jueves, 14 de mayo de 2009

Tuve una epifanía


(Sentada en un diván, con las manitas cruzadas, comienzo a hablar, un poco asombrada y otro poco indignada):
Leí un artículo en el Publímetro hoy, que me hizo entender muchas cosas. Hablaba sobre la generación de hijos nacidos a partir de los 80´s propensos al éxito... o algo así, el caso es que decía que somos una generación educaca sólo para ser exitosos, y no para aceptar o manejar el fracaso. Frases como: eres muy inteligente; eres muy bueno en matemáticas; eres el mejor y más inteligente de tu grupo, y otras, ocasionan a los niños una imagen sobre ellos mismos como seres invencibles, y que esto causa muchas frustraciones cuando fracasan.
Oh sí... ja ja ja... (silencio pensativo). Yo fui educada así, siempre me dijeron que era la mejor, la más inteligente, la más bella (nunca la de mejor voz, o la más agradable, eso sí), y alguien que conseguiría todo en el mundo. Honestamente, mi familia como Oráculo, se moriría de hambre, o tal vez, yo soy el opuesto a Edipo en cuestiones de Destino (sólo en eso, nada de inerpretaciones edípicas explícitas al respecto, por favor), pues no sólo no gozo de muchas de las características que ellos veían en mí, sino que otras se me han ido quitando (la belleza, con unos kilitos de más, se va perdiendo, digan lo que digan). Tal vez, el gran problema conmigo fue que nunca me preguntaron qué pensaba yo de mí, no me dejaron decidir sola qué cualidades y aptitudes tenía, sino que me predispusieron a algunas, que al final, no me gustan, y por eso no he seguido.
No sé, tal vez, en mi caso, tenían razón, y el día que decida dejar de sentir que fracaso porque no soy perfecta (triste, lo sé, pero creo que no lo soy, por más que lo intento), y consiga todo lo que me proponga. Podría, por ejemplo, aprender a cantar ¡y hacerlo bien!

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