miércoles, 22 de mayo de 2013

Perdido para siempre

No sé por qué, pero por muy bien que terminen las relaciones que tienes (no importa el tipo de relación), algo se pierde. No me refiero a algo material o emocional, sino un objeto o actividad.

Hay ciertos gustos o costumbres que tenemos y nos hacen felices, causan satisfacción y sonrisas y, como es lógico, las compartes con personas importantes. Este compartir impregna a la actividad u objeto una relación con ese otro, los asocias, vuelcas emociones y recuerdos en ella.

Por eso, después de que termina la relación, y te ves frente a ese objeto/actividad, aunque sea sólo en la mente, te das cuenta de que es imposible separarla de la persona, no podrá volver a ser sin esa carga o asociación, quedó marcada para siempre.

En algunas ocasiones podemos crear otro vínculo a partir del que había, cargarlo de nostalgia y esperanza; pero no siempre funciona, o sí, pero resulta insoportable, no hay forma de sobrellevarlo sin que implique dolor, tristeza, angustia, así que lo aceptas y lo guardas en el cajón de Perdidos para siempre. En ese cajón se queda, y puedes visitarlo, aunque no cambiará.

Es tan doloroso perder todo eso, tener un cajón lleno de objetos, actividades, frases, palabras, que ya están marcados, que no te pertenecen a ti sino a un nosotros que ya no existe; y es doloroso porque las compartiste, al principio, porque eran importantes y esa persona también.

Se supone que uno debe compartir lo importante con quien es especial e importante... Y, después, te quedad vacía de presente, y llena de objetos perdidos para siempre.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Con el tiempo, dale tiempo.

Cuando terminas con alguien y mueres de dolor, la gente te dice que con el tiempo lo olvidarás, que dejará de doler: todo pasa, se termina, será un recuerdo nada más. Y uno, en esa situación, lo cree a pies juntillas, no hay otra opción, un futuro con duelo eterno, una vida de sentir amor y dolor por alguien que ya no está, es impensable.

Así que confías en quien lo dice, escuchas atentamente a los amigos y lo repites en la soledad, en voz alta, dentro de la cabeza, cuando sientes que estás por morir de dolor, o desfalleces de extrañamiento. Lo repites: con el tiempo se termina; dale tiempo; pronto será sólo un recuerdo.

Y el tiempo pasa, lo das, no porque te pregunten sino porque te toma sin preguntar. Comienzas a armar tu vida, cambias costumbres, lloras, tratas de salir adelante, buscas actividades que te distraigan, parejas que te hagan sentir hermosa. Con suerte puedes enamorarte cuando menos te lo esperas, un día que estás triste y una amiga decide invitarte a salir, escuchar a uno de sus amigos cantar y luego ir a bailar salsa. Si esto pasa, cualquier cosa puede suceder, una relación maravillosa, años de felicidad, vivir con él... quién sabe, no hay forma de saberlo.

La vida sigue, tú sigues, nada ha pasado como tú temías aquella vez, puedes respirar, sonreír y amar sin ningún problema...

Salvo que el tiempo no ha sido suficiente y aún lo traes contigo. Ya son diez años, ningún duelo o separación dura tanto y no es melancolía; pero tú lo extrañas, todo el tiempo, todos los días. Lo extrañas en los momentos más inesperados, al cruzar una calle, cuando ves un libro, un olor que te lo recuerda, una canción, o de la nada: de repente, piensas en él y lo extrañas, no sabes cómo o por qué, pero ahí está ese sentimiento otra vez.

Los primeros años es más fácil entenderlo, es obvio que ha sido difícil, era tu mejor amigo y el noviazgo terminó muy pronto. Pero, ¿después de diez años? ¿Qué excusa puedes inventar? Y lo peor no es extrañarlo, ni que el motivo no sea porque fue tu novio, no. Lo peor es extrañarlo porque fue tu mejor amigo, porque es una persona maravillosa (o así fue, no sabes cómo es ahora), porque te hacía reír, porque sabes que tu vida con él en ella sería mejor.

Si hubiera sabido en qué iba a terminar, me habría quedado con las ganas de amarte; si hubiera previsto que una década después te extrañaría, no te habría dejado besarme; si ya no aparecieras en mis sueños, tal vez ya te habría olvidado.

Pero sigues aquí, conmigo, tan lejos de mí y tan adentro; y yo, sólo espero  con el tiempo, olvidarte, darle tiempo al tiempo y un día, sin haberlo previsto, olvidar lo mucho que te quise y extraño; guardarte en mi cajón recuerdos que no provoca anhelos. 

Y si no puedo, regresa, extraño a mi amigo.

jueves, 17 de enero de 2013

Escaleras electrícas

Ahora que casi no uso el auto, me transporto en metro. Me gusta, puedo leer, no me molesta ni el tránsito ni los conductores suicidas y asesinos que todos los días salen a las calles. Sí, a veces está muy lleno y te toca una que otra mano aventurera, pero tampoco es terrible, así que lo disfruto bastante.
Hay una línea del metro muy profunda ( como 10 pisos) que tomo con regularidad. Es tan profunda que mi papá algún día dijo que si caía una bomba atómica en la ciudad y yo estaba en ese metro, no me pasaría nada (así que, el día que haya peligro de bomba, me mudaré a ese metro, ja). Afortunadamente, para gente como yo, la existencia de escaleras eléctricas, hace que llegar a la superficie no implique un infarto al corazón (las escaleras son mi némesis, mi peor enemigo, pero mi meta este año es poder subir varios pisos sin comenzar a jadear); y es mucha gente quien las usa, aunque siempre hay algún aventurero que sube con agilidad y destreza.

