticamente incontenible. En cuanto apareció el Castillo de Disney, mis piecitos comenzaron a moverse, y en el primer compás de música que aparece en la película (cuando presentan los créditos) comencé a cantar. Era maravilloso, después de tantos años podría volver a ver a Aurora y cantar cantar cantar. Se abrió el libro, y el narrador comenzó a hablar, ¡qué emoción! Pero, en cuanto los personajes empezaron a "actuar" (una licencia poética, puesto que una caricatura NO puede actuar, lo sé) noté que las voces habían sido cambiadas; ya no eran las de antes, sino que habían contratado a otras personas para hacerlas, y esto no me gustó. ¿Qué derecho tiene Disney de hacer eso?

Ojalá ahí hubiese terminado mi frustración, pero no fue así. Rosa caminaba por el bosque buscando fresas, y platicaba con los animalitos sobre ése hombre que había conocido una vez, en un sueño y... entonces... se escucharon las primeras notas de la canción que más me apasiona... y ¡DEMONIOS! ¡la letra de la canción tampoco era la misma! ¡Alguien se atrevió a cambiarla! Por poco y se me salen las lágrimas, no era para menos, pero el desconcierto que me ahogaba podía más, así que no lloré y comencé a pensar. Ángel, al verme, me preguntó cuántas veces había visto la película (supongo que era una pregunta retórica, pues recité TODOS los diálogos de ella, así que lo obvio sería que muchas veces, suficientes como para sabérmela de memoria), y al responder que por lo menos 150, no pudo argumentar que tal vez yo no me supiera la canción bien; tenía yo razón: cambiaron la letra de la canción. Y no sólo de ésa, sino de todas las canciones de la películas ¡TODAS!
Estoy deshecha, alguien se atrevió a corromper algo sagrado (una película de Disney vista en la infancia SIEMPRE es algo sagrado), todavía sería soportable que sólo hubieran cambiado las voces, pero ¿qué necesidad había para cambiar la letra de las canciones? ¿Por qué? ¿Cómo podemos los ahora adultos basar nuestras vidas en películas que cambian? Y sí, digo basar, porque cualquier vivencia en la infancia, a quien la vive le parece trascendental, y lo es. La maravilla del cine, a diferencia del teatro, es que es un arte que permanece, no algo que también puede cambiar con el tiempo.
Me gustaría pensar que existe una razón de peso para que este cambio se haya realizado, pero, la verdad, me gustaría más que no existieran, y que todas las películas de Disney permanecieran como yo las recuerdo...

jueves, 9 de abril de 2009

Derechos sobre la propia familia

Matando un poco la espera y el insomnio (es decir, no tener sueño a media noche después de dormir casi todo el día) navegué por el Hi5 de algún conocido y, al leer lo que alguien escribió, recordé mi teoría sobre los derechos que tenemos sobre nuestra familia. Que el título de esto se llame derechos sobre la propia familia , especifica que son derechos que sólo tiene y puede ejercer un miembro de una familia, nadie más, ni siquiera la familia política.

Por supuesto, este derecho es el de pendejear o tratar mal a los miembros de nuestra familia. Eso está bien, todos los hermanos nos tratamos mal entre nosotros, nos ofendemos, si tenemos suerte los golpeamos (yo nunca la he tenido... aunque mi hermano mayor sí), y enunciamos con diligencia digna de Premio Nóbel los defectos de nuestra familia, de todos los miembros que la integran. Tengo que hacer una aclaración, no todos lo hacen, sin duda los que tienen un gran Edipo no son capaces de aceptar los defectos de su respectiva Yocasta, pero todos los demás, sí.

