viernes, 2 de septiembre de 2011

Coser, dejar de tejer un rato


(NOTA: Esta entrada fue escrita originalmente el viernes 2 de septiembre, pero hemos decidido editarla pues, como bien me dijo Ángel, debería ser más personal y honesta en mi escritura.)
Ayer fui a recoger mi máquina de coser, y la emoción que me embargaba era casi incontenible. De repente, resultó completamente tonto haber esperado tanto tiempo para comprarla (no compré una carísima ni finísima, por lo que no había excusa real para el retraso).

No entiendo por qué en ciertas ocasiones dejamos que lo que nos interesa y apasiona quede hasta el final, y pasamos la vida comprando y haciendo y pensando mil cosas que, en realidad, ni nos interesan, sirven ni apasionan. ¿Por qué será? Me da la sensación de que es una forma de protegernos, siempre es más fácil ir por el camino de la insatisfacción y frustración que por el opuesto, y no es para menos. Toparse de frente con lo que uno verdaderamente quiere (o, justo, piensa que quiere) puede resultar completamente caótico, tanto si es lo que en verdad queríamos como si no.

Aún así, yo puedo afirmar, sin caer en mi usual petulancia, que suelo saber lo que quiero (y no porque tenga esa virtud o súper poder, sino porque paso muchísimas horas de mi vida pensando y analizando lo que necesito, siento y quiero, para poder tomar una decisión informada, ji ji, sobre mis deseos) y por eso la emoción de tenerlo me causa una satisfacción maravillosa. Sobre todo, porque reconozco que eso ES, así, sin más.

Estoy resultando repetitiva o circundante, pero es que no encuentro las palabras exactas para poder decir lo que siento, mucha emoción por la máquina de coser y un poco de incertidumbre porque algo tan sencillo como comprar una máquina de coser despierta en mí un poco de angustia y frustración, porque no comprendo qué me impide a cumplir mis sueños, por qué de repente, cuando puedo tomar la decisión, y lo que quiero estará aquí, para mí, me detengo y decido tomar la decisión más racional o responsable.

Perfectamente puedo escuchar el eco de la voz de Aremy diciéndome que le resulta un poco estúpido que para mí el deber ser, lo responsable sea más importante que hacer lo que quiero y necesito. Y, confieso, me parece completamente cierto. A estas alturas de mi vida tengo un miedo espantoso a seguir por este camino, porque el tiempo pasa muy rápido, y me niego a voltear, en unos años y darme cuenta que no fui capaz o valiente como para hacer lo que quería. Pienso mucho en mis abuelos, mi abuela hizo toda su vida lo que quiso (o aprendió a querer lo que debía hacer, no sé cuál de las dos, pero creo que tampoco importa) y los últimos años de su vida (que son los que yo pude ver) se sintió feliz, murió satisfecha; por el otro lado, mi abuelo vivió toda su vida haciendo lo que debía hacer, trabajar para mantener a su familia, cumplir metas laborales, ser un hombre honesto, ahorrar... y ahora, en el final de su vida, se ve vacío, no sabe con qué actividades llenar sus días, ya viudo no le queda mucho más, y tampoco lo disfruta. Yo no quiero ser como mi abuelo, yo quiero disfrutar todos los días (está bien, con que sean muchos me doy por bien servida), hacer aquellas cosas que me causan placer y encontrar un medio para que pueda también comer de ellas (porque si no, de dónde sacamos el dinero). Odio verme como estoy, ahogada en la espera, siendo responsable y racional, esperando que el momento adecuado llegue y entonces pueda comenzar a hacer lo que deseo y quiero... Se me va a ir el tiempo y la vida, creo que si sigo así, no dejaré de esperar. Tal vez me falta valor para simplemente levantarme y decidir que no quiero seguir esperando, que hay demasiadas (sí, demasiadas) cosas que quiero hacer y que no voy a ser quien debo ser, sino quien quiero ser, quien soy. Al final, a la única persona a la que le debo explicaciones es a mí, todos los demás pueden irse en cualquier momento, nadie estará aquí siempre, pero yo... no me queda de otra...
Qué irónico, con sólo una máquina de coser, se destapan en mí muchos más deseos. En un descuido me dejaré llevar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Soy sólo yo?