sábado, 30 de junio de 2012

A que no puedes subir las escaleras sin jadear...


¿Y el ejercicio? No sé por qué, hasta hace un mes, yo estaba convencida de que uno podía llevar una vida sana y longeva sin necesidad de hacer ejercicio, un poco de metabolismo, otro poco de genética, una alimentación balanceada y ¡listo! JA JA JA, qué tonta era, lo sé. ¿En cabeza de quién uno puede vivir bien y con calidad si no tienes un hábito de ejercicio (no digo que seas un deportista de alto rendimiento), si no utilizas el cuerpo, lo ejercitas, le das un buen trato. No soy experta en medicina ni nada así, pero me queda claro que el cuerpo humano no está diseñado para estar rascándose las bolas todo el día, echado o sentado; sino para andar, correr, y demás.

Además, veo a un montón de personas de más de 50 años, con dolores y achaques en el cuerpo, moviéndose como ancianos, y no entiendo por qué están así, cuando hay un montón de otros adultos que están en buen estado, son ágiles y no sufren achaques todo el día. La respuesta: el ejercicio. Si no haces ejercicio constantemente, el cuerpo envejece mucho, y en menos de lo que crees, ya eres un anciano que no puede caminar bien y obeso. Por no mencionar que una vez pasada esa edad, controlar el peso es hazaña titánica.

Una vez concientizado esto, podríamos preguntarnos por qué yo no hago ejercicio, por qué no tengo un hábito de ejercicio. La respuesta es absolutamente ridícula, antes pensaba que no lo necesitaba (porque estaba delgada) y porque nadie más lo hace. Y es que hay que ser honestos, el ejercicio es también una actividad social, mucho más divertida y satisfactoria si la realizas con más personas. Y mis amigas no hacen ejercicio (porque, no hay que olvidar, para nuestros papás, darnos dinero para una actividad así pasados los 20 era imposible, no era una necesidad básica, no la iban a pagar, y si lo querías hacer, tenías que pagarlo tú, de dónde, les valía madres… claro, tampoco es como que ellos hicieran ejercicio), así que estaba condenada a la soledad ejercitable.

Ahora, decidida a hacer ejercicio otra vez, me veo en la misma situación: no sé con quién hacer ejercicio. Porque claro, no es que mis amigas no tengan dinero o tiempo, el problema es que no es una necesidad y por eso no le dan la prioridad o importancia necesaria. Triste, triste, triste. Y luego se preguntan por qué estamos todas obesas, feas y amargadas…

jueves, 28 de junio de 2012

Ándale, es para convivir


Para mí, la hora de comida durante la jornada laboral es un lapso para descansar, comer y hacer lo que quieras, vamos, que es un momento en el que eres libre de tus obligaciones laborales. No hay más, no es complejo, es así de sencillo.
En los trabajos anteriores en que he estado, sin importar el tamaño de la empresa, cada quien hace de y con su hora de comida lo que le viene en gana, que para eso es. En la empresa pasada en que trabajé, comía con dos chicas, con una de ellas todos los días, pero no era una obligación hacerlo, es más, yo bajaba más temprano que ella para encontrar un buen lugar, y ella bajaba a la hora que podía. Así era, comíamos juntas siempre que tuviéramos ganas de hacerlo y, si no, no pasaba nada. Recuerdo un día que decidí no comer ahí, porque no me sentía de humor, simplemente no me aguantaba yo sola y sabía que sería una pésima compañía para comer, y que no debía hacerle eso a mi amiga.
Ahora, en el nuevo trabajo, todo funciona diferente. El viernes salimos temprano, así que cada quien come donde quiere. El resto de los días, es un poco más complejo. El día que entré me dijeron que lunes y martes cada quien traía su comida o pedía y comían en la oficina, y que miércoles y jueves salían a comer.
Yo, que soy una mujer avara y controladora, siempre hago de comer para los días de trabajo, y lo prefiero porque es, además, más fácil hacer dieta así (por no mencionar que es más barato). SI hago un análisis a conciencia, creo que no me gusta salir a comer, entre el tránsito y el estrés de la ciudad, siento que me canso más, en vez de descansar y distraerme. Así que, soy completamente partícipe de comer en el trabajo sola o acompañada.
Ahora, llegado el momento de relatar los sucesos de hoy, puedo contar que bajo la insistencia de los compañeros de trabajo, acepté salir hoy con ellos a comer sushi (hágase nota de que no como sushi, odio la sensación del masacote en mi boca), me di cuenta que sólo puedes decir que no un número delimitado de veces, y que ahorita, que estoy empezando aquí, no era bueno alejarme. Así las cosas, estábamos todos hambrientos y listos para salir a comer, cuando uno de ellos menciona que habrá semifinal de futbol y que deberíamos ir a verla. NI MADRES, pensé yo a gritos dentro de mi cabeza: sushi y futbol juntos, pero ni si me ofrecieran baro de por medio. Y no sólo eso, además se les ocurre que deberían de ir mejor a la cantina del Camino Real (hotel), porque ahí seguro hay lugar y pueden ver el partido. HÁGANME EL PUTÍSIMO FAVOR: futbol-caro-todos juntos. Bueno, que ni que fuera parte del trabajo.
Sí, nadie entendió que yo simplemente no quería ir, que no me gustan ni el futbol ni el ambiente que genera en el espectador. Que además me caga la madre pagar un montón de dinero por una comida que no quiero comer, sólo para estar con ellos, para formar parte del grupo. Es que lo escribo y vuelvo a molestarme, está mal, simplemente mal que esas sean las condiciones: alguien más decide qué hago yo con mi dinero, en qué tipo de comida y lugar lo gasto, pues son requisitos para ser aceptado en un grupo…
No, no, no, por donde lo vea me indigna. Es que es el colmo que en todos los grupos sociales es indispensable que uno se sacrifique, se ponga en situaciones incómodas o deba dar más de lo que le resulta lógico y sano dar. ¿Por qué? ¿Es justo esta la razón por la cual las relaciones de todo tipo terminan tan mal?
¿Qué nadie se ha dado cuenta?