Lo curioso, y que relataré ahora, es que hay MUCHA gente que utiliza las escaleras eléctricas y ¡las sube por sí mismo! No sé cómo expresar esto, decir que las suben a pie y no dejan que lo eléctrico haga su trabajo... el caso es que se suben a las escaleras eléctricas y empiezan a empujar gente, pedir permiso para pasar y suben casi corriendo. ¿Por qué hacen eso? ¿Qué no es obvio que si hay escaleras "normales" y eléctricas, y quieres subir de forma ortodoxa, deberían usar las otras escaleras? ¿No todo el chiste de una escalera eléctrica es que tú no tienes que hacer el esfuerzo de subir?

No lo entiendo, verdaderamente no lo entiendo y, para ser honesta, me molesta mucho, porque esperan que uno se comporte de forma igualmente estúpida, y eso sí que no. Yo soy tolerante y dejo que cada quien haga su santa voluntad, pero esas cosas no están bien. No, no, no.

P.D. Ya un día platicaré lo que sentí el día que estaban descompuestas las escaleras eléctricas y me aventé los 135 escalones a pulmón...

martes, 15 de enero de 2013

Lo conocí en... internet

Conocer un candidato para pareja, a estas alturas de la vida (en los treintas) no resulta tan sencillo como parece. Todos dicen que es fácil, que es cuestión de estar abierto a conocer gente y no parecer desesperado, pero no es así de sencillo.

¿Dónde conoces a alguien? ¿En el trabajo? ¿Amigo de un amigo/a? ¿En un bar?

Con la edad y la rutina, dejamos de conocer tanta gente como antes, si no tienes actividades extralaborales, o muuuchos amigos, llega un momento en que ya no hay opciones, o son muy remotas. Y, entonces, hay que preguntarse ¿quiero, verdaderamente, conocer a alguien? y responder honestamente.

Si la respuesta es afirmativa, comienzan los problemas; ¿dónde? ¿cómo? ¿han cambiado las cosas?

La cantidad de preguntas y complicaciones ante las que te ves, es enorme y no siempre claro qué hacer. Por eso, uno piensa "bueno, tal vez conocer a alguien por internet no sea tan mala idea...". Obvio, si eres como yo, en ese momento todas las probabilidades y opciones brincan en la cabeza, el superyó martilla el pensamiento y comienzas a sentir pánico... tantas personas en internet, tan sencillo que es mentir ahí, tanto riesgo, etc. 

Supongamos que te animas, te inscribes en una página, subes un perfil interesante y tomas una actitud más abierta (o tolerante). Evidentemente, tienes un montón de requisitos, porque hay que ser honestos, si vas a buscar a alguien para un fin tan claro, entonces hay que poner límites o estándares: alto, guapo, inteligente, trabajador, que viva solo, independiente, que no le gusten las drogas, que no sea el típico trabajador de empresa cuadrado y de traje, que le guste la cultura, que lea, que quiera algo más en su vida que sólo dinero.

Ya para ese momento, has descalificado al 99% de los candidatos. Es que es más demandante, cuando uno conoce a alguien en una fiesta o reunión, puedes ser más abierta, más tolerante y no considerar la apariencia como algo importantísimo; vamos, que te abres y platicas, aunque sea por educación. Pero en internet... es otra cosa, no hay por qué ser tolerante a eso, ni siquiera educada, si no te parece guapo, a la chingada y ¡listo! Y claro, el prejuicio terrible, o miedo, que tienes sobre el tipo de personas que están en esas páginas; no creo que exista alguien que no piense que si buscas pareja así es porque eres incapaz de conocer personas en formas convencionales, que seguro tienes algo terrible, eres un violador o un inadaptado.

¿Se imagina la probabilidad de conocer a alguien que cumpla todos los requisitos, en internet? No es cualquier cosa. Ni siquiera puedo imaginar cómo ocurre eso o si sea posible. Pero, si ocurre, digamos que platicas con la persona, te parece interesante, lo buscas en Facebook, ves cómo se expresa y relaciona con los demás, te animas y sales con él... OH PROBLEMA. Los amigos te recomiendan que tengas cuidado, que lo conozcas en un lugar público, que alguien esté cerca para salvarte si es necesario, que no des información de más, mil cosas porque "uno nunca sabe" (como si supieras al conocer a alguien en una fiesta, como si la gente no fuera lo que es, simplemente porque sí, y no porque utiliza la internet como medio de "ligue").

Si te atreves a conocerlo, le dices a todo el mundo a dónde vas, cómo y todos los detalles necesarios para que se sientan tranquilos, y ¡a la aventura! Y el miedo, ni qué decir del miedo... no sé si sea miedo a que no funcione, a que sea un asco y no tengas el valor de salir corriendo, o justo lo contrario, que el chico resulte interesante, atractivo, un partidazo y quieras salir con él otra vez. Porque esa parte es difícil, ¿qué le vas a decir a la gente cuando pregunten cómo se conocieron? ¿la verdad? ¿y dónde quedan los prejuicios? ¿mientes? ¿te inventas una historia para que nadie sepa la verdad y no juzguen?

Que si uno lo piensa todo, ni ganas dan de intentarlo; tantas variables y riesgos, por un chico con el que quién sabe qué pase (aunque uno nunca sepa qué sucederá en las relaciones, pues hasta las más "evidentes y estables" pueden terminar cualquier día), no vale la pena.

Aunque, si tienes suerte, conoces a un güey interesante, apasionado, que le gusta leer, el deporte, el arte, que quiere muchas cosas en la vida, que espera tener más que sólo un trabajo de 10 horas, que no quiere hijos, ni esposa, ni convenciones, que es auténtico... y, además, que le interesas, le gustas, quiere estar contigo, conocerte...

Por supuesto, el único problema ahora es saber qué decir cuando la gente te pregunte dónde lo conocí.