martes, 19 de febrero de 2019

Nunca seré señora

Hace ya unos añitos, escribí un post sobre qué te hace "señora"  y, obviamente, la conclusión a la que llegué es que yo nunca sería señora, porque no me parezco a mi mamá. Ahora, cinco años después, ya  con treinta y siete años, sigo siendo señorita, pero no sólo porque no me parezco a mi mamá.

Tengo que confesar que sí, ya tengo arrugas y, con el nuevo corte de cabello (súper cortito, como dirían las mujeres de mi edad, a la Sinead O'Connor), me veo de mi edad, o lo más cercano a ella. 

Aún así, sigo sin sentirme señora. No tengo pareja, no tendré hijos y, en muchos sentidos, sigo comportándome como jovencita. Recuerdo que en una película de los 90's (El retrato perfecto) le dicen a Jennifer Aniston que ella, con sus veintiocho, seguía viviendo como una universitaria, que no tener deudas, familia, casa, etc., la hacía una persona "de poca confianza" porque no necesitaba el trabajo. Hace unos meses, una amiga dijo algo similar, que se considera "ser adulto" al hecho de endeudarse, porque eso hacen los adultos. Tienen las tarjetas a tope, se echan un préstamo a veinte años por una casa, o de cuatro por un automóvil, pagan las vacaciones y las cosas de la casa a plazos, en fin, que no viven con lo que ganan, sino con lo que deben. En este sentido, tampoco soy del todo adulta; salvo en dos ocasiones, no me he endeudado, no he debido nada. 

También, hace unos años, mi (ahora ex) novio me dijo que yo no me veía de mi edad porque no me vestía "como debería", que andar en jeans, falditas, botas, blusas sin mangas, me hacía ver más joven, porque las mujeres de mi edad suelen trabajar en oficinas y utilizar ropa formal, no como yo; y no sólo eso, sino que el poco maquillaje que utilizo también da esa impresión: me veo más joven.

Al cumplir 36 decidí que comenzaría a decir que tengo casi cuarenta, por varias razones:
- Me encanta el rumbo que lleva mi vida, y me emociona el futuro, no me da miedo envejecer y lo que la edad traiga consigo;
- Me evita las miradas de lástima cuando la gente me pregunta si tengo marido o hijos, porque a los 36, estás aún en el borde, al límite de las posibilidades.
En cambio, tener 40 significa estar quedada y, con eso, ya no hay más que incomodidad de la gente, porque sería de mala educación que me dijeran "uy, pues ya se te pasó el tiempo, qué lástima, pudiste haber agarrado marido" o yo que sé.

Claro, no hay que ser parciales, también lo digo porque eso suele tener como respuesta "te ves súper bien para tu edad"... aunque ese comentario siempre me haga preguntarme cómo se supone que me debería de ver, apenas es la mitad de mi vida, si ya me viera como de sesenta, sería preocupante, ¿no? Sí, sí, sé que mucha gente de mi edad tiene panza, se están quedando pelones, hay canas, arrugas, rastros de descuido y excesos, de preocupaciones, de desveladas, de poco tiempo para la salud y mucho tiempo para las obligaciones. Y no, yo no me veo así. Yo no vivo así.

No es que no me preocupe, o que no pase alguna parte relativamente importante de mis días triste, preocupada, desolada, pero eso no dirige mi vida. Duermo bien, suficiente todos los días, como bien (son un hobbit, no perdono comida saltada), hago mucho ejercicio, todos los días hago por lo menos dos cosas que me hacen muy feliz. Porque, decidí hace algunos años que como uno nunca sabe cuándo se termina la vida, no era una buena estrategia postergar la felicidad, los pequeños placeres, tiempo para mi, para lo que es importante en mi vida. Así que cada día es un buen día, porque tuvo algo que me hizo feliz, algo bonito, algo disfrutable. Incluso los días en que me siento muy mal, que lloro y lloro, que me siento sola, que estoy tan preocupada que siento que voy a enloquecer; incluso esos días hice ejercicio, tejí, tuve pacientes, leí, comí algo rico.

Uf, me perdí y mezclé dos post, pues quería escribir aparte cómo es que me hice una vida completa a cachos, por días; pero ya estamos aquí, así que retomemos y saltemos entre ambos.

Antes solía pensar que uno pasa mucho tiempo perfilándose en lo que va a ser su vida, que el "mientras" duraba muchísimo, y que no era hasta después de los cuarenta cuando uno ya comenzaba a estar donde debía. Ahora, veo mi vida y caigo en cuenta que no va a cambiar mucho, porque esto es lo que quiero y lo que construí. Y, si no cambia mucho, tampoco seré señora.

Aunque, hay que aclarar, eso no significa que no me emocione con utensilios de cocina, o que no teja, cosa, o haga guisos de abuelita. Porque, en realidad, eso lo he hecho desde hace mucho tiempo, y si antes no era suficiente para llamarme/reconocerme señora, no vale que lo haga ahora, ja.

Así que, como mis tías (que murieron pasados los 70, y vírgenes) las señoritas, viviré sin conocer eso que es ser señora, pero sin añoranza. Porque esta, mi vida, no sólo me gusta, sino que vale la pena vivirla.

P.D. Vaya, quién iba a pensar que este sería un post cierra-post-previos, aquí hay otro relacionado con lo que escribí hoy, pero que ya terminó. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Soy sólo yo?