miércoles, 27 de junio de 2012

La otra izquierda, por favor


Obvio, soy zurda, completa y absolutamente zurda, sólo puedo sonarme la nariz y jugar tenis con la derecha, todo lo demás, lo hago de manera orgánica y mecánica con la izquierda. Desde pequeña fue evidente que era zurda, no creo que en algún momento alguien haya pensado que tal vez podría ser derecha, lo dudo. Inclusive, escribía al revés, de derecha a izquierda (porque esa es la forma orgánica en que los zurdos debemos escribir). Ser zurda, en una familia de derechos, en un mundo de derechos, es un reto diario y constante, lleno de frustraciones.
Tal vez ustedes lean esto y crean que es una exageración, pero no lo es, todo el mundo funciona en sentido contrario: las manijas de las puertas están colocadas para ser abiertas con la mano derecha, el agua caliente y fría están invertidas (yo abro siempre el agua caliente, porque está del lado izquierdo, igual que la mano que uso para abrirla), las roscas de los envases están al revés, las chapas deben abrirse en sentido derecho, por no mencionar las llaves. Para mí, el arte de abrir una llave es completamente desconocido. Estás frente a la llave, la ves, preguntas para qué lado se abre y escuchas una respuesta completamente estúpida “ para la derecha” (como si los círculos tuvieran sentidos, de ahí que sean círculos… ni qué decir), no entiendo cómo abres hacia la derecha, es más, si dicen que en el sentido de las manecillas del reloj, me pregunto cuál es el marco de referencia a partir del cual designamos la ubicación del 12 (en el reloj, obvio).
Los coches, el coche se maneja al revés, la puerta estorba, los coches se cargan más hacia el lado opuesto que tú, y eso, por lo menos a mí, me hace sentir que en cualquier momento chocamos. Para bailar, no se diga, todos los bailes tienen una tendencia hacia el lado derecho (no sabría explicar en qué consiste) y, si quieres bailar algo elaborado (como flamenco) debes primero ver cómo se hace con la derecha, pasarlo a tu cerebro en términos zurdos, y después hacerlo con a derecha. Se dice fácil, pero se requiere de un gran esfuerzo No es tan fácil.
Estresa, angustia, te hace sentir pendejo y frustrado mucho tiempo y nadie lo entiende (si, como yo, convives con puros derechos). En la escuela, NO HAY BANCAS PARA ZURDOS. Recuerdo que en el Madrid debía agandallarme la banca al principio del año y defenderla cada día con mi vida; y el último año, remodelaron las bancas y OLVIDARON MANDAR HACER BANCAS PARA ZURDOS, así, de ese tamaño el pedo. En la UNAM sólo había bancas en algunos salones, pero estaban amablemente colocadas en la entrada del salón, sólo cuatro por cada cien bancas, en condiciones deplorables y justo al lado de la puerta, donde no ves bien el pizarrón, estorbas si abren o cierran la puerta. Vamos, de la chingada. Tienes que soportar la discriminación y el maltrato inclusive en una institución que se dice respetuosa, de mente abierta, blablablá.
Recuerdo que en mi infancia un maestro de ciencias nos enseñó que era una características hereditaria… pero nadie en mi familia es zurdo, nadie, hice toda la investigación en el árbol genealógico y nada de nada de nada. Hace rato, mientras buscaba información sobre el tema, me encontré una página en internet donde citan al profesor Stanley Corey (sí sí, h estudiado a los zurdos por 30 años, qué cosas) y comentan que él dividió a los zurdos en “puros”  o los creados por “estrés de nacimiento”. Los primero creo que no generan duda, son los que ya son, desde que existen como fetos, zurdos, y los otros sufren una anomalía al nacer que los hace zurdos, es una lesión no grave. ¡No grave! ¡Háganme el putísimo favor! Ahora resulta que podemos ser zurdos por nacimiento o por trauma… eso nos lleva a la misma conclusión (a ti que lo lees y a mí que lo escribo): no sólo soy zurda, sino que lo soy como respuesta a un trauma (como si me faltaran traumas y consecuencias difíciles ocasionados por mis padres).
Y, al final, la discriminación: eres siniestra; eres zurda;  sorda, ciega y mentirosa; estás chueca; ah, es que eres tonta; ¿cómo puedes estudiar derecho si eres zurda? Tantas, tantas discriminaciones que, además, son inconscientes se hacen sin siquiera dimensionar lo que implica. Como si fuera completamente normal hacer esas bromas, y que sólo son eso, bromas, no comentarios discriminatorios. Claro, porque como ellos no los sufren.
Como datos curiosos, hay más zurdos hombres que mujeres, el número de zurdos ha disminuido en África y aumentado en Asia, y en nacimientos múltiples, el porcentaje de zurdos es el 25%, aunque sólo un 10% de la población mundial lo sea. Otros datos curiosos y discriminativos son:
·         Se dice que los pájaros que vuelan hacia la izquierda representan mal agüero.
·         Para los nórdicos, la superstición popular asegura que conocer a un zurdo en cualquier día de la semana, con la excepción del martes, trae muy mala suerte. Martes (o Tuesday) es el único momento donde los siniestros pueden permitirse la destreza de ser más o menos nobles. Tuesday equivale a Tiw's Day (el día de Tiw) y Tiw es el dios zurdo de los escandinavos.
·          La mano izquierda de un ladrón o un asesino, debidamente momificada funciona como llave liberadora de poderes singulares. Se entra en casa y en dormitorios de vírgenes. Se decodifican contraseñas y combinaciones. Se sumerge a segundos y terceros en sólidos trances hipnóticos o, mejor aún, vuelven invisible al portador de la reliquia conocida como Mano de Gloria con sólo recitar la siguiente oración antes del crimen: 'Haz que los que descansan duerman más profundamente, haz que los despiertos en vela permanezcan. Oh, Mano de Gloria, derrama tu luz; dirígenos a nuestro botín esta noche."
·          En la India dicen que "Se debe comer con la mano derecha ya que todas las cosas buenas se hacen con la mano derecha".
·          Dentro de los mitos religiosos, en el cristianismo, sólo la mano derecha puede bendecir, el Diablo suele ser retratado como zurdo y en la Biblia hay más de 100 referencias favorables a la mano derecha y unas 25 desfavorables a la izquierda. En el Nuevo Testamento, San Mateo dice "Luego dirá a los de la izquierda: apartaos de mi, malditos, al fuego eterno...". Por otro lado, quienes se encuentren a la izquierda de Dios el día del Juicio Final no serán escuchados, "Entonces dirá a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles".
·         En el Islam, todo lo que provenga de la mano izquierda se considera impuro, y según algunas costumbres del Oriente Medio, con ella se sostiene el papel higiénico.
·         En un tratado de psiquiatría de 1921, el ser zurdo se lo consideraba como sinónimo de demencia, y en los años 60, se relacionaba con la dislexia.
·         Los Beduinos, colocan a la mujer en la parte izquierda de la tienda, para dejar la parte derecha libre para el hombre.
·          Los nativos de Nueva Guinea nunca tocan con su dedo pulgar izquierdo los vasos, por la creencia de que podrían envenenar los brebajes que contiene.
·         Las mujeres Maoríes, ondean sus ropas matrimoniales con la mano derecha, ya que la mano izquierda podría profanar sus ropas - la consecuencia de usar la mano izquierda es la muerte.
·         Las tribus africanas de las orillas del río Níger, no dejan que sus mujeres preparen la comida con su mano izquierda, por miedo a la magia negra.
·          Hace unas pocas décadas en Japón, que una esposa fuera zurda era suficiente motivo para un divorcio.
·          En varias culturas, "levantarse con el pie izquierdo" es sinónimo de mala suerte.
·         En la época romana, la sal era un bien valiosísimo (de allí viene el nombre salario), por lo tanto botar sal era de mala suerte, entonces nace la costumbre de lanzar lo derramado por sobre el hombro izquierdo que es el hombro por sobre el cual acechaban los malos espíritus.
·          Si pica o arde la oreja derecha, significa que alguien está hablando bien de uno, si pica la izquierda, significa que están hablando mal a la espalda de uno.
·          Si pica la mano derecha, significa que recibiremos dinero, si pica la izquierda, significa que tendremos que dar dinero.
·         Pero no todos son malos augurios, para el budismo la izquierda simboliza la sabiduría, por eso al meditar se coloca la mano izquierda bajo la derecha, para simbolizar que la sabiduría es la base sobre la que debe apoyarse toda la práctica espiritual y aquellos que practican tantra tienen el compromiso de comenzar todas sus acciones con la izquierda. Amén.
Después de leer todo esto, ojalá y recapaciten sobre el trato que dan a los zurdos y se pongan, de vez en cuando en nuestro lugar, imaginen que todo a su alrededor estuviese puesto al revés, intenten vivir así y verán que no es cosa fácil, es una labor titánica que debemos hacer todos los días.
Y, por favor, no se molesten cuando nos equivocamos con la dirección que debemos tomar o decimos al dar indicaciones, es sin querer queriendo.

Obesa obsesión


No puede pasar mucho más tiempo sin que abordemos el tema, porque vamos, es muy importante, y no porque sea algo, en sí, importante, sino porque ocupa suficiente tiempo en mi mente y estado de ánimo como para ser importante. Así de fácil.

La gordura. Sí sí, cansado y triste, pero es impresionante lo mucho que importa y afecta, cómo delimita y guía muchísimas de mis acciones y emociones. Y no, no soy una persona obesa, ni siquiera muy gorda (sólo unos 6 kilos de más), pero de todas formas me mortifica… justo porque no quiero un día bajar la vista y darme cuenta que soy un tonel de 90 kilos (la distancia entre la llantita-no importa-y soy un tinaco, es pequeñísima, sólo un paso).

Cuando fui joven y bella (ja ja), pesaba 50-52 kg. No solía subir de peso, comía mucho y de todo, sin importar la grasa. Era feliz. Después, a los 25, algo cambió en mi cuerpo, y comencé a subir y subir. De repente, en año y medio, había subido 14.6 Kg. Y estaba GORDA, me creció todo, desde los tobillos hasta los cachetes, haciendo énfasis en las piernas, caderas, cintura y pechos. Todo mi cuerpo creció, afortunadamente, de forma proporcional, lo que hacía que me viera más bien voluptuosa que obesa (pero eso no quiere decir que no fuera yo un cerdo, por lo menos para mí). Claro, llegó el momento en que decidí regresar a mi volumen (no es tanto el kilaje como el volumen, hay mucha gente en el mundo como para ocupar mucho espacio en él) y me puse a dieta. Bajé más de 10 kilos, estaba delgada y me sentía muy bien. Pero…

El tiempo pasó, y entre unos tacos, unas quesadillas y demás, volví a subir. No lo podía controlar, subía poco, pero constante, y bajarlo me resultaba muy difícil, cuando no casi imposible (épocas en las que por más que hacía dieta y ejercicios, no pasaba nada de nada). Afortunadamente, ya vamos otra vez de bajada, y justo por eso, me puse a pensar con más objetividad en la obesidad y la gordura.