Eso me pasa a mí con mucha frecuencia, entre mi capacidad de análisis, mi memoria cuasi-Funesta y mi intuición, logro notar los defectos de mi familia, y desgraciadamente, a veces descarto la prudencia de no comentarlos con los demás, lo cual ocasiona graves problemas (de ahí, la necesidad de escribir esto). Yo puedo hablar tan mal como quiera de mis padres, hermanos, tíos y el resto de mi familia, pero maldito sea aquél que se atreva a decir algo así (con excepción de las ocasiones en las que necesito apoyo y empatía, y no de cualquier persona, en realidad sólo de tres). No creo que exista alguna persona que pueda permitir escuchar a alguien más pendejear a su familia, o criticarlos. Eso no se hace, y mucho menos si se ha expresado molestia ante esto. ¿Cómo puede alguien pensar que nos gusta que lo hagan, que nos parece aceptable o incluso que podemos escucharlo con gusto? No no no no no.
Existen ciertos temas y comentarios que sólo debe hacer quien tiene una relación con el agresor. Es como hablar mal del novio(a) de alguien cuando están peleados, en cosa de nada ya se reconciliaron, pero las palabras que uno expresó sobre esa persona permanecerán para siempre en la mente del amigo, a quien sólo se lo dijimos por ser empáticos. No es prudente, pero más aún, puede ser contraproducente, pues en un descuido, escucharemos a esa persona hablar mal de quienes más queremos, y nosotros tampoco podremos olvidarlo nunca.

sábado, 4 de abril de 2009

La vida muda


Sé que uno debe ser prudente cuando emite juicios sobre el trabajo profesional de otras personas, sobre todo, porque uno nunca sabe qué pasará después, y cómo puede afectarte lo que hayas dicho; así, procuro ser reservada cuando opino sobre teatro, pues es el mundo de Ángel, y no me gustaría que su trabajo se viera afectado por mi verbalización. Hoy, violentando dicha producencia, he decidido escribir MUY MAL sobre una obra de teatro.
La obra, titulada La vida muda, se presentó en el Teatro de la Paz (afortunadamente la temporada terminó el domingo), era un unipersonal (por favor, alguien dígame qué significa esto) de Trejoluna, un actor que alguien dijo que era famoso, y digo alguien, porque yo no lo había visto nunca en teatro, ni había escuchado su nombre. La obra comienza de manera extraña, un poco de juego corporal, el personaje (Ciriaco) comienza a hablar sobre los cambios en la vida, los diferentes tiempos, y otras cosas que pretendía ser intensas y profundas pero no eran más que un mal viaje digno de un adolescente marihuano; por un motivo incierto, el personaje comenzó a jadear y toser (supongo que tenía tuberculosis, o enfisema, o algo así) durante 10 minutos ¡COMPLETOS!, caminaba de un lado al otro del escenario sólo jadeando. Ahí debí de haber huído del teatro, pero el lugar en que decidimos sentarnos implicaba molestar a otros espectadores, y eso no es correcto. Tosió y tosió hasta que dejó de toser y siguió hablando... y ahí Dios nos agarró a todos no confesados... Siguieron 25 minutos ETERNOS del actor haciendo malabares o alguna pendejada en una hamaca (en las que uno SÓLO debe echarse, pues para eso se crearon) vestido sólo con un pañal para adultos, mientras pasaban imágenes de "algo", que no era claro ni el motivo ni el fin ni la causa ni nada de nada. Afortunadamente, dejó de hacerlo... para convertirse en un boxeador que brincó cual duendesito feliz otros 10 minutos... yo deseaba que eso terminara, o por lo menos que todavía entregaran tomates podridos con el programa de mano para poder aventárselo al actor, pero no sucedió; él felizmente comenzó a bailar con un vestido, después a ponerse máscaras; y depués yo cerré los ojos para contener a mi bestia.
Por supuesto, no aplaudí cuando terminó la cosa esta, salimos lo más pronto posible, y comenzamos a mentar madres. Estoy molesta por ese montaje, primero porque dicen que es teatro y no, éso no es teatro, no tiene un discurso, no tiene lógica, congruencia, y parece que el director no vio la obra nunca, es más, que ni la leyó. Es indignante que engañen así al espectador, que no muestren ningún respeto por nosotros; todo montaje (teatro, danza, performance, música, etc.) debe ser lo que ofrecen que es, no algo más. No se puede cobrar un boleto para que el espectador pase hora y media viendo cómo un actor hace pendejadas que sólo él entiende y disfruta. Todo esto es un claro ejemplo de lo que Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio escribió en su blog titulado "De qué se ríen". Ahí estamos los espectadores manteniendo porquerías que dicen ser teatro, permitiendo que ellos utilicen recursos públicos, y además acaparen espacios que bien podrían ser utilizados por actores profesionales (es decir, que saben llevar con ética y dignidad su profesión) en cualquier cantidad de montajes que sí valen la pena.
Levanto la voz y expreso mi absoluta molestia ante este montaje, esperando que quien me lea y quiera o sea espectador teatral, se manifieste también en contra de esto que dicen llamar teatro.

