martes, 3 de marzo de 2009

Es el espacio inmóvil lo que nos hace viajar en el tiempo

Es impresionante cómo algo tan cotidiano, tan diario y mecánico, se puede volver un simple recuerdo perdido en la memoria. Aquella casa donde viví toda mi infancia, el olor, los 49 escalones que tenía que subir cuando el elevador estaba ocupado, mi ventana con vista al Estado Azteca y detrás, el Popo y el Iztla. Ahora no son más que un destello en mi memoria, que cuando decide visitar el presente, me pone la piel chinita y me hace rechinar los dientes.

Pero no es todo. Mis tardes en el centro de Tlalpan, con café y amigos, las caminatas a casa de Ale o Celeste. Todos los martes y jueves caminando a las 6 mientras reflexionaba sobre mi visita a terapia, alzando la mirada y respirando profundamente, sientiéndome afortunada de ver un atardecer de primavera, verano, otoño y, tal vez, invierno.

Sin tornado ni zapatos rojos tengo los mismos recuerdos fugaces de los indescriptibles atardeceres de Kansas, el viento, cálido en verano y helado el resto del año, que danzaba con el polen de los girasoles. Una tarde con helado en el jardín de Brian, esperando ansiona el término del invierno real para poder ver las rosas de tan buena fama.

Recuerdo con nostalgia mis tardes, noches y ocasionales mañanas en la Toriello Guerra, los parques que solía visitar con Ale, mi hermano y mis perras. La sensación de que alguien toca o puede tocar mi ventana... poder adivinar quién sería.

Ahora salgo todas las mañanas de casa de mis abuelos, y al ver el jardín y las casas donde solía haber pasto, me veo ahí, de niña, jugando, riendo y llorando. Suspiro siempre y bajo la mirada esperando que esos recuerdos no desaparezcan, porque entonces, tal vez, yo ya no esté para recordarlos.

Siempre termino preguntándome si alguien también los recuerda, si sonríe al pasar por mis casas o donde solíamos vernos, por un olor, una risa, un graznido, un comentario, o la simple sensación del viento que nos hace sentir acompañados. No lo sé, tal vez nunca pueda saberlo, y tal vez por el miedo a no olvidar y dejar de sentir, soy yo la que en cada esquina, lugar, olor, sensación o sentimiento, tiene un fugaz recuerdo de lo que alguna vez fue el presente. Mi presente.
Mayo 2003

2 comentarios:

  1. Yo prefiero no recordar, aunque, inebitablemente, los recuerdos regresan implacables.

    Lemon

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  2. Yo siempre voy a recordar y a extrañar las largas -felizmente, MUY largas- tardes que pasamos en las islas... Te digo que hoy ando sensible y cursi...

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¿Soy sólo yo?