Claro, es un problema nuevo, antes no sucedía tanto, era diferente, la forma de vida y alimentación eran otros, y todo eso afecta. Estoy de acuerdo, pero creo que hay más. Antes, uno caminaba más, hacías más cosas, salías, ibas, venías, comías sólo lo necesario (para quitarte el hambre, así fuera a cada rato), bebías, disfrutabas la vida. Ahora, con tantas horas sentada en una oficina, cansada el resto del tiempo, esclavos del automóvil (yo procuro no esclavizarme y utilizar el transporte público tanto como me sea posible), es todo más difícil.

Después de toda esta meditación y desvarío, me puse a pensar cómo es que hay tantísimas personas pasadas de peso, cómo es posible que tanta gente relegue su salud de esa manera. No puedo siquiera entender cómo, en tu fuero interno, puedes decidir que la salud no es importante, que hay cosas más importantes: comer, vestir, pasear. ¿No debería ser al revés? O es que el sobrepeso ya no es cuestión de salud, sino de estética y, como manifestación en contra, engordas y no te importa, porque es más importante la necesidad voraz de meterte cosas grasosas o dulces a la boca, de no tener autocontrol, de no analizar y crear una escala de valores, en la que la salud (física y mental) debe ser siempre una prioridad. Yo, por lo menos, si estoy gorda me siento mal, afecta mi estado de ánimo completamente, me deprime y, honestamente, me provoca una obsesión de dedicar cantidades insanas de mi tiempo a pensar en esto, en mi gordura.

Igual y es eso, preferimos tener una razón para sufrir y sentirnos tristes, volcar en eso (la gordura) toda la responsabilidad de nuestra infelicidad y depresión; porque, si yo estuviera delgada y ejercitada, y aún así no logro lo que me propongo, o no tengo novio o alguien con quien compartir mi vida, o mis amigos no me quieren, o lo que sea, entonces soy yo, mi interior, lo que está mal y necesita arrego. Y con eso, definitivamente, no se puede vivir...

martes, 26 de junio de 2012

Dos nombres, dos, no uno.

Me quedé pensando en lo que escribí sobre mi nombre, y luego ese pensamiento brincó al de los dos nombres: sobre los padres (o quien sea que lo haga) que decide ponerle dos nombres a los críos.

Haciendo conciencia, es súper común que la gente tenga dos nombres, casi tanto como tener uno, pero tres, por ejemplo, no es tan común; conozco tres personas con tres nombres de pila cada uno, que justo por esta razón, se han quedado grabados en mi mente: Dulce Amancer Estefanía; José Manuel Alejandro; y el otro se me acaba de olvidar (chale). El caso es que no es común, no pasa con tanta frecuencia como uno pensaría.

En cambio, los dos nombres son el pan de cada día. Ponerlos, que no usarlos, y de ahí mi pensamiento recurrente hacia ellos. Mucha gente tiene dos nombres, pero sólo usa uno, el otro suele omitirlo (completa o parcialmente), usar sólo la primera letra como para no olvidar que ahí está, pero sin otorgarle el lugar o importancia de un nombre, y algunos, pocos, usan los dos.

Así que, pensaba yo en la razón de que ciertos nombres dobles sean más usados que otros, por ejemplo Miguel Ángel, José Antonio, Juan Carlos, Luis Carlos, José Ramón, María de la Luz (aunque le digan Mariluz, o algo así, ahí están os os)… casi todas estas combinaciones están formadas por un nombre de dos sílabas. ¿Será esto lo que fomenta su uso doble? ¿Es la rima que se crea entre ellos?

Estoy completamente de acuerdo en que cada quien puede tomar decisiones sobre su propio nombre, pero más bien, lo que me genera duda es la decisión de los padres. Suelen ponerles dos nombres porque les gustan ambos (los nombres), y creen que poniéndolos pasa algo, y no se dan cuenta de que da igual cómo te hayan puesto, si nunca lo usas. Entonces, ¿para qué? O de plano es sólo una de esas cosas pendejas que hacen los padres quesque porque son mejores para sus hijos.

Porque el nombre es eso, lo que te nombra, la palabra que nos conceptualiza, es algo bien importante, no nimiedades. Es más, es tan importante que hay gente que decide cambiárselo legalmente (borras el anterior, deja de existir), o que optan por otro nombre para mentarlos (una tía decía, cuando era niña y le preguntaban su nombre, que se llamaba Coquis, no Sara Esther).

No sé, tal vez si yo me llamara María Ariadna, o Ariadna Petroncia (por aquello de dolorosa) entendería qué se siente o motiva que usemos uno u otro. Porque yo, si me llamara Ariadna Petroncia, pediría que me llamaran Petroncia, que es un nombre demasiado chingón como para dejar en el olvido.

lunes, 25 de junio de 2012

Nombre de pila

No sé por qué había tardado tanto en escribir sobre esto, cuando es una situación que me pasa bastante... tal vez sea pura negación, no lo sé.

El caso es que yo, tengo un nombre, de 3 sílabas, que me gusta mucho mucho, pero, por alguna razón horrible y que prefiero ni conocer, mis papás decidieron que en vez de decirme Ariadna (y usar el nombre que por alguna razón escogieron para mí), iban a llamarme Ari, ¡ARI por el amor de Dios! Sí sí, la gente tiene muchos problemas para decir mi nombre, no es tan sencillo pronunciarlo, pero es MI NOMBRE. Y a mí me gusta usarlo.

Claro, no he tenido mucho éxito en esa empresa, por alguna extraña razón, con o sin aprobación mía, la gente decide decirme Ari, nunca Ariadna (de hecho, sólo una persona en toda mi vida me ha dicho sólo Ariadna, nunca ARi). Y no sólo la familia y los amigos (que eso no sería tan grave), ¡en el trabajo! ¿Tienen idea de lo ridículo que es comenzar un trabajo y que a los pocos días tenga la siguiente conversación:
Jefe: Ariadna, ¿cómo te dicen?
Yo: (de muchas formas, pero no creo que quieras saberlas todas) ... ¿A qué te refieres?
Jefe: A si tienes algún diminutivo, si la gente te dice de otra forma que no sea Ariadna.
YO: (Sí, obvio, ya salió el pinche peine): Me dicen Ari.
Jefe: Perfecto, porque Ariadna es muy duro y raro, prefiero decirte Ari.

Y así, tan fácil, ya me cargó la tía de las muchachas, porque no habrá forma alguna en que vuelvan a intentar decirme Ariadna.

Y bueno, todo esto genera un montón de preguntas y de dudas en mi persona, no lo voy a negar:
  • ¿Por qué la gente dice que mi nombre, Ariadna, es duro y fuerte?
  • ¿Por qué, si es difícil de pronunciar, no hacen un esfuerzo por decirlo bien, sino que prefieren decirme de otra forma?
  • ¿Por qué Ari? 
  • ¿Qué nadie se ha dado cuenta de que Ari es un diminutivo ESPANTOSO?
Alguien (que por respeto permanecerá en el anonimato para efectos de este post, pero nunca en mi mente), me dijo que a la gente le resulta más orgánico pronunciar un nombre de dos sílabas (Jesús, José, Alma, Rosa) y que por eso siempre buscamos un diminutivo de los nombres que son más largos (Lucy, Mary, Ari, Fer, Toño).
¿Será, o de plano la gente es bien floja?

No está padre, y punto.

martes, 10 de abril de 2012

Hasta que te lo termines

Como buena mujer aprehensiva que soy, me gusta tener mis cosas bien organizadas, limpias, con un orden maravilloso, cuidadas, etc. Me gusta lo que poseo, no lo puedo negar, me emociona comprar nuevas cosas, vamos, que es lo mío.
Antes, era mucho más compradora, ahora procuro comprar sólo lo que me va a ser útil, es socialmente responsable tener, el precio y el valor son congruentes, y me quede o sirva para un propósito definido. Ya no más compras a lo pendejo, nada de tener mil pares de zapatos que amo pero que no puedo usar, no me quedan, me lastiman, no más. Así soy con todo ahora, responsable.