viernes, 3 de abril de 2009

Tejedoras

Como consecuencias de la liberación femenina y la necesidad de igualdad de sexo, a las mujeres ya no se nos enseñan muchas cosas durante la infancia: coser a máquina, bordar, tejer, planchar y demás actividades meramente de ama de casa. Ahora todas sabemos hacer las cosas que hacen los hombres, jugamos futbol, americano, juegos de video, y cualquier otro que anteriormente estaban destinadas a los niños.

Es un poco triste, a mi parecer, que las mujeres ya no realicen actividades creativas como las mujeres de antes. Mi bisabuela, por ejemplo, tejió el mantel que sigue en la mesa del comedor, bolsas con chaquira, rafia, pañuelos femeninos, vestidos, blusas, y un montón de cosas maravillosas. Mi abuela (su hija), no es y parece que nunca fue, muy creativa con las manos, es más bien una mujer tosca y práctica (sigue comentando que cuando se casó, no quería dejar de trabajar), pero aún así sabe tejer y bordar. Su hija (mi tía, hermana de mi papá) sigue tejiendo con regularidad, y es una experta en estos menesteres. Mi madre también sabe tejer, y gusta mucho de bordar a punto de cruz cuanto patrón se le atraviesa.

De niños, mi hermano Adriano y yo, pasábamos mucho tiempo en casa de mis abuelos, y ahí aprendí a hacer como que tejía (soy zurda, y mi abuela no pudo nunca enseñarme cómo tejer, y no nunca supe aprender de una diestra), a bordar punto de cruz, coser, remendar, planchar, y otras actividades femeninas. Con el tiempo, dejé de hacerlo, un poco porque como adolescente tenía otras prioridades y gustos, y otro poco porque no era productivo hacerlo (o eso sentía yo).

Hace tres años decidí que tenía que aprender a tejer, así que le pedí a mi tía que me enseñara; nos costó mucho trabajo encontrar una técnica en la que yo pudiera aprender, pero finalmente lo conseguimos (se sentaba ella frente a mí, y como espejo, repetía yo lo que ella hacía, por supuesto, al revés). Al mismo tiempo, mi mejor amiga aprendió a tejer con su mamá, así que decidimos tejer juntas, para hacer nuestras horas viendo películas y chismeando algo más productivo. Creo que ella ya no teje, pero yo seguí tejiendo, cada vez más, y aprendiendo a hacer diferentes puntos y moldes.

Me encanta, tejer me parece una actividad muy relajante, productiva, y funcional, pues lo puedo hacer mientras veo la tele, escucho música, o pierdo el tiempo. Es un hobby productivo, que además puede después usarse (literalmente), así que no me siento desperdiciando dinero y bienes en algo que permanece guardado en algún lugar de mi casa y recuerdos. Lo que no me gusta, y de ahí el motivo de escribirlo, es que ninguna otra de mis amigas lo hace, y socialmente, sólo las señoras lo hacen.

