jueves, 21 de julio de 2011

En el coche como en el baño


Sé que no es ninguna novedad, pero desgraciadamente no escribo con la constancia con la que debería aquí, así que de repente miles de ideas se me juntan y no sé cómo comenzar o por dónde; lo más triste es cuando ese conflicto se traduce en un olvido por escribir. Espero que hoy no sea el caso, pues me siento particularmente inspirada para escribir.

Todos los días, para ir a trabajar, recorro una distancia considerable (en realidad no, son menos de 15 Km. pero el tránsito crea una ilusión de grandes distancias) y, gracis a que la calle por la que subo a Santa Fé es de doble sentido, puedo disfrutar una hora de observación hacia quien valientemente baja del cerro para ir a trabajar (o a algún otro lugar, no lo sabemos).

El automóvil es para mí una extensión de mi casa, de mi espacio; es un espacio en el que puedo ser yo, y hacer muchas cosas privadas, a veces olvidando que el hecho de que esté cerrado no significa que no se pueda percibir lo que haces dentro.

Entonces, todos sabemos que es común que las mujeres se maquillen en el coche, entre semáforos y claxonazos las ves, poniéndose la base, el rimel, las sombras, el labial, y cuanta magia traigan en sus pequeñas bolsitas de cosméticos. Esto nos parece hasta cierto punto normal, puesto que los traslados implican mucho tiempo y distancias, que pueden ser perfectamente aprovechados en convertir un rostro feo e insípido en una mujer interesante y joven (ja ja ja). Lo que NO es común, o por lo menos para mí no lo había sido, es ver mujeres DEPILÁNDOSE EL BIGOTE Y LA BARBA en el coche, a la vista de todos los demás. Sí sí sí, es mejor quitárselos en el coche que en la oficina, e inclusivo mucho más que andar todo el día con los bellos adornando el labio (o la barbilla), pero POR DIOS, ¿cómo puede ser una buena idea hacer esto?

Por supuesto que al escribirlo y pensarlo me surgen argumentos en contra y a favor, pues finalmente yo también lo he tenido que hacer (de ahí que pueda profundizar más sobre el tema y sus diferentes cuestionamientos), pero no por eso deja de ser curioso. Yo, por ejemplo, me he maquillado, depilado, comido, bebido, dormido (nunca en el volante, pero sí que lo he hecho con el coche estacionado) y, lo más divertido, cambiado de ropa en el coche. Es como si uno pudiera hacer lo que fuera porque nadie más te va a ver ¡pero ése es el error! las veces que me he cambiado la blusa, pantalones o falda en el coche, he tenido bien conciente y claro que los demás conductores y pasajeros pueden verme (e inclusive mis calzones, si no hago el cambio con agilidad y sutileza).

Esta es la razón de mi asombro: la concienca. Yo soy absoluta partidaria de hacer lo que a uno le dé la gana, lo que sea, siempre y cuando no afecte a otros o, si los afecta, éstos éstén de acuerdo. Y esto va desde abrir la boca para hablar, hasta las perversiones más oscuras y perversas que podamos pensar (me encanta usar pleonasmos tontos en este tipo de argumentos, ustedes perdonen). Eso sí, no podemos olvidar la conciencia y responsabilidad que implican. Si vas por la vida picándote la nariz y sacándote los mocos, está bien, pero después no chilles porque la gente no quiere saludarte de mano, o porque te ven feo. Así es la vida. Por lo mismo, expreso la siguiente recomendación a todas las mujeres que lo hacen:

Los bellos del rostro son una maldición horrible y cruel para todas las mujeres que los padecemos, pero es casi tan horrible tener barba y bigote como observar que una mujer se quito esos bellos. No lo hagan en el coche, porque hacerlo ahí es igual de público que hacerlo en una mesa del restaurante: todo el mundo lo nota y proyectan una falta de recato y decencia que no resulta atractiva para nadie.
Lo siento, pero así es.

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