Y sí, uno podría pensar que mi casa es la típica casa de un acumulador, llena de cosas y cosas y cosas, casi como un museo de mal gusto... pero no es así (afortunadamente)... tengo muchos libros, pero de todo lo demás, cada vez menos, y hacia allá vamos con este post. Me encanta tener cosas, me fascina que tengo 5 tipos diferentes de Post-it´s (porque hay diferentes necesidades, no todas pueden ser satisfechas con la misma), plumas de diferentes colores, folder de diferentes tamaños, una foliadora, sobres, blablabla... Sí, me gusta, pero lo que más me gusta es terminarme lo que compro.

El verdadero placer lo encuentro en poder terminarme lo que compro, sin importar cuánto me guste. Es más, si me gusta mucho, la emoción es aún mayor: terminarse un delineador, unas sombras, el perfume, la cremita especial para las manos, la pasta de dientes, las Post-it´s, los cartuchos de las plumas... siento que sólo existen para que uno pueda terminárselos, y que eso es justo lo que debemos hacer: usarlo y usarlo hasta acabarlo.

Sé que soy una especie extraña de comprador o poseedor, porque a la gente, usualmente, lo que le gusta es tener y tener y no usar para que no se termine, pero yo no puedo, me gusta poder terminarme todo lo que compro, porque así, ¡puedo volver a comprar algo! Es más, hasta puedo comprar el mismo producto pero de otra marca, otro tipo, experimentar algo nuevo... un mundo de posibilidades que no podríamos experimentar si no terminásemos con lo comprado...

miércoles, 21 de marzo de 2012

Fíjate si se ponchó la llanta

No sé si pase en todos los países, es más, ni siquiera sé si es una conducta generalizada, pero yo la he visto/hecho suficientes veces como para ponerme a pensar sobre ella:
¿Se han fijado que los conductores, cuando creen que tienen una llanta ponchada, se bajan del coche y la golpean con el pie para comprobarlo?
¿Por qué hacen/mos eso? El otro día vi a un señor hacerlo y me puse a pensar en lo tonto que es, como si por golpearla nos fuera a decir que está ponchada, o se hiciese, de alguna forma, evidente que lo está. Verdaderamente me divierte.
Y sí, estoy de acuerdo con que a veces uno siente que se bajó la llanta, que tal vez esté ponchada, y queremos revisarla (todos sabemos los peligros y complicaciones que devienen de una llanta ponchada), pero no entiendo cómo pasas de la duda a patear la llanta; ¿qué pasa por nuestra cabeza al hacerlo? ¿Por qué, por qué lo hacemos?
Yo, por ejemplo, cuando siento que se bajó el aire de la llanta, suelto el volante y, si está en efecto baja, el coche se irá hacia el lado de la llanta defectuosa. Eso me parece más lógico (por lo menos para un auto sin dirección hidráulico, porque si la tienen, se va para todos lados sin importar la presión de cada llanta), pero sé que sólo una pequeña parte de nuestro actuar está regido por la lógica.
A pesar de todo, tengo que confesar que estas nimiedades y costumbres me alegran el día.

miércoles, 18 de enero de 2012

No sólo un gran Ingeniero

Importante leer primero El GRAN Ingeniero, porque si no, se pierde la mitad de la emoción.
Así pues, había yo escrito que mi abuelo paterno era la neta del planeta (sí, era, que ya no es, a eso vamos), pero creo que nunca había dimensionado cuánto, hasta el final.

Porque así es, o dicen que así es, que uno muere como vive (Según Platón, eso decía Sócrates, que uno muere como ha vivido), y mi abuelo murió como los grandes, con toda la dignidad e integridad que es posible que un hombre, inclusive el mejor de ellos, tenga.

Sabemos que ya estaba muy enfermo, pasaba los 90 por unos meses, había enviudado dos años y 4 meses antes... vamos, que la vida se estaba terminando. Yo lo había visto todos los domingo, según la tradición, y estaba bien, salvo el domingo pasado, 8 de enero, en que sólo tenía un hilo de voz, y decía que se sentía "tololoche" (si no saben qué es eso, sólo digan la palabra y el sonido lo dice todo). El viernes 13 (nada de días de mala suerte, por favor), a las 9:30 P.M., sonó mi celular, y era mi prima, para decirme que el abuelo estaba muy mal. Así las cosas, me vestí rápidamente y con toda la tranquilidad que pude tener, manejé a casa mi abuelo. Llegué y no saludé a nadie, directo al cuarto, a la cama, a mi abuelo: ahí estaba él recostado, con toda la familia (sus tres hijos, los esposos de estos, mi prima, la enfermera y el médico). Le dijeron que yo estaba ahí, y me acerqué a saludar y darle un beso, lo acaricié, me hinqué a su lado, no lo quería dejar ni un momento.

El médico dijo que había tenido un infarto, y que ya estaba en sus últimos momentos, así que le llamé a mi hermano mayor y él también corrió a casa de los abuelos. También nos dijo el médico que debíamos entrar de uno en uno, a despedirnos, para que estuviera tranquilo.

Yo no pude despedirme como tal, sólo me salió decirle que lo quería mucho, que estaba muy guapo peinado (siempre fue un hombre impecable, pero los últimos años andaba despeinado y mi abuela solía recriminárselo) y que mi abuela estaría muy contenta de verlo así, tan peinado. Nada más, no podía decirle que gracias a él yo soy una persona íntegra, que él me enseñó a respetar, a cumplir, a ser una persona de bien dentro de la sociedad, que el deber es siempre más importante que el querer. No, no pude, sólo podía estar ahí, lo demás ya se lo había dicho, ya lo he escrito, él ya lo sabía, yo lo sabía, no podía decirlo, quería estar con él, en el presente, en ese momento, no más.

Pasó el tiempo y él no moría, todos llorábamos y pensábamos que era muy raro, pero nadie lo decía. Su pulso bajaba, dejaba de oxigenar, pero no moría. En un momento, volteó y me dijo: estoy desesperado; tiempo después: ya me quiero ir. ¿Qué podía decirle yo? Sólo lo que gritaba desde todo mi ser: ya vete, no hay más, vete. Porque así debía ser, si estaba desesperado y quería irse, no debía seguir aquí, no tenía por qué estar aquí... aunque un hombre con su integridad no podía dejar a unos hijos que no lo dejaban ir, que todavía lo necesitaban e, incluso en su lecho de muerte, se lo decían (¿quién hace eso? por favor). Afortunadamente, yo pude escucharlo, saber que lo que pedía era soledad, que lo dejáramos, dormir, descansar, estar solo, llamaba a su madre, le pedía que fuera por él, gritaba en sordina por su padre, le llamaba a su esposa... y yo sólo le tomaba la mano y le decía que ya venía, que estaban en camino y vendrían por él, que sólo necesitaba descansar, cosa de unos momentos.

Al final, los hijos comenzaron a irse, los nietos también. Pero yo me quedé ahí, a su lado, sin tocarle, escuchándolo, pero dándole el espacio que pedía. Finalmente, se tranquilizó y nos dejó (a mi pareja y a mí) acomodarlo bien en la cama, quitarle una chamarra y cobijas que sólo le estorbaban. Lo recostamos en la cama, acomodamos las almohadas, se dejó tapar, agarrar la mano, pidió por su mujer, y se quedó dormido.

Parecía que tal vez sólo estaba cansado, que mañana despertaría... yo quería quedarme, esa era mi intención, pero también me di cuenta que él pedía espacio, así que, después de un rato de verlo dormir y descansar, decidí irme.

Media hora después murió.

Estoy triste, sí, pero no tanto como tranquila, en paz y sintiendo aún más admiración por él, si esto es posible. Me siento honrada de haber compartido su agonía (se escucha mal, lo sé, pero esperen), porque me permitió reafirmar el tipo de hombre que era: pasó sus últimas horas con su familia, complaciéndola, estando ahí, con ellos, escuchando, aguantando, dando lo que ellos necesitaban. Pero, también, pedía intimidad, soledad, espacio para morir, con un poco de dignidad (porque hay cosas que uno debe hacer solo), y tiempo para reencontrarse con sus muertos. 