Seguramente todos hemos visto en el metro o el camión a la señora que viene teje y teje mientras llega a su destino, pero de ahí en fuera, no se ve. A mí me gustaría ir al cine y en vez de comer palomitas, tejer mientras veo la película, o sentarme en un cafesito y tejer, pero me da pena. Tal vez no debería sentirme así, pues podría decir que tampoco es costumbre ver a alguien sentado solo en algún café leyendo Moby Dick (mi lectura actual), y lo hago sin vergüenza alguna, pero tejer, eso sí me da pena.

Ayer decidí ir a comprar estambre y unos ganchos para tejer un nuevo punto que descubrí en internet (ahora ya puedo aprender en youtube y en blogger un montón de patrones, explicados fácilmente), y qué sorpresa fue entrar en la tienda: estaba repleta de mujeres de más de 50 años, todas ellas en clase (en todas las tiendas de estambre dan clases de tejido, sólo hay que comprar ahí el estambre, y la clase es gratis), platicando y comprando estambres, mientras otras mujeres (no tan mayores, pero sin duda ninguna de menos de 30, y yo, mucho más joven) esperábamos que nos atendieran para comprar estambre. Me engenté inmediatamente, pero decidí controlarme porque Ángel parecía querer asesinarlas a todas a punta de crochet, era como estar en el metro a las 6 de la tarde, o entrando a un partido Pumas-América. Me sentí completamente fuera de lugar, invadiendo un espacio que pertenece a las señoras, no a las jovencitas inútiles de ahora, pero decidí que no sólo no me importaba, sino que además lucharía contra esta situación.

Todos, hombres y mujeres, podríamos tejer y crear muchas cosas hermosas y producto de nuestra imaginación (o necesidad), podríamos también, como lo hago yo todas las noches, tejer cual Penélope esperando a nuestro amor frente a la ventana, salir a platicar y bordar unas casitas a punto de cruz y, después, sentirnos productivas y un poco más autosuficientes. ¿Por qué ya no pasa? ¿Qué hemos perdido con esta necesidad de igualdad?

¿Que ya nadie tiene sentimientos por tejer?

jueves, 2 de abril de 2009

Tecnicas de limpieza

He notado, con mucha frecuencia, que las personas tienen diferentes definiciones del concepto limpio (no pretendo justificarlo apoyando duchas definiciones en la teoría de Lacan) y esto me produce un desconcierto. A mi entender, existen tres tipos de conceptos, los claros, los ambiguos y los inentendibles; por supuesto estos últimos no me causan conflicto, puesto que nunca he pretendido compartir con otra persona lo que yo entiendo por esa definición, pero los primeros me confunden mucho.

Al decir que un concepto es claro, me refiero a que en general la gente entiende lo mismo cuando se le nombra, por ejemplo el cielo, nunca he escuchado que alguien conciba el cielo como el espacio que existe entre las frutas (por decir). En el conjunto de conceptos claros yo incluía limpio, puesto que no me parece difícil definirlo, encontrar su opuesto, o reconocerlo.

Desgraciadamente, hoy fracasó mi generalización, pues me di cuenta de que puede ser un concepto claro, pero que sólo se encuentra en el Topus Uranus y que no hay manera alguna de alcanzarlo. Terrible derrota es esta para mí, pues la limpieza y el estado limpio que deben guardar los objetos es muy importante en mi vida (procuro mantener así mis posesiones y espacio), y saber que es casi imposible lograrlo, me hace sentir perdida en un mundo sucio del que no podré salir.

Si tuviera una varita mágica, o mejor aún, la posibilidad de someter el mundo a mis deseos, todo podría estar limpio, y digo podría porque si todo estuviera todo el tiempo limpio, no podría limpiarlo y esto tampoco es un deseo mío, pues acepto que la satisfacción no es sólo que esté limpio, sino haber llegado hasta allá.