viernes, 13 de marzo de 2009

¡Antes muerta que abogada!


Estudié derecho, así es, DERECHO, y desde que empecé a estudiar, me he topado con una situación molesta cual mordida de pantera en lo más mío: hacerle entender a la gente que estudié derecho, no abogacía. Por alguna razón que desconozco, la sociedad cree que cuando uno estudia derecho, estudia para abogado y no es cierto, el mundo profesional del abogado es bastante variado; ya licenciado (porque antes sin duda las opciones son reducidas) se puede trabajar como juez, servidor público, investigador, profesor, legislador, asesor, etc.

Un abogado, como tal, es el que litiga (por decirlo de manera coloquial, pues tampoco litiga tal cual), quien lleva casos y demás. Todos los demás no son abogados.

También me he topado con gente que me pregunta si estudié leyes, como si las del derecho fueran las únicas que existen; deberia yo decir que sí estudié leyes, que soy físico (ja ja ja). Pero, regresando a la abogacía ¿por qué? ¿por qué la gente me dice abogada? Sé que no entienden las implicaciones que esta aseveración implica, y por lo tanto, me he visto en la terrible necesidad de explicarla: un abogado es aquella persona que estudió derecho y se dedica a los juicios (representa a una de las partes en conflicto.

En el ejercicio de la profesión, el abogado de se encuentra, en muchas ocasiones, ante un dilema de justicia (que entienden como el eterno dar a cada quien lo que es suyo); dependiendo de la persona que defiendan, su interpretación de justicia será diferente, y puede suceder también que en otro juicio representen a una persona que se encuentra en una situación igual a la contraparte de otro juicio que llevó, y apelen por lo contrario. ¿Dónde quedan los principios? ¿Cómo manejan la justicia? Fácil: como las prostitutas, en realidad no tiene que ver con el qué, sino con el ingreso, uno vende su materia de trabajo (el cuerpo en el caso de las abogadas, los principios en el caso de los abogados) al mejor postor.

Yo no podría hacer esto, nunca sería capaz de doblar mis principios y representar a alguien en un juicio que atentara contra ellos, por eso, no puedo ser abogada, no puedo venderme, ni por todo el dinero del mundo. Así que, le digo a todas las personas que me conocen: no soy abogada, nunca lo seré, y resiento a cualquiera que me llame así, cual si me dijeran que soy una prostituta ( y con la indigación de no poder llegar a trabajar, como abogada, en plataformas transparentes y minivestidos).

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