lunes, 20 de abril de 2009

Cuando sea grande quiero ser policia


El viernes por la tarde, disfrutaba yo de mi lectura y la vida pueblerina de Tlalpan, cuando una señorita me regaló la edición vespertina del periódico Crónica. Al principio, no le hice caso, pues estaba yo muy interesada leyendo la caza de ballenas (seguía leyendo Moby Dick), pero despues algo me distrajo en la plaza (la necesidad latente de estar enterada de los chismes) y decidí aprovechar esa distracción y hojear el periódico. Fue una excelente decisión, sin duda alguna, uno de los artículos comentaba la propuesta que existe de las compañías farmacéuticas (no estoy segura si de ellas tal cual) de regalar o "donar" liposucciones y medicamentos para los policías obesos y con sobrepeso. No pude contener las carcajadas, ni el movimiento piesero de felicidad, era simplemente ¡maravilloso! ¡Una propuesta para regalar liposucciones! Esta es la clase de cosas que me hacen amar a mi patria, estos pequeños detalles que me hacen sentir orgullosa del país en el que vivo; ahora, en plena crisis mundial, con problemas económicos en todos los niveles y posibilidades, alguien quiere regalar liposucciones.
Uno de mis tíos es cirujano plástico estético, y cada vez que lo veo cotizo alguna opción cuchillera para mejorar mi belleza, tristemente, siempre recibo por respuesta una negativa, ningún procedimiento médico para mí, no no no, que así estoy bella y no necesito nada más, que no sea exagerada, y cosas así, que por un lado me frustran, pero por el otro me levantan el ego. Ahora, con esta nueva propuesta policiaca, decidí que siempre escogí el camino incorrecto: la familia. Lo que yo deberia hacer es convertirme en policía, engordar mucho, y después esperar una liposucción gratis.
Antes de desarrollar todo el plan macabro para hacerme bella, delgada y gracil (sí, también creo que soy una señorita casadera, como las Hermanastras de Cenicienta), pensé que era el colmo de los colmos y una verdadera vergüenza esta propuesta, no por quien la propuso, sino por lo que implica. Uno no nace obeso (bueno, algunos si, pero no es de a gratis), y si los policías están obesos, es porque ellos mismos así lo han decidido, inconsciente o conscientemente, pero su decisión al fin y al cabo. Nadie puede tener una mala alimentación y una manera poco sana de vivir y pretender un cuerpo como el de Brad Pitt; si esto fuera posible, estaría yo aún mas feliz de vivir aquí, y por supuesto, cometería cuanta infracción me fuera posible para pasar por lo menos unos segundos admirando al poli-Bradpittense. Pero no, no pasa, ni en el mejor de los sueños o película de Disney, eso no pasa. Si uno vive de manera poco sana, los resultados serán iguales, poco sanos.
Por supuesto, muchas veces me pregunto cómo es posible que no exista un control sobre la salud de los policías, exámenes, horarios de ejercicio, no sé, alguna opción para que tremendos toneles no anden por la vida con nuestra seguridad en las manos. ¿No sería esto mucho más sencillo y congruente? Además, si la salud es una responsabilidad del Estado, entonces las liposucciones y los bypass gástricos deberían poderse incluir en los seguros sociales y de gastos médicos. Por que, si para un policía es indispensable esto, y solucionarlo vía liposucción es el único camino, debemos promover (supongo, que en el Mundo de Toti, seria el Partido Verde quien lo promovería) una ley que obligue al Estado a pagar a quien por salud lo necesite, un bypass o una lipo, ¡Sí que sí! Que no se diga que no somos un Estado Benefactor.
Si esta propuesta se concreta, me veré en la terrible necesidad de convertirme en policía, enlistarme para la liposucción, y después, con mi cuerpazo cual Olga Breeski en sus buenos tiempos, pararme en un semáforo de Insurgentes a organizar el tránsito, deseando escuchar los mejores piropos existentes (y por existir) y, literalmente, parar el tránsito; y cuando mi horario de trabajo terminara, subirme a mi motocicleta policial BMW. Sí, cuando sea grande, voy a ser policía...

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