viernes, 30 de septiembre de 2011

Si alguien vio mi amargura, regrésela por favor

No pregunten por qué, pues no hay respuesta aún, pero hoy, a pesar de la horrible tos que me cargo (y saco bastante más seguido de lo que quisiera, a pesar de haberme metido dos Tesalón perlas en la mañana) y de las prisas, ando con un humor increíble. Y eso, parece que cada vez es más regular en mí; me estoy preocupando, porque una cosa es que se disfrute algo, pero venir todos los días cantando mientras bajo del estacionamiento a la oficina, o bailar como duendecito feliz en mi lugar mientras canturreo de emoción por empezar a "trabajar", está mal... yo soy un ser amarguete, que le gusta ver siempre el lado pesimista de la vida, súper analítica en incapaz de simplemente dejarse ir... y véanme aquí, me doy vergüenza a mí misma.

Y no, no ha pasado nada especial que me haga cambiar, tampoco hay un futuro próximo maravilloso, nada en realidad, sólo lo cotidiano. Tal vez, en un descuido, me he convertido en mi amado Akakiy Akakievich:

"Difícilmente se encontraría un hombre que viviera cumpliendo tan celosamente con sus deberes... y, ¡es poco decir!, que trabajara con tanta afición y esmero. Allí, copiando documentos, se abría ante él un mundo más pintoresco y placentero. En su cara se reflejaba el gozo que experimentaba. Algunas letras eran sus favoritas, y cuando daba con ellas estaba como
fuera de sí: sonreía, parpadeaba y se ayudaba con los labios, de manera que resultaba hasta posible leer en su rostro cada letra que trazaba su pluma.
(...)
Nadie podía afirmar haberle visto siquiera una sola vez en alguna reunión. Después de haber copiado a gusto, se iba a dormir, sonriendo y pensando de antemano en el día siguiente. ¿Qué le iba a traer Dios para copiar mañana?
Y así transcurría la vida de este hombre apacible, que, cobrando un sueldo de cuatrocientos rublos al año, sabía sentirse contento con su destino. Tal vez hubiera llegado a muy viejo, a no ser por las desgracias que sobrevienen en el curso de la vida, y esto no sólo a los consejeros de Estado, sino también a los privados e incluso a aquellos que no dan consejos a nadie ni de nadie los aceptan."



Les recomiendo, y sólo porque yo lo amo, que lean El Capote, de Nikólai Gogol, sin duda alguna, se enamorarán también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Soy sólo yo?