Yo no creo en el cielo, el infierno, que exista algo más allá, algo que nos espera después de la muerte. Para mí, una vez muertos, no hay nada, el cuerpo es nada, las cenizas son eso, sólo cenizas, no la persona amada; no concibo que algo trascienda (sólo en quienes recuerdan y quieren a los muertos, pero nada más). Pero, sé que morir es un proceso, toma unos instantes (salvo que llegue de improvisto, pero aquí nos referimos a las muertes "anunciadas", las de quienes ya saben que viene), y que nadie debería hacerlo solo, que debemos de estar acompañados en esos momentos, no de los vivos, sino de los muertos. Para mí, la idea de que sean mis abuelos quienes me acompañen, me parece lo más hermoso y lo que más me gustaría, que fueran justo ellos quienes estuvieran ahí antes de que todo desaparezca. Porque a los vivos, los acabas de ver, pero a los muertos, a ellos tiene mucho que no los vemos...


miércoles, 23 de noviembre de 2011

El día más feliz de tu vida

¿No les encanta esta frase? Y no sólo aplicada a la boda (que es, obvio, el día que debe ser el más feliz en la vida de toda mujer), sino al día del examen profesional, al nacimiento del primer hijo... vamos, a cualquier día "importante". Y ése es justo mi punto el día de hoy: nos enseñan que hay sólo un día importante, que lo que importa no es el proceso sino un determinado momento.

¿Por qué el día más importante de tu vida debe ser la boda y no el resto de tu vida (es decir, de tu vida de casada)? Y, como consecuencia, vierten toda su energía, dinero, ilusiones, emociones, etc., en un día específico, no en una vida, no en un plan de pareja/compañeros/almas gemelas. Así, toda tu vida, todo el sentido de tí misma, de quién eres y quién serás se vuelca en tu boda... un día, además, lleno de estrés, angustia, emociones encontradas, mil cosas.

¿Y luego? ¿De dónde sale la energía, esperanza, ganas, amor y demás para continuar el resto de tus días? Si nuestra vida es un conjunto de días, ¿no debería ser éste conjunto lo más importante? 

Yo, que tengo muy buena memoria, recuerdo muchos días de mi vida, no sólo importantes sino también algunos intrascendentes (¿será?), y a pesar de que amo las listas, sigo sin poder elegir cuál ha sido el día más importante de mi vida (y no es que no haya tenido días importantísimos, tanto buenos como malos). Puedo enunciar algunos de los mejores momentos con ciertas personas, individuales, de logros profesionales o escolares, los días más tristes de mi vida, pero no me gusta pensar que mi vida es eso: el día más importante y todos los demás. No puedo.

Me gusta pensar que la vida es importante en sí, y que cada uno de los días que vivimos es importante porque los vivimos y como consecuencia, estamos aquí, hoy. Con tantos días vividos, tantas emociones sentidas, tantas situaciones compartidas, tanto amor dado y recibido, tantos recuerdos tontos, divertidos, tristes, angustiantes, ¿por qué tendría que ser importante sólo uno?

martes, 8 de noviembre de 2011

Los sacrificios que uno hace

No sé por qué, de dónde salió, quién lo inventó o quién lo patentó, en realidad, no sé nada de su origen o causas, pero sí sé que es algo que sucede y no sólo eso, sino que nos educan a hacerlo: sacrificarnos por alguien más.

Y no lo digo en el sentido que uno entendería, es decir, hacer algo por alguien que queremos, pero algo que valga la pena, que sea importante, trascendente. No, lo digo en las acciones comunes, del día a día. Nos educan a sacrificar un montón de cosas por las personas que amamos, porque eso es el amor (y luego se preguntan por qué hay tantos psicólogos, psicoanalistas y psiquiatras).

Aterricemos: 
  • Comer menos porque llegó alguien más a comer sin avisar, y no alcanza la comida, así que una (o quien cocine, pero yo aquí hablo de mí) le da a los demás la cantidad "normal" de comida, y te quedas con menos tú;
  • Esperar horas a tu pareja para comer, porque va a llegar tarde, porque algo pasó, o porque esa es la hora a la que llega y, aunque pasa ya la hora de comer, te esperas porque eso debes hacer;
  • Tienes poco dinero y necesitas comprarte algo (ropa, medicinas, etc.), pero decides no hacerlo para comprarle a quien amas algo que él también necesita o, simplemente, quiere;
  • Quedarte hasta las tantas despierta, esperando a que el otro llegue.
Por el momento sólo se me ocurren esas, y en realidad lo importante no es tanto cuántas situaciones de sacrificio existen, sino la razón de que existan. Entiendo que el amor es dar, compartir, querer que la persona amada esté bien y hacer todo lo posible por procurárselo PERO, siento que entre esto y la realidad hay un espacio, a veces bastante grande, en el que amar es simplemente un sacrificio constante, y eso me parece insano.  No entiendo cómo es que el amor es quitar y no construir, me parece un poco incongruente que queramos crecer con alguien y que el precio sea quitar y quitar y quitar. No veo cómo mi pareja se va a sentir más amada si cuando llega a la casa yo estoy muerta de hambre, con un humor del carajo, con ganas de matar a alguien y con dolor de cabeza, sólo por AMOR, porque debo estar así. ¿No se sentiría él más amado si cuando llega yo ya comí, y por ende estoy sonriente y amable, y tengo ganas de estar con él, escucharlo, hacerle cariñitos y servirle la comida? Creo yo, que pensado así, suena mucho más lógico primero satisfacer nuestras necesidades básicas para poder, a partir de una completud (no sé si esa palabra exista. Si no, significa que estamos completos), darle a él todo el amor que tenemos y sentimos y queremos darle, y no darle sólo las consecuencias negativas del sacrificio. Seamos honestos, ¿quién puede amar cuando eso implica estar mal? y ¿cómo esperamos que el otro nos siga amando cuando lo que le damos implica tanta molestia?


No me gusta, así no crecemos, nos estancamos, basamos nuestro amor y una relación (o todas) en una lista de sacrificios hechos que esperamos sean reconocidos y recompensados más pronto que tarde. Por eso, también, cuando las relaciones se terminan, sólo nos queda un gran vacío, sino una incomprensión de qué por qué salió mal cuando sacrificamos todo, porque construimos el amor a partir de lo que nos quitamos, no de lo que dimos. Como si el sacrificio fuera garantía de algo.

Antes yo funcionaba así, a partir de los sacrificios, pero de un tiempo acá me di cuenta de que era estúpido, y ahora primero satisfago mis necesidades y después le doy a él. Y sí, somos mucho más felices.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Cómo afecta.

No sé por qué, con una mala noticia (mi despido) que cambia, evidente e irremediablemente mi vida, mis ganas de escribir se esfuman. 

Y, es que, aunque suene ridículo, soy una mujer de costumbres, que ama el orden y la planeación (que no forzosamente la rutina), y dejar de trabajar le ha dado en la madre a las costumbres. Me enoja que en esto nunca nadie repara, que ir a trabajar es más que un trabajo o el dinero que recibimos por hacerlo, es rutina intestinal (porque eso también se ha visto afectado), es dormir bien, es tener amigos con los que platicas todos los días, tener una organización y control sobre tus alimentos (porque yo hacía de comer y comía balanceado de lunes a viernes), es estar separada de tu pareja y por lo mismo extrañarla y ansiar el momento en que llegas a casa a estar con él (o ella), es tener una razón para levantarte bien temprano todos los días y que rindan, es querer hacer más. Porque así me sucede a mí, mientras más actividades tengo, más ganas de hacer más me dan, pero mientras menos... puedo quedarme acostada en la cama días seguidos sintiendo frustración por lo que vivo.

Es terrible, porque la gente que se entera tampoco repara en ello, todo lo contrario, ven las ventajas de despertarse temprano, y sí, les parece terrible que no tengas un ingreso. Pero, ¿y lo demás?

Por eso, siento que no quiero escribir, me da tristeza checar los blogs que sigo, porque para el mundo la vida sigue y para mí, está detenida, en espera de algo... de entender, de sentir... no sé, de algo...

viernes, 21 de octubre de 2011

El GRAN ingeniero...

Casi no hablo/escribo de mi familia aquí, o tal vez sí y no estoy del todo consciente. El caso es que nunca he hablado, explícitamente, de mi abuelo* (y no quiero hacerlo de forma póstuma, como con mi abuela) y es justo y necesario.

