miércoles, 2 de septiembre de 2009

Disertaciones educadas


Ultimamente María y yo hemos platicado mucho sobre las buenas costumbres y la educación social. No es que ella esté del todo en contra del Manual de Carreño, pero sí cuestiona varias normas, sobre todo las que ya no son vigentes (como bajar del caballo y cosas así); pero, me preguntó brillantemente cuál era la causa de las buenas costumbres, y yo contesté que sirven, básicamente, para evitarle a los demás molestias, saber cómo comportarse para no incomodar al otro. Así de sencillo, es sólo para vivir en armonía.
Sin duda, se presentan conflictos de intereses, como en todos los conjuntos de normas, pero yo no creo que sea demasiado complejo resolverlas.
En cuestiones de hospitalidad, es decir, cuando invitas a alguien a tu casa, yo soy de la idea de que uno debe atenderlos (por eso los invitas), hacer de su estancia en tu casa un momento agradable. Esto implica, ofrecerles algo de tomar o comer, y estar a cargo del orden y limpieza durante la reunión. Esto implica que, si los invitas a comer, no debemos permitir que sean ellos quienes levanten sus platos o los laven. Claro, uno como invitado, debe ofrecerse a ayudar a limpiar, levantar el plato de la mesa cuando terminas de comer, llegar con algo para la reunión o los anfitriones. En realidad es sencillo lo que uno debe hacer... o por lo menos eso creía yo...
He descubierto que las buenas costumbres parecen entes extraños y desconocidos para muchas personas. Han venido a nuestra casa varias personas y demostrado, en cada una de sus visitas, una falta absoluta de educación y buenas costumbres. En una ocasión, una invitada se metió a la cocina, y sin pedirlo, se sirvió café... Por supuesto, quien me conozca podrá saber que ganas de matarla no me faltaron (para suerte suya, yo me enteré hasta después). ¿En qué mundo uno puede hacer eso? Yo, ni siquiera en casa de amigas de toda la vida, o de mi familia me atrevo a hacer algo así, NUNCA, sería motivo de traición a la patria, pena de muerte, y cualquier tortura aplicada por la Inquisición.
¿De verdad es tan complejo portarse educadamente? ¿Soy yo la que exagera? O, simplemente, las buenas costumbres dejaron de ser importantes, y ahora lo socialmente aceptado es ser groseros, violentar al otro, y vivir en un egoísmo descarado. Espero que no.

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