Para empezar puedo contarles que mi hermano mayor y yo pasamos mucho tiempo con mis abuelos, mucho, mucho, mucho. Si estábamos enfermos, mi mamá nos subía al coche en la mañana y nos iba a dejar con la abuela (su ex suegra, no su madre), quien nos cuidaba. Si salían de viaje (mamá, papá o ambos) a quedarse con los abuelos (mi mamá a veces nos llevaba con unos amigos, pero eso no era tan seguido). Jugábamos en su casa, teníamos mil cosas ahí, mi abuela nos ayudaba a hacer las conferencias (porque no nos dejaban tarea, así que ella corregía las conferencias y el diario), nos acurrucaba y contaba cuentos para dormir (les he platicado de la historia de Benito Juárez, ¿no?), nos llevaban de vacaciones, a Reino Aventura, etc. etc. etc.

Por si alguien tiene dudas, mis abuelos son lo más maravilloso del mundo, lo máximo de lo máximo, no hay palabras que lo puedan expresar completamente, así que ustedes perdonen si mis palabras se quedan cortas...

Entonces, mi abuelo, EL Ingeniero (porque es ingeniero químico y la gente siempre le ha dicho Ingeniero, nadie le dice señor), acaba de cumplir 90 años, y dos de ser viudo. Pero, cuando era más joven, y yo también, era un hombre activo. Siempre ha caminado, o por lo menos así lo recuerdo yo, como pollo espinado, lento pero con unas zancadas enooormes (es alto, mide 1.87mts.), no muy rápido... no sé, a mí me daba la sensación de ser un hombre que no tenía prisa porque sabía que llegaría a su destino. Flaco, flaco, flaco, como si fuera a romperse; aunque una época (tendría yo 10 años) estuvo un poco panzón, supongo que botanear Churrumais y cacahuates antes de cenar le hizo justicia.

Tengo maravillosos recuerdos de mi abuelo en la alberca con nosotros, enseñándonos a nadar, jugando, cuidándonos. Cuando nos llevaban a Mi Ranchito (un hotel en Villa Juárez, a donde íbamos cada septiembre, para cobrar una renta) él jugaba dominó y cartas con nosotros (ji, recuerdo el año que perdimos una pieza del dominó, no estaba muy feliz que digamos), nos enseñó a jugar Cubilette (aunque sigo sin estar segura de cómo se juega), eso sí, si jugábamos Uno era mi abuela quien jugaba con nosotros. El caso es que estaba ahí, enseñándonos, dedicándonos tiempo, amor, cuidados, nunca mesuró nada. De hecho, hace poco me dijo que nos dio todo lo que pudo darnos y que si hubiese podido, nos habría dado más (¿cómo puede pensar que había más que dar cuando nos dio todo y más de lo esperado, obligado o deseado?), así nada más, ésa calidad humana.

Cuentan sus hijos que no fue un padre muy cariñoso, sino un poco distante físicamente, pero yo no recuerdo así a mi abuelo. Sí recuerdo que no era de abrazos y cosas así, pero no era frío, por lo menos no lo es con nosotros.

No estoy diciendo que fuera un santo o perfecto, porque no creo que alguien pueda serlo, pero estoy convencida de que llega un momento en la vida que uno debe escoger qué quiere recordar de los demás, y yo de mi abuelo esto es lo que quiero recordar. Si tiene errores no me importan, no los tuvo conmigo (con excepción de la vez que me gritó porque mi papá no fue a cuidarlos y no tuvo ni la amabilidad de avisar... que no era culpa mía y a mí me tocó el grito) y no es lo que yo quiero recordar de él.

Sí, sí, sí, cuando llegué a la adolescencia, fue un poco difícil convivir con él, porque él sí sabía y yo no porque estaba muy joven. Pero, vamos, que todos los adolescentes son difíciles en esa época, así que nada nuevo.

Hace 6 años, con 84 en su haber, enfermó y terminó en el hospital (los detalles no interesan ahora), 6 semanas después regresó a casa, con 24 kilos menos, y más viejo (yo digo que fue la consecuencia de jubilarse, porque vayan ustedes a saber qué debe hacer un hombre en su casa todo el día cuando trabajó 75 años). Por cuestiones de salud, a partir de ese momento necesitó atención constante, así que los hijos (suyos) se organizaron para estar con ellos, blablabla. Esta no fue una época sencilla para mí, él era muy demandante, y no sabía cómo lidiar con eso...

Finalmente, hace dos años murió su esposa, algo terrible y tristísimo para todos. Pensamos, en ocasiones, que mi abuelo podría morir pronto, de tristeza... pero no fue así. Y, algo mágico pasó, de repente me dí cuenta de que había pasado los últimos 3 años enojada con él, y que no quería que eso continuara, uno no sabe cuándo pasan las cosas y yo quería disfrutar todos y cada uno de los días que lo viera. No sé qué pasó en él, pero también cambió conmigo, se deja abrazar, apapachar, consentir, querer, como si se hubiera caído la coraza que traía y ahora fuera sólo él quien estaba ahí.

Estos últimos dos años han sido tan maravillosos como mis recuerdos de él, he disfrutado cada minuto en su compañía, le he dado y he recibido amor, atención, tantas cosas. Tal vez ya no se meta a la alberca con nosotros, ni nos lleve a Reino Aventura ni juegue dominó, pero sigue siendo un placer estar con él, y puedo decir que me siento afortunada de que él, EL Ingeniero, sea mi abuelo.

*No sé si a alguien le interese, pero mis abuelos, de los que siempre hablo, son los paternos.

jueves, 20 de octubre de 2011

El anillo de compromiso


Este sin duda no hace daño

¡Pero qué bonito es cuando un hombre junta todo el valor que tiene, la determinación, 3 veces su sueldo mensual, su dignidad y mil cosas más, y le propone matrimonio a su amada! Es tan, pero tan bonito, que todas las mujeres fantaseamos con ese día, inclusive las que no lo tendremos, o no queremos tenerlo (con sus debidas excepciones, que no pienso generalizar).

Yo, todos lo sabemos, no me quiero casar y no me causa conflicto ni frustración ni amargura ni nada parecido. Me parece que el documento no es necesario (por el momento, y sólo por cuestiones legales y de practicidad económica) y la fiesta ni siquiera se me antoja (soy de la idea de que cuando haces una fiesta para festejar tu boda, invitas a la gente a que participe en ella, pero no se queda ahí, sino que literalmente les abres la puerta para que se metan en tu matrimonio y vida, y eso sí que no lo voy a hacer ni permitir).. P E R O, el anillo de compromiso, es otro boleto.

 
No estoy segura de qué lo motiva, si es simplemente porque es un anillo bien chingón (y a mí me encantan los anillos) o si es porque implica traer un DIAMANTE en el dedo, que me parece maravilloso. El caso es que, sea como sea, los anillos de compromiso son lo mío y, para variar, tengo mis ideas sobre ellos:

  • Todos debemos saber, en caso de que no sepamos, que el anillo de compromiso debe valer por lo menos 2 meses de tu sueldo (o su equivalente, pues). Sí, es una exageración, pero también sí, es para toda la vida, así que bien lo debe de valer. Además, si le estás diciendo que ése momento es el más importante, el que trazará el destino que les depara, debes hacerlo con una rocota.
  • El anillo es para presumirlo, para mostrarle a todo el mundo que tienes un "hombre" que te ama y que se va a casar contigo.
  • No debes quitártelo. Salvo que de verdad traigas los millones en el dedo (en cuyo caso debes dejarlo en casa si saldrás a un lugar no muy seguro), el anillo de compromiso (y el de matrimonio, para el caso) son para USARLOS, no para tenerlos en una cajita en un cajón. Si te lo dieron es para que lo uses, guardarlo es bien pendejo.
  • La mayor parte de las mujeres NO SABEN de diamantes, no saben distinguir entre un Swarovsky, un vidriante (como decía mi abuela) o un diamante de sangre. Simplemente no sabemos: nadie nos ha enseñado aún. Así que aplica la misma regla que con los hombres: el tamaño importa.
  • Honestamente, si te ves codo con el anillo, una sólo interpreta que serás codo en el matrimonio. Sé objetivo, si vas a darle un anillo porque la amas, mejor cómprale un buen Swarovsky, que un mal diamante. Ella se sentirá mejor.
  • TODAS las mujeres mienten, les guste o no el anillo, te dirán que lo aman. Así que ¡Cuidado! si quieres que en verdad le guste, pon mucha atención en lo que usa y/o pídele ayuda a su mejor amiga. Nada peor que traer una cosa horrible en el dedo el resto de tu vida.
Porque sí, todos queremos un anillo bien grandote, no una chingadera que parece salida de una máquina de chicles, sin importar lo que digamos a la hora de la hora (o antes, o después)...
Piensen en:

Sencillito, ja... un sueño hecho realidad


Así, justo así

No escojan:
Algo así podría ser decente, pero ¡vamos!


¡Mil pesos a quien alcance a ver el diamante!

Exacto, no hay manera de saber si es diamante o tezontle

martes, 18 de octubre de 2011

Gracias por regresarla al destinatario

Pues sí, mi amargura/tristeza/frustración regresó, y creo que para quedarse. Y no, no tengo conflictos existenciales (que es lo más común cuando me estoy así), es más bien la frustración de que lo que hay no me gusta y que no puedo cambiarlo (o, que el precio de cambiarlo me resulta incosteable). A veces me gustaría que la vida fuera sólo el conjunto de consecuencias de nuestros actos, pero no es así (¿o sí?), más bien respondemos ante ciertas situaciones (algunas provocadas por uno mismo, otras no) y ya, no queda más que eso: sólo aguantar y fantasear con que algún día será diferente, aunque sepamos, la mayor parte del tiempo, que no será así...

sábado, 15 de octubre de 2011

Lo vegetariano me quita lo animal, o qué leer a la hora de comer

Sí sí sí, los voy a cansar con lo mismo todos los días, pero es que pasa justo lo que yo siempre he temido: que pasen mil cosas intrascendentales pero importantes para mí, y que no pueda guardarlas...
Y el jueves fueron unas frases maravillosas, tan maravillosas que si no las cuento se perderán para siempre.
E*, D* y yo comimos juntos. Hoy, a diferencia de otros días, todo estaba muy divertido y agradable (si quitamos un poco las lecciones de vida de la Dra. en relaciones de pareja y vida de éxito E*), cuando de pronto:
D*- Sí, ya me tocaba comer carne, llevo toda la semana comiendo puras verduras y ya me hacía falta. Es más, para que vean cuánta confianza les tengo, les puedo decir que no me gusta no comer carne, me quita mi lado animal, estos días me sentí como si no fuera yo, me faltaba algo...
S i l e n c i o rapidísimo/porque/inmediatamente/después/soltamos/la/carcajada.
Después E* puso el Publímetro en la mesa, y lo leímos muy interesados:
Según las manesillas del reloj, son las preguntas 1,2 y 3, respectivamente.
Ante la pregunta 1, la cara de E* fue de susto, la de D* fue de póker...
Sobre las pregutnas 2 y 3, prefirieron no hacer comentarios, pero sin duda a mí me pareció que en la pregunta 3, está mal: los hombres en un mayor porcentaje son amables sólo para obtener sexo.

Siguiente página del periódico, un test para conocer tu inteligencia sexual (¿?):
Pregunta 11. ¿Generalmente está el clítoris en el mismo lugar o depende de la mujer?
A Está siempre en el mismo lugar: por encima de la apertura de la uretra y la vagina.
B Está siempre en el mismo lugar: perpendicular a los labios mayores.
C Es diferente en cada mujer.
D ¿Qué es el clítoris?
Respuestas:
D*- Está en el mismo lugar siempre, ¿no? [y se le veía la duda en la mirada]
Yo- ¡Pues claro que está en el mismo lugar, así como los ojos!
E*- (Silencio absoluto).
 
Pregunta 6. ¿Qué tienen en común una de cada 10 mujeres?
A Nunca tendrán un orgasmo.
B Tienen pechos desiguales.
C Tienen múltiples orgasmos cada vez.
D Admiten que fuman mientras tienen sexo.
Respuestas:
Yo y D* al unísomo- ¡Nunca tendrán un orgasmo!
E*- Tienen pechos desiguales.
Yo- No, esos los tenemos todas (mirada de "¿mande?" de E*).
D*- Yo creo que esto es por culpa de los hombres, en todas las ocasiones, menos las evidentes: por enfermedad.
Yo- Claro que no, es responsabilidad de la mujer (D* me mira sin comprender). Mira, se supone que el sexo es una cuestión de placer, y el placer es algo que sólo puedes sentir si sabes cómo o dónde, es decir: si conoces tu cuerpo. ¿Cómo puedes pretender que el otro conozca qué te gusta si ni siquiera tú lo sabes? Pobre hombre, si no, andaría dando tumbos por la vida, tratando de adivinar de qué va, y no, se supone que la mujer le debe de dar las instrucciones porque sabe de qué va el asunto.
(Silencio sepulcral de E*)

Pregunta 8. El video más visto de todos los tiempos en YouPorn, con más de 48 millones de vistas es…
A Great body, great sex, great.
B Paris Hilton movie.
C Fantasy girl cums to life.
Respuesta:
D*- (Incluso antes de terminar de leer las opciones) Great body, great sex, great.
(Cara de póker de las dos).

Y ya no contaré el resto de la historia, porque después de ver esto en el Publímetro, no hay palabras que decir...



jueves, 13 de octubre de 2011

Perversiones

Si creyera en Dios, le agradecería que dos o tres días a la semana me dé un regalo tan especial como la compañía de ciertas personas (de dudosa calidad moral y humana) a la hora de comer. Claro, si Dios existiera, es evidente que este regalo sería sólo un castigo... ¡espera!... en realidad sí es un castigo, y ahora les diré por qué.

Tres de la tarde, un miércoles normal, un poco nublado, el clima ni muy frío y caluroso, yo concentrada en mi comida (y en comerla, principalmente) cuando llegan A* y E*, dejan sus cosas y van a calentar la comida. A los pocos minutos llegan MA y P* y se sientan frente a mí. En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos los cuatro ahí, A* sin hablar (porque le cae mal P* y le parece súper maduro hacerle la ley del hielo. Aunque, yo tampoco le caigo bien... capaz que por ninguno de los dos hablaba) y los demás sí que hablábamos. Después de un rato, la conversación se tornó en algo extraño:

E*- No, no es que yo los discrimine, pero la verdad es que no está bien. Recuerdo cuando tenía 14 años y de repente vi a dos viejas comiéndose a besos: horrible. Me dio mucho asco. Es que ahora hay muchos homosexuales.
P*- Que no, siempre ha habido la misma cantidad, es sólo que ahora no se esconden.
E*- Pero es que es una exageración, igual que el día que fui al Vips a la Zona Rosa y un gay estaba comiéndose y desnudando con los ojos a R* [su prometido].
Yo- Bueno, pero es que estabas en la Zona Rosa/
E*- Nada que ver, antes no estaba como ahora. Yo todavía recuerdo cuando era decente.
Yo- La Zona Rosa ha sido "indecente" desde hace 30 años...
E*- Claro que no. Yo estudié por ahí y salía a los bares de ahí y no es como ahora.
P*- Pero antes era sólo en la noche, ahora también en el día.
E*- Además, está mal, esas cosas no están bien. Cada quien puede hacer con su cola lo que quiera, pero no tienen por qué meterse/
Yo- con tu cola/
E*- ¡Exacto! Al final iba yo a terminar golpeando a un hombre para que le quitara los ojos a mi novio.
MA- Bueno, pero cada quien sus cosas...
Segundos incómodos, yo reía por dentro al ver la cantidad de pendejadas y prejuicios que pueden salir de la boca de E* y ella no sólo no se da cuenta, sino que se cree la reyna de la moral, sabiduría y deber ser.
P*- Un día entré al baño de Central, Central y me encontré a un viejito como de 85 años entradísimo con una muchacha, seguro una puta, de 20 años.
MA y Yo- Ja ja ja ja ja.
E*- ¡Qué horror! ¿Y qué hiciste?
P*- Dice "perdón" y cerré la puerta. La verdad es que yo no me lo esperaba.
Así siguió la conversación, cuando de pronto:
E*- No, pero esas ya son perversiones [besarse con dos personas o ser exhibicionista, aunque no lo dijera tal cual], yo no entiendo por qué la gente tiene que hacerlo así, para que lo cachen, es que eso ya es una enfermedad, esas fantasías están mal, es súper enfermo, vamos, son perversiones.
Yo- Pero si son fantasías, no tienen nada de malo, en la mente todo está permitido y todo es sano. Yo no veo cuál sea el problema de fantasear.
E*- Es que no está bien porque las llevan a cabo, y eso es perverso y enfermo.
Yo- Si son fantasías, quiere decir que no las realizas, que están en tu cabeza, que son: FANTASÍAS.
E*- Por eso, esas fantasías de que te vean, o hacer cosas así, son perversiones y están mal, es gente enferma. O por lo menos eso dice Frod. [es decir, Freud, que se pronuncia como fro-id]
P*- A Quentin Tarantino le gustan los pies, tiene un fetiche con ellos, y no veo cuál sea el problema.
E*- ¡¿Cómo que no?! Si nada más hay que ver las películas que hace, es un enfermo.
Yo- Pero hay diferentes tipos de fetiches, y un fetiche NO es una fantasía, son cosas diferentes.
E*- No, son perversiones y están mal. Es que, ¿por qué el viejito y puta estaban ahí, excitados porque alguien los iba a cachar?
P*- Pues no sé, no les pregunté... [Como por qué habría de haberles preguntado: "Disculpe caballero, sé que está muy excitado por tocar los bellos pechos de la señorita, pero me atrevo a interrumpirlo porque deseo saber qué lo motiva a realizar dicho acto en un lugar público, con el riesgo de ser descubierto" No mames]
E*- Tampoco entiendo por qué una mujer tan joven estaría con un hombre tan mayor.
P*- Pues es que el señor le pagó por que estuviera...
Yo- P*, igual y es una situación que sólo entenderás cuando llegues a los 85, y entonces se te antoje meterle mano a una muchacha de 20.
P*- JA JA JA, yo creo que sí.
E*- Es como a la gente que le excita que la cachen, no lo entiendo.
Yo- Pues es que esos asuntos no son románticos...
E*- Exacto, y ese es el problema, por eso están mal, porque eso (aquí debemos entender que eso significa el sexo) debe ser romántico. Por eso insisto en que esas fantasías son perversiones y están mal. Además me molesta que yo tenga que verlas.
[Claro, todos nos preguntamos por qué ella las ve... porque tampoco es como que te pongan de esas cosas tipo Naranja Mecánica para que no cierres los ojos].

Ya no recuerdo de qué más hablamos, yo me quedé pasmada con el pensamiento lógico-matemático de E*. Para todos aquellos que no pudieron entenderlo, ahí les va:
La homosexualidad es una perversión.
Las perversiones están mal.
Las fantasías son actos perversos.
Los actos perversos son de enfermos.
Los fetiches son perversiones, ergo son fantasías, ergo son actos de enfermos.
Ser exhibicionista es una fantasía.

Y, mi favorita: el sexo es un acto romántico.

De verdad que pienso que más bien todo el problema es que E* es virgen y no ha hecho otra cosa más que ver películas románticas de Hollywood, por eso tiene una idea errónea de la vida. Aunque esto ni remotamente la frene o le cierre la boca.



miércoles, 12 de octubre de 2011

Ellas también lo tienen grandote (Versión acertada)

El 1° de octubre escribí este post, pero por alguna extraña razón (que aparece todas y cada una de las veces que escribo), me desvié del tema del que quería hablar. Antes era muy exigente con eso, no lo permitía, pero después me pareció que si me desviaba era por alguna razón (inconsciente) y que yo no era nadie para ir contra eso, así que lo dejaba fluir. El único problema es que este post en particular, me gustaría que no se quedara desviado, porque es algo de lo que quiero escribir exhaustivamente (o, por lo menos, intentarlo).
Entonces, retomo el hilo del post:

Y sí, estoy apelando JUSTO a eso que están pensando: al falo. Claro, no quiere decir que ellas realmente tengan uno, sino más bien a la extensión o proyección más famosa del mismo entre los hombres: EL AUTOMÓVIL. Todos sabemos que los hombres proyectan el tamaño (por falta o representación objetiva) de su falín en el automóvil que compran, y que éste se convierte en una extensión de ellos mismos, razón por la cual lo cuidan, le hablan como si fuera un ser sintiente y pensante y, sobre todo, no pueden salir sin él*.

Hasta aquí ninguna novedad. La novedad es justo el título de este blog: la relación fálica entre las mujeres y sus automóviles. ¿Se han fijado que las viejas NO saben ir a algún lugar si no es con coche (nos referiremos sólo a las mujeres que ya tienen coche, las otras, por obvias razones, aquí no existen)? Hayan o no utilizado el transporte público, son incapaces, una vez que son "dueñas" del volante, de soltarlo. Conozco a algunas que inclusive a la tienda van con coche, a DONDE SEA. Y no, no es que no sepan caminar o no tengan patitas, es que para ellas caminar o andar en transporte público es cosa de nacos, pobres, y pendejos. ¿Para qué caminar cuando puedes andar en coche? No es chick, ni nice ni fancy ni nada parecido usar las patas [para algo más que ponerles unos tacones, o levantarlas hacia el cielo, con o sin tacones (ji ji ji)], así que ellas viven en el coche.

Una de las maravillosas consecuencias de esta relación amorosa/fálica con el coche es la capacidad que tienen de hacer cualquier cosa en él (el coche, que no el falo): maquillarse, cambiarse, hablar por teléfono, twittear, mandar mensajitos (todas mientras manejan), comer, cantar, bailar y pensar en mil madres [En esto, lo confieso, yo soy una de ellas, soy capaz de hacer muchísimas cosas, de forma simultánea, tanto dentro como fuera del coche]. Y, si fueran capaces de hacerlas todas bien, no habría problema, pero no es así: andan por la vida aventando lámina, casi atropellando a cualquier cantidad de peatones, vamos, violentando a cuanta persona las rodea. Ése es el problema, bueno, eso y que no tienen idea de la relación que hay creado entre el coche/falo y ellas.

Justo ayer platicaba con mi concubinario A*** sobre las mujeres que dicen ser bien independientes y con unos huevotes de miedo, pero no hacen nada solas, o no son capaces de salir sin coche a ningún lugar. De repente te comentan que estuvieron en no sé dónde, y cuando preguntas si entraron al cine (o algo parecido) contestan, infartadas: ¡No, qué feo entrar al cine sola! Como si el cine fuera un lugar en el que la compañía es indispensable (porque, ya saben, uno ahí habla, platica, ve a la otra persona, baila, etc.). Bueno, pues pasa lo mismo con el coche, ni de chiste salen sin él, ni por asomo son capaces de subirse a un transporte público (bueno, sólo a los taxis ejecutivos y de sitio) o de caminar, si la distancia es relativamente corta.

Y no, nada tiene que ver, realmente, la inseguridad en la Ciudad. No quiero decir que no sea un factor importante y digno de considerar, sólo digo que no es, de facto, la razón por la que no salen; tan es así que son capaces de meterse, con el coche (por supuesto) a zonas de muy dudosa seguridad, donde sí hay un riesgo latente y objetivo. No, la razón por la que no salen sin el coche es porque las han educado a ser así: dependientes del falo y del coche.

Digo dependientes del falo porque, aceptémoslo, muy liberales, contemporáneas y demás, pero las mujeres de ahora fuimos educadas igual que las de antes: a depender de un hombre. No importa lo que hagamos, lo exitosas que podamos ser, todavía escuchas a TODAS (o, al 99.9% de ellas) las mujeres diciendo que ellas quieren casarse, que creen que si no tienen hijos no se realizan como mujeres, que la vida de soltera y solitaria es horrible. Quienes tienen novio/marido/concubinario, miran a sus amigas solteras con desprecio y lástima, porque les falta una parte importantísima: un falo hombre.

Curiosamente, muchas de estas mujeres terminarán con hombres que no las hagan felices (es decir, con hombres que no son los adecuados para ellas, y en quienes depositen todas las expectativas de su felicidad, que nunca podrán ser satisfechas y ellas solas serán, por su culpa, infelices), divorciadas, casadas pero padeciéndolo, volcadas en sus hijos para no pensar lo inexistente que es su relación, o solteras pero muy amargadas. 

Es que, sin un hombre no valemos la pena, no estamos completas (que no sin un compañero, alguien que te acompañe, ame, con quien crezcas, que crezca contigo, etc.) y, para sumarle más a la ironía, como nuestros padres tampoco quieren que nos casemos a los 15 o muy jóvenes, nos enseñan que es indispensable tener un coche. Así, por lo menos, tendremos un gran falo que nos acompañe en nuestra eterna búsqueda de un hombre...

*Aquí hago gala del enorme conocimiento científico del que gozo. Estoy emitiendo un juicio absoluto a partir de los prejuicios ampliamente conocidos entre la sociedad